Cuando la cápsula de hibernación me despertó, los dinosaurios habían desaparecido y del meteorito sólo quedaba un enorme agujero. Desde la cápsula vecina, Monterroso, al parecer, seguía viendo uno y nos lo dijo. ¡Qué bonito!, dijeron los demás mientras lo llamaban con silbidos y palabritas seductoras. Yo no dije que habían desaparecido, no fuera a ser que creyeran que había enloquecido por causa de las radiaciones cósmicas.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
FIN