SOY LILITH

Foto: Yo soy Lilith, la diosa de las noches que vuelve de su exilio.  Soy lilith, la mujer selva.  No supe de espera deseable pero sí de leones y de especies puras,  de monstruos.  Fecundo todos mis flancos para fabricar el cuento.  Reúno las voces en mis entrañas para que se complete el número de esclavos.  Devoro mi cuerpo para que no me digan famélica y bebo de mi agua para nunca sufrir sed.  Mis trenzas son largas para el invierno y mis maletas no tienen cubierta.  Nada me satisface ni me sacia y aquí estoy de regreso para ser la reina de los extraviados del mundo.  Diosa de dos noches y reunión de los opuestos,  sólo relumbro en lo negro,  sólo asciendo al abismo,  sólo en el borde me sostengo,  sólo vuelvo de la muerte.  Soy la guardiana del pozo.  Ningún suspiro se eleva de una garganta  si no es lavado por la brasa de mis dedos.  Soy Lilith, el secreto de los dedos que insisten.  Perforo el sendero, divulgo los sueños, destruyo ciudades de hombres con mi diluvio.  No reúno dos de cada especie para mi arca.  Más bien los transformo a todos para que el sexo se purifique de toda pureza.  Soy el vuelo del grito, el fluir de los perfumes.  Y vine a despertar al bosque y a los navegantes del bosque.  Me llevo sus fuentes para abrasarme.  Y por todas partes mi mano azul se posa.  Ustedes me escucharon antes de que hablara.  Me vieron antes de que yo me levantara.  Y me amaron antes de que me vertiera. Soy la salvación y el verdugo.  Soy todas las direcciones.  ¿A dónde huyen si es a mí que se dirigen?  Yo, versículo de la matanza. Los libros me han escrito aunque ustedes no me hayan leído.  El deseo desenfrenado, la esposa rebelde, la realización de la lujuria que conduce a la ruina total. En la locura se entreabre mi vestimenta.  Los que me escuchan merecen la muerte y los que no me escuchan morirán de despecho.  No soy la remisa ni la yegua dócil,  soy el estremecimiento de la primera tentación.  No soy la remisa ni la yegua dócil,  soy el desvanecimiento del último pesar.  La que fue concebida bajo el signo de la delicia,  cuya obsesión está hecha para crecer,  cuya lengua es una colmena,  La que será devorada quedando intacta.  Que es un hambre para gritar.  Que nació para preservar el delirio.  Soy el orgullo de los senos pequeños para que crezcan y rían.  Para que reclamen y se los coman. Salados son mis senos.  Tan altos que no los puedo alcanzar: bésenlos por mí.  Dos linternas para que sugieran dos resplandores.  Dos pequeños para que su retozo les sea perdonado.  Yo soy el ángel desvergonzado. La primera yegua de Adán y la corruptora de Satán.  El imaginario del sexo reprimido y su más alto grito.  Tímida, pues soy la ninfa del volcán, celosa, pues soy la dulce obsesión del vicio.  El primer paraíso no me pudo soportar y me arrojaron de él para que siembre la discordia sobre la tierra, para que dirija en los lechos los asuntos de los que a mí me someten.  Dejen que muera de hambre para que se inflamen los bálsamos.  Hostíguenme para que me derrame.  La tierna, como un albaricoque al punto.  La rebelde, como una granada que no lo está.  Estrújenme,  luego unten con el óleo de mis poemas los pies de las virtuosas.  Yo, la leona seductora, regreso para cubrir de vergüenza a las sumisas y reinar sobre la tierra. Regreso para sanar la costilla de Adán y liberar a cada hombre de su Eva.

Yo soy Lilith, la diosa de las noches que vuelve de su exilio.

Soy lilith, la mujer selva.

No supe de espera deseable pero sí de leones y de especies puras,

de monstruos.

Fecundo todos mis flancos para fabricar el cuento.

Reúno las voces en mis entrañas para que se complete el número de esclavos.

Devoro mi cuerpo para que no me digan famélica y bebo de mi agua para nunca sufrir sed.

Mis trenzas son largas para el invierno y mis maletas no tienen cubierta.

Nada me satisface ni me sacia y aquí estoy de regreso para ser la reina de los extraviados del mundo.

Diosa de dos noches y reunión de los opuestos,

sólo relumbro en lo negro,

sólo asciendo al abismo,

sólo en el borde me sostengo,

sólo vuelvo de la muerte.

Soy la guardiana del pozo.

Ningún suspiro se eleva de una garganta

si no es lavado por la brasa de mis dedos.

Soy Lilith, el secreto de los dedos que insisten.

Perforo el sendero, divulgo los sueños, destruyo ciudades de hombres con mi diluvio.

No reúno dos de cada especie para mi arca.

Más bien los transformo a todos para que el sexo se purifique de toda pureza.

Soy el vuelo del grito, el fluir de los perfumes.

Y vine a despertar al bosque y a los navegantes del bosque.

Me llevo sus fuentes para abrasarme.

Y por todas partes mi mano azul se posa.

Ustedes me escucharon antes de que hablara.

Me vieron antes de que yo me levantara.

Y me amaron antes de que me vertiera. Soy la salvación y el verdugo.

Soy todas las direcciones.

¿A dónde huyen si es a mí que se dirigen?

Yo, versículo de la matanza. Los libros me han escrito aunque ustedes no me hayan leído.

El deseo desenfrenado, la esposa rebelde, la realización de la lujuria que conduce a la ruina total. En la locura se entreabre mi vestimenta.

Los que me escuchan merecen la muerte y los que no me escuchan morirán de despecho.

No soy la remisa ni la yegua dócil,

soy el estremecimiento de la primera tentación.

No soy la remisa ni la yegua dócil,

soy el desvanecimiento del último pesar.

La que fue concebida bajo el signo de la delicia,

cuya obsesión está hecha para crecer,

cuya lengua es una colmena,

La que será devorada quedando intacta.

Que es un hambre para gritar.

Que nació para preservar el delirio.

Soy el orgullo de los senos pequeños para que crezcan y rían.

Para que reclamen y se los coman. Salados son mis senos.

Tan altos que no los puedo alcanzar: bésenlos por mí.

Dos linternas para que sugieran dos resplandores.

Dos pequeños para que su retozo les sea perdonado.

Yo soy el ángel desvergonzado. La primera yegua de Adán y la corruptora de Satán.

El imaginario del sexo reprimido y su más alto grito.

Tímida, pues soy la ninfa del volcán, celosa, pues soy la dulce obsesión del vicio.

El primer paraíso no me pudo soportar y me arrojaron de él para que siembre la discordia sobre la tierra, para que dirija en los lechos los asuntos de los que a mí me someten.

Dejen que muera de hambre para que se inflamen los bálsamos.

Hostíguenme para que me derrame.

La tierna, como un albaricoque al punto.

La rebelde, como una granada que no lo está.

Estrújenme,

luego unten con el óleo de mis poemas los pies de las virtuosas.

Yo, la leona seductora, regreso para cubrir de vergüenza a las sumisas y reinar sobre la tierra. Regreso para sanar la costilla de Adán y liberar a cada hombre de su Eva.

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