EL ORIGINARIO DEL ALFA




En el alfa originario de todos nuestros tiempos
Los anemoi movían libres, el curso de los vientos,
no venía la luna, a ninguno de nuestros lugares,
y las aguas de ríos, eran lo mismo que las de mares.
Cuando el oscilante mundo, no conocía oscuridad,
y los antepasados adoraban a la misma deidad,
en el planeta solo existían, eternos veranos,
bajo cuyos soles, ángeles vigilaban a humanos.
Lucifer era tan solo otro arcángel domado,
y Samael su compañero, siempre a su lado,
iluminando aquellos días, en la tierra sin sueño,
sin noche, tinieblas, ni vestigios de ningún empeño.
Lucifer en tierra, vio unos ojos que exaltaron su ser,
-¿Podrían esos ojos ser míos?-preguntó Lucifer,
-al igual que tú, ella ha sido creada por el dios,
mas tú ángel, y ella humana, son muy distintos los dos,
y si al dios primigenio y creador le vas a ser fiel,
déjala a ella-le replicaba el alado Samael.
Pero en la antigüedad clarisa de cielo azulado,
Lucifer de esos ojos negros estaba enamorado,
y fue por su romance que al dios le pidió permiso,
de poder amar a los ojos que desde que vio siempre quiso.
Quizá por ser maligno, o para sentirse poderoso,
dios dio su negativa, y entonces Lucifer furioso,
junto a doscientos ángeles bajó hacia su abismo,
donde hizo que día y que noche no fuesen lo mismo.
Con su oscuridad creó la noche sobre el día,
para que su amada cansada, quedara dormida,
y así durante toda la noche él sería su dueño,
amo y maestro sería de su bello y delicado sueño.
Se percató el dios y enfadado, creó de nuevo el día,
creyendo que en su claridad, el demonio no volvería,
y devolvió de nuevo a las penumbras aquel velo diurno,
muy lejano de la luna, y del cielo oscuro y nocturno.
Lucifer enamorado, tejió de nuevo el traje nocturno,
Mas el dios, como quien jugase a un juego por turnos,
envolvió la noche nuevamente, con el fulgor del día,
y se llevó para siempre, esos ojos negros de esta vida.
Cuando el demonio de nuevo hizo crecer la oscuridad,
buscó desesperado a su amada, a su media mitad,
la buscó incesante, en pantanos, ciudades, llanuras y mar,
sin nunca más aquellos preciosos ojos negros hallar.
Desde entonces Lucifer y dios han seguido su juego,
el dios creando el día, y el demonio la noche luego,
y no se ha cansado el demonio, no se ha cansado tanto,
de buscar aquellos ojos negros de tan incansable encanto.

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios