CAPITULO II
La Visita a Ganímedes
Pepe había hecho una pausa para servirse una taza de café. Me ofreció otra, y después de saborear la aromática infusión, volvió a acomodarse en su butaca para reanudar el relato.
Observé que ya no fumaba.
—Así es—me respondió—. Desde entonces no he vuelto a usar tabaco. En realidad sólo es una droga estimulante del sistema nervioso. Nos entretiene, pero puede ocasionar efectos dañinos que es mejor evitar. Además, en este viaje he visto muchas cosas nuevas y he recibido corrientes vivificantes desconocidas en este mundo, que reemplazan con creces todos los tónicos y substancias químicas empleadas en la Tierra para activar nuestra energía... En el curso de esta exposición, y en lo que hablemos los días próximos, vas a conocer detalles verdaderamente maravillosos de cómo es la vida en ese reino de superhombres...
—Pero ¿son hombres como nosotros?
—Hasta cierto punto, si. Ya te dije, no obstante, que poseen algunas características diferentes, debidas al gran adelanto evolutivo que tienen respecto a nosotros. No olvides que su civilización es un millón de años más antigua que la nuestra, y en ese largo lapso han llegado a poseer dos sentidos más que el hombre de este mundo: el sexto, que en la tierra sólo está en embrión en algunos, muy pocos seres, es común a todos ellos a través de órganos perfectamente desarrollados.
La glándula pineal en su cerebro es casi el doble que la nuestra, y en el de ellos se encuentra conectada por un filete nervioso con la pituitaria, a diferencia de la nuestra, lo cual les permite poseer la clarividencia —ese "tercer ojo" al que se refieren los orientales— como sexto sentido, común y natural. Además, en su cerebro, más grande y con mayor desarrollo que el nuestro, existe un pequeño bulbo, desconocido por nosotros, ubicado entre el bulbo raquídeo y la pituitaria, bulbo que en algunos de ellos, los más adelantados, es el asiento de un séptimo sentido o sea el de la "Palabra Creadora" o Verbo, poder para actuar sobre la materia por el sonido, utilizando las vibraciones sonoras como fuerza transmutante y reguladora. Por eso aquellos superhombres ya no usan el lenguaje hablado.
No lo necesitan, pues su sexto sentido y su gran potencia cerebral y mental les permiten comunicarse con la lectura, o captación directa, del pensamiento y el uso de la telepatía. Su órgano de la voz únicamente lo utilizan para determinados efectos.
Para producir o destruir fenómenos materiales, para influir a voluntad sobre los elementos, y para construir objetos, dirigiendo, alterando o regulando, con el concurso de otras fuerzas cósmicas, el proceso atómico y molecular de las substancias.
Su conocimiento y poder sobre la Naturaleza y el Cosmos son tan avanzados, que muchos de los fenómenos considerados entre nosotros como milagros, son hechos naturales y corrientes en su mundo. Tu recordarás haberme oído explicar, otras veces, que la materia es única: una sola en su esencia, y que todas las formas conocidas por nosotros no son más que transmutaciones, cambios, modificaciones del funcionamiento atómico y molecular y de sus sistemas, en cada cuerpo o en cada elemento.
De ahí el hecho, ya comprobado en la Tierra, de la posibilidad de transformar una substancia en otra, modificando su constitución atómica. Por Tanto, quien conozca las leyes que rigen las relaciones entre la energía y la materia; y posea los medios, o poder, de hacerlas funcionar a voluntad, está en condiciones de operar toda clase de fenómenos, en relación directa con los alcances de su poder y de su ciencia.
Pepe hizo otra pausa.
Bebió algunos sorbos de café, y continuó:
—Todo esto y mucho más te explicaré en el curso de estos días en que tendremos que estar juntos la mayor parte del tiempo. Debo preparar todos mis asuntos para no dejar nada pendiente acá... Entérate de este otro documento...
Al decir esto me alargó unos papeles extraídos del sobre lacrado. Eran su testamento. En él me donaba el íntegro de sus bienes, exceptuando los fondos que poseía en un banco, los que me pedía emplear en la cancelación de una serie de obligaciones.
