Cicatrices del tiempo desprendidas
en un oleaje de tormentos y seducciones,
donde la rigidez del alma se abriga
en cada uno de tus escalones,
que se pierden y se dispersan
en tu cuerpo y tu silueta.
Fuentes torrenciales de ambiguas metáforas
son tus labios púrpuras y tus manos pálidas,
sutiles deseos carnales entre las sombras esperadas,
cuando los espejos rotos nos sirven como almohadas.
Estamos aquí en silencio,
acomodados en el espacio reducido de nuestro cuarto,
donde la oscuridad reina y en su arrebato
salpica rocío de plata en tus labios apagados.
Eres el mar de mis tormentos y mi calma,
brisa fresca en una noche enamorada
de las letras en estrellas transformadas,
y las caricias que tiñes en mi espalda.
Estando así... Como nunca antes,
quebrando restricciones de tu piel terciopelada,
rompiendo los cristales rotos de nuestra alma,
bebiendo y amando nuestra carne.
Cuando la media noche se tiñe de espanto,
sigue mi cuerpo al tuyo aferrado,
mientras afuera danzan los demonios
adentro se aman dos almas locas entre cristales rotos.
Y el final... El final de la noche se acuna,
en tu piel dibujada por la luna,
y el éxtasis de la alfombra de diamante
se entierra en nuestros labios errantes.
LACRIMOSA