AHORA DE ELLA SOY YO ( MARIA DE LOS ANGELES PINEDA )


Habitualmente no era azul la sangre en la que se bañaba la Condesa. Porque el vampiro pálido no ataca a los de su raza. Campesinas y costureras jóvenes y hermosas proveían el rojo fluido. Sin embargo, el primer encuentro entre Erzsébet y la sangre se produjo cuando ella era peinada por una de sus damas de honor. Un movimiento desafortunado hizo que su cabello quedara desprolijo y eso fue vivido como una herejía. La diosa de Csejthe, que parecía ausente, despertó de pronto golpeando a su dama de honor en el rostro, que sangró. El brazo y la mano de la Condesa se enrojecieron y, al mirarlos, le pareció que su carne tenía el resplandor translúcido de una cera encendida iluminada por otra cera. A este hecho, que se produjo cuando Nádasdy ya había muerto, se sumaron otros. Cuando Erzsébet estaba por cumplir cuarenta años recordó aquel día en que una vieja, de la cual se había burlado, le respondió vengativa "¡Condesa, dentro de poco estarás como yo!". Volvió al castillo estremecida y dispuesta a hacer lo imposible para alejar de sí la fealdad y la vejez. Otro día, mientras se contemplaba en el gran espejo sombrío, se descubrió las primeras arrugas y sintió que sus pechos, como vencidos, le pesaban. Utilizó plantas y se revolcó en el rocío del amanecer sin resultado alguno: las arrugas no desaparecían. Era tiempo, entonces, de seguir los consejos de las brujas usando la sangre de las muchachas. Había llegado el momento de asomarse al lago de todas las fuerzas.

Para los cristianos, la sangre que fluye de las llagas de Cristo y que se recoge en el grial es el brebaje de la inmortalidad. Erzsébet se apoyaba en estas creencias con las que, seguramente sin proponérselo, la religión incentiva el vampirismo. Para la Biblia la sangre evoca la muerte pero también es la vida. Por ello, y sintiendo crecer en su interior el derecho de inmolarlas, la Condesa pensaba de las jóvenes: su sangre no las llevará más allá; la que va a vivir ahora de ella soy yo.

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