—Todo esto lo preparé presumiendo un caso de muerte repentina. Ahora tenemos que hacer algunas pequeñas modificaciones. Yo pagaré, personalmente, mis deudas y atenderé todas las obligaciones que aún me quedan. Y al mismo tiempo, haremos la transferencia de esta casa, del auto y de todas mis pertenencias en muebles y enseres, a ti y a los tuyos.
—Lo encuentro absurdo, Pepe. ¿Qué razón hay para que insistas en un propósito de tal naturaleza?
—Ya te he dicho que, dentro de quince días, regresarán por mí...
—Pero.., ¿qué locura es esta?
—No es locura. Yosip. Voy a dejar la Tierra voluntariamente.., y no soy el primero ni el único... Ya viven allá varios hombres de los nuestros. Algunas de esas desapariciones de científicos y otros, de quienes no se supo más, tienen esa explicación: Se encuentran en Ganímedes...
—¡Ganímedes! ¿Qué es eso?
—Es el nombre que nuestros astrónomos dan a ese mundo: la segunda en tamaño de las más grandes "lunas", o satélites naturales, del planeta Júpiter...
—Pero Júpiter está a una distancia enorme...
—Sí, a un promedio de setecientos sesenta millones de kilómetros de nosotros. Ganímedes es un astro de tamaño mayor que el planeta Mercurio. Más o menos de la mitad del tamaño de la tierra, siendo su constitución física y química bastante similar a la nuestra; pero la civilización que he encontrado allá es tan diferente. hay una distancia tan grande entre ambas, que bien podríamos decir que es un verdadero paraíso.
—¡No atino a comprenderte! ¿Cómo puedes haber ido y vuelto a un astro que está a tantos millones de kilómetros, en sólo dos semanas y media, si para ir y regresar a la Luna que está como si dijéramos pegada a nosotros, demoran una semana...?
Pepe sonrió. Me miró con expresión en la que sentí mucho de paternal condescendencia, y en forma lenta, sentenciosa y grave, continuó:
—Nuestros sabios, nuestros físicos y técnicos, nuestros médicos y químicos, nuestros políticos, juristas, hombres de letras, de leyes o de religión, que hasta ayer se creyeran los únicos seres inteligentes en todo el Universo, y que, ingenuamente, pensaban que la Tierra —una simple gota de agua en el ilimitado océano de la Vida y del Cosmos— era el único mundo habitado, tendrán que convencerse, muy pronto, de que sólo son como estudiantes de primaria si los comparamos con los habitantes de Ganímedes... Ellos han llegado a construir máquinas capaces de alcanzar velocidades incomprensibles para nosotros: velocidades cercanas a la de la luz... Debes saber que el viaje, desde la base en el espacio a que me referí antes y su mundo, sólo duró tres días y cuatro horas...
Mi asombro no me permitió articular palabra. Pepe sirvió más café, y continuó.
Cuando llegamos, encontré un país de rara belleza.
Un mundo con marcados contrastes en su físico, pero con una vida que es expresión de la paz y la armonía, en grados imposibles de comparar a nada de lo nuestro. Durante el viaje había sido sometido a un tratamiento de adaptación que me permitiría, después, poder respirar y moverme en ese ambiente sin la escafandra.
De la máquina que nos condujo a través del espacio, fui trasladado, por una especie de corredor herméticamente aislado del exterior, a un recinto bastante parecido al que conociera en la base espacial. Allí permanecí otros tres días (según mis cálculos de tiempo, conforme a mi reloj) durante los cuales se me esterilizó de todos los gérmenes terrestres, completándose el tratamiento para mi adaptación a la atmósfera externa. Mientras estuve en aquel lugar, recibí la visita de un grupo de hombres y mujeres de nuestro planeta.
Me explicaron que habían sido transportados en diferentes épocas. Que se les estaba educando y tratando científicamente para estar en condiciones de volver a la Tierra en el próximo siglo, cuando las circunstancias actuales hayan cambiado y sea el momento de formar una nueva raza, superior, en nuestro mundo.
