Es la bestia que
llevamos dentro,
dispuesta a vengarse por su encierro,
embiste todo lo que encuentra en su camino,
acabando con aquello a lo que llamaste vida.
Es una fiera incontenible,
que sella tu sentencia de muerte,
con la tinta de tu sangre,
y el dolor de tu alma.
Te conduce a un camino de fuego,
el fuego que tarde o temprano…
terminara por consumirte.
Hace pedazos tu ser,
y te devora lentamente desde adentro,
hacia fuera.
Acabando contigo.
Escucha su grito en tu interior…
tiene el terror y la furia clavada en los ojos,
teñidos de un rojo mortal,
provocado por la sangre de tus heridas,
que tu mismo has provocado.
Al encerrar tu furia,
tú le dejaste la marca de tu sufrimiento,
el que sin saber,
provocaste con tus propias manos,
las mismas que ahora oprimen tu ser.
Es un tornado destructor,
creado por el choque de la rabia que sientes,
y de la que callas,
en una silueta escalofriante,
arrasa con lo poco que te queda,
sin dejar nada…
pues ya nada importa.
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