RECUERDOS GUARDADOS DE BATALLAS



Cúmulo de versos vertidos,
girados al azar
como los puntos de un par de dados,
sobre un tablero inclinado y debilitado
por la constancia del juego y las cicatrices grabadas,
impresas con lluvia de gritos amotinados.

¡Ay! Ingrata es la calidad de la ética
se hace zigzagueante. Tal cual un borracho
vocifera, llora , ríe, intenta con tono fugaz
en sus anticipadas oraciones ser educado
pretendiendo, 
como si ya no lo fuera, no ser grosera con esto. 

Impidiendo evocar cualquier tipo de recuerdo
que en sus retinas llevan talladas.
Omitiendo detalles de los senderos andados.
Limitados por la muerte bajo uniformes,
polvorosos y subrayados de miles de recuerdos,
de diptongos vueltos hiatos
por el acento acertado de cañones, minas y granadas.
Vocales regadas en un crucigrama de miembros.
El automatismo para salir del campo con vida
olvida formar palabras, por que los nombres de hombres 
van grabados en placas.

Colinas de fuego, extienden sus brazos de humo
para acariciar el cielo entre sus dedos.
Se las alimenta con leños amigos casi ya podridos;
llevan perfume hediondo, típico de la muerte;
luego que larvas de moscas han consumido el suficiente tejido
y en vitrinas de llagas podridas de toda herida se hacen evidentes.

Una pausa para este trámite.
Se extienden las raíces ferozmente de tropas,
en columnas tortuosas por caminos diferentes.
Intermitente se divisa el cuadro que dibujan las masas
por tanta vocal olvidada , perdida o quemada en crucigramas.
No se distinguen los rostros, ni las palabras de los que fueron hechos
Menos de los sobrevivientes.

Tierra hecha barro con pólvora y sangre;
camino a casa éste habita entre uñas y encías.
Ni tres ríos cruzados han podido lavar tanto duelo,
una vez que el tablero de ajedrez se ha pateado.
Haces de luz, se clavan en los ojos.
Doloroso sonidos, agudos, 
como una emisora radial mal sintonizada.
Hacen mas mella, avivan el miedo
a ser asaltados en un parpadeo, por el sueño.

Tanta adrenalina cambiada por una silente monotonía.
La libertad que se ha pagado con divisas de hemoglobina.
Esa cotidianidad que abruma, colma hasta el cansancio
los egos ignorantes que cuestionan la esencia de la vida
sugiriendoles a sus cuerpos el suicidio.

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