Recordarás, Yosip, que alguna vez te dije que nuestra civilización está llegando a su fin. Que estamos viviendo las profecías de los libros sagrados de Oriente y Occidente. Ya la humanidad terrestre está pasando por todo lo que, en el lenguaje simbólico y alegórico de la Biblia, se predice en el Apocalipsis de San Juan. Los "tiempos han llegado" y nuestra civilización agoniza. Tres de los caballos alegóricos y funestos de aquella profecía, han desatado su furia sobre nuestro mundo.
Por eso es que se está viviendo un caos tan horrible; toda la humanidad está conmovida por la más absurda explosión de los bajos instintos, de las pasiones desbordadas, de la más cínica y desvergonzada exposición de sus vicios y de sus brutales apetitos. Nunca, hasta hoy, habíamos asistido a una quiebra, tan completa, de los más altos valores del espíritu. Las normas elevadas de moral, de belleza y de armonía, se han olvidado, producen risa y escarnio... todo marcha hacia su propia destrucción, en un bestial alarde de materialismo egoísta, sádico y repugnante; en una eclosión nefasta de barbarie y de lujuria, que olvida la belleza y el amor y sólo busca la embrutecedora sensación efímera del orgasmo y de la orgía, en un ambiente invadido por las drogas, la violencia y el crimen... Y así marchan todos, como un rebaño furioso que se lanza hacia el abismo...
El cuarto jinete apocalíptico asolará la Tierra cuando estalle la tercera y última guerra mundial, y los cataclismos y calamidades de todo orden arrasen íntegramente el planeta; porque los hombres de nuestra raza no han logrado avanzar moral ni intelectualmente hasta un nivel en que su egoísmo, su avaricia, su odio y su lujuria les dejarán paso a concepciones superiores, a realizaciones más perfectas y depuradas, a instituciones más sabias y altruistas, a una convivencia más fraterna y pacífica... Sólo han desarrollado la ciencia y la técnica por afán de lucro, de dominio de egoísta competencia y no de útil cooperación. Y el resultado es la constante división, el enfrentamiento del hombre contra el hombre, y por tanto, la guerra...
Debes saber, que en ese mundo al que fui llevado, y al que voy a regresar, ya no se conocen las guerras ni la menor forma de lucha o antagonismo entre sus habitantes. Han desarrollado instituciones que permiten la mutua y recíproca convivencia en un sistema de cooperación mundial perfecto, bajo la sabia dirección de un estado y un gobierno que abarca todo ese mundo.
Hace muchos siglos, muchos miles de años, que esa raza alcanzó tal grado de adelanto, que les permitió visitar la Tierra en otras oportunidades. Todas las referencias que en los escritos más antiguos conocidos por nosotros se hace sobre visitas a este planeta de "dioses en carros de fuego" como en las mitologías de Grecia, de los papiros del Egipto, de Persia. de la India y el Tibet; las leyendas fabulosas de los Mayas, los Aztecas y los Incas; el "Hombre de la Máscara de Jade" hallado en una desconcertante sepultura bajo la Pirámide de Palenque, en México, el año de 1952, cuyo sarcófago de piedra, de diez mil años de antigüedad, estaba cubierto por una enorme losa con bellos altorrelieves representando a un hombre sentado a los mandos de una nave espacial...
Todo eso ha sido motivado, en los albores de nuestra civilización, por las visitas que, de tiempo en tiempo, hacen los hombres de esa raza a nuestro mundo. No se trata de visitas de estudio ni de mera curiosidad científica. Desde hace miles, muchos miles de años, pues cuando el Egipto de los Faraones sólo era un conjunto de tribus salvajes, en Ganímedes ya existía una civilización tan sabia y tan poderosa que les permitió ser los intérpretes y ejecutores del Plan Cósmico de nuestro sistema solar.
Y en cumplimiento de ese Plan vinieron a la Tierra cuando su presencia fue necesaria para ayudar a adelantar a los seres de este mundo.
