De pronto Satanás viene a mi lado
y vierte sobre mí su miel maldita,
malogra mi razón mientras me quita
el santo resplandor de mi costado.
Se muestra mal nacido y en pecado,
con ese empaque vil, cosmopolita,
deshoja mi preciada margarita
borrándole cualquier significado.
De pronto me reclama contundente
con ganas de moverme a su consejo
y sea, según él, más consecuente.
Me mira desde el fondo del espejo
-mostrándome sus fauces fieramente-
bañado con la luz de mi reflejo.