Así ha sido. El siglo 21 los ha contemplado a centenares. Numerosos han surgido en todos los rincones del mundo, encabezando sectas, fundaciones, comunidades, doctrinas variopintas y pseudoreligiones. Algunos produciendo espantosas masacres, asesinatos o suicidios colectivos, que han horrorizado al mundo. Otros, influyendo sobre las mentes, sobre las conciencias, sobre las economías de millones de incautos que han caído en sus redes satánicas, convirtiéndose en simples marionetas de sus fines inconfesables. Los falsos Mesías han pululado, aún pululan y durante ya poco tiempo pulularán sobre la tierra, montando escenarios con grandes farsas y espectáculos aparentemente prodigiosos, concentraciones y aglomeraciones de masas, con los que han captado y captarán grandes cantidades de adeptos a los que seguirán engañando y lavando el cerebro hasta el último día.
Llegado un momento determinado, cae la careta, y los prosélitos, descubierta la impostura, han comprobado y comprobarán que son farsantes, no teniendo ya a qué aferrarse. Sobre todo, los seguidores del Falso Profeta, con mayúscula, que pronto mostrará su verdadera cara. Pero, ¡bien!, porque así aprenderán.
Cristo sabía de su facilidad de palabra y su poder de sugestión. Por ello, alertó a sus discípulos, haciéndoles ver que, en su última reencarnación al final de los tiempos, cuando estarían esperando Su llegada, deberían estar vigilantes y no confundirse, pues muchos impostores pretenderían hacerse pasar por Él. Como precaución, no debían ir a ningún lugar donde les dijeran que Él estaba, ya que su venida sería inconfundible, fulminante y esplendorosa, como después se verá, tras las señales anunciadas.