Ahora ya no quedan pesares en el mundo
Tan inmensos como este que dejas;
¡Ay! mi espíritu, te vuelves asesino
Matando a diestra y siniestra hasta al destino
Y llorando por el camino lágrimas secas,
Envejeciendo de a poco con las muertas carnes,
Vaciando sus alforjas de rojas sangres.
Escucha, alma, es hora que termines,
Vuelve a mí y acaba tu cruzada,
Inunda mis laberintos agrestes;
Vuelve, asesina, olvida tus muertes
Y arroja a un costado tus cenizas,
Envejece de a poco con cada nacido,
Vacía tus pulmones del grito vencido.
Inunda mis laberintos agrestes;
Vuelve, asesina, olvida tus muertes
Y arroja a un costado tus cenizas,
Envejece de a poco con cada nacido,
Vacía tus pulmones del grito vencido.