SE SECARON NUESTRAS VIDAS


¿Quién es, sino tú, el horror que me acompaña?,
¿cuántos nombres se nos escurren por las manos?,
¿no hemos nacido acaso humanos?,
¿dónde están ahora los secretos?.

Mis sonrisas son ya colores de un crepúsculo,
Éste andar con manos vacías y sin descanso
Me ha robado la esperanza de alimento.

En el seno de la madre aprendemos el oficio de los dioses,
a tomar y no dar nada a cambio,
¡y se sorprenden ahora de ser espectros!.

¡Las calles tan llenas de muertos insepultos!,
¡las olas ajenas al color de las arenas!,
¡la tormenta se avecina y yo la espero,
Sentado, calmo, briago, derrotado,
Espero a que la vida me haga pedazos y se vaya!.

Pero no, no espero nada.

Tú eres el dolor insoluble
Que aguarda al fondo del pozo,
Eres el aroma de un mar en penumbra,
La sal de una tierra sin costa,
Y pretendes conocer ahora el nombre del barquero.

Nada hay en el desván del pensamiento,
El ático, vacío ya de reflexiones,
Es un cementerio en que nos gusta caminar,
Los fantasmas salen al paso y saludan,
El niño, cansado de esperar, se arrojó por la ventana,
Y lo vimos caer, como lluvia dijimos:
Es inevitable,
Y se hizo pedazos.

Las luces se volvieron opacas, insuficientes,
Para iluminar la oscuridad que nos ocupa,
Los días se hicieron incontables.

Y nos vimos envejecer,
De pie bajo el arco de una puerta,
Caímos de bruces contra el suelo y comprendimos
Que aquél niño era Esperanza
Llamando a la puerta del alma,
Tarde, muy tarde comprendimos,
Que era a nosotros que llamaba.

Todo termina aquí,
Éste es un callejón sin salidas, 
Como un hombre en llamas.

Mira al Cielo y maldice:
No fue suficiente.

Grita el nombre de las arpas
Que, jóvenes, nos sedujeron;
Al final entendemos que las sirenas
Eran Luz, Vida y Amor,
Llamándonos desde las rocas,
Como Ulises, supimos ahogar sus voces, gritando.

La hora llega,
Se secaron los relojes,
No más cantos, no más arpas,
La Fosa nos reclama los años alejados del hogar,
Y, melosos, pedimos disculpas a ojos bajos,
Nos enterramos en el acartonado espacio de los ignorados,
Y todo es fin, entregados a la muerte olvidamos.

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