Las menciones a la Magdalena como la esposa de Cristo en los primeros autores cristianos, y los recelos que hacia ella poseían algunos apóstoles ya que se sentían en un claro segundo plano, según nos relatan los evangelios apócrifos, parece disipar las dudas a este respecto.
El famoso pasaje que describe las Bodas de Caná ha sido interpretado como la propia unión de Jesús con la Magdalena.
Quizás sea un argumento definitivo el hecho de que en el Nuevo Testamento, en seis de las siete menciones a las mujeres que acompañaban a Jesús, la Magdalena aparece en primer lugar, por delante, incluso, de María, la madre de Cristo.
Esta nueva visión de la vida de Jesús debió de calar profundamente en el sur de Francia tras conocer que hasta allí se había trasladado la Magdalena acompañada de su familia. Precisamente la zona de Provenza sufría profundamente la corrupción de la Iglesia Católica.
Tras abandonar descaradamente el mensaje del evangelio, el clero se dedicó a la vida mundana y