El mítico y portentoso Hermes Trismegistopiedra fundamental de toda la sabiduría egipcia de ese entonces, y de muchas escuelas esotéricas, fue uno de ellos..., Y la subida al "cielo" del profeta Elías, en "un carro de fuego", que nos narra la Biblia, no fue sino una de las tantas misiones de ese Plan Cósmico, ejecutadas por los seres de esa raza de superhombres...
Mi amigo volvió a callar. Sirvió más café y mientras lo tomaba, me miró serena pero insistentemente. Yo estaba absorto, sin saber qué decir. Experimenté una extraña sensación. Me parecía que de sus ojos partiera una luz que invadía y llenaba mi cerebro. Me sentí confuso y me levanté bruscamente del asiento. El sonrió.
Dejó el pocillo y, abriendo un cajón del escritorio, me mostró un pequeño objeto de metal, parecido en tamaño y formas a una máquina fotográfica de las más chicas.
—He traído esto y, cuando me vaya, te lo dejaré. Es un aparato transmisor y receptor con el que se puede uno comunicar directamente con ellos. No debe usarse sin necesidad, pues no tendría ningún resultado positivo y útil hacerlo por mera curiosidad. Te enseñaré su manejo y cuando tenga que entrar en contacto, estarás presente y así no dudarás más de mis palabras.
—Pero ¿de qué me servirá cuando te vayas?
—Podremos seguir comunicándonos. Será un privilegio que guardarás en el más estricto secreto, exclusivamente para bien tuyo y de los suyos. Tal vez más adelante, puedan ustedes, también reunirse con nosotros...
—¿Y cuando se le acabe la fuerza?
—Su potencia es permanente, inalterable. Actúa con energía cósmica, y lo único que se requiere es que pueda recibir, por lo menos, una hora de luz solar cada semana. Me servirá para instruirte a través de la distancia que separa ambos mundos, y tú y los tuyos resolverán su porvenir... No olvides lo que te he dicho antes: Los tiempos han llegado, el Apocalipsis se cumple y esta civilización será extinguida, como lo indican, en símbolos y alegorías, la Gran Pirámide de Keops en el Egipto y las profecías de San Juan, y ello tendrá lugar en los últimos decenios de este siglo...
La promesa de Cristo se realizará: La famosa "Jerusalén de Oro", símbolo de la nueva raza, que "baja desde los cielos a la Tierra" para establecer en ella Su Reino, serán hechos tangibles y reales en el próximo milenio. Pero todos los males de este mundo tienen que desaparecer. La humanidad de este planeta deberá ser regenerada, para que una nueva civilización, sobre los moldes de la de Ganímedes, pueda reemplazar a las carcomidas y pútridas estructuras sobre las que descansan todas las creencias y todas las instituciones actuales.
Como el Ave Fénix, esta raza y esta civilización morirán para ser purificadas, redimidas, superadas, renaciendo de sus cenizas en los albores de un mundo y una raza nuevos, cuyos primeros padres serán aquellos, —hombres y mujeres— escogidos por su grado de adelanto, que son, efectivamente, "los de las blancas vestiduras del Reino" de que nos habla el Apocalipsis y el Juicio Final, que van a ser llevados, poco a poco, a Ganímedes, para regresar, debidamente preparados, cuando llegue el tiempo de repoblar la Tierra bajo la dirección, amorosa y sabia, de sus maestros de ese mundo...
—Te he oído decir que esos hombres y mujeres van a venir otra vez, en el siglo próximo,.- ¿cómo van a poder vivir tantos años y llegar a ser los padres de la nueva raza a que te refieres...?
—No te extrañen mis palabras: en Ganímedes, uno de los conocimientos comunes es el de la conservación de los cuerpos. La regeneración celular, y por tanto el mantenimiento orgánico sin la esclerosis que produce la vejez, son conocidos y utilizados por todos. El secreto de los patriarcas bíblicos, que vivieron varios siglos, es común en ese mundo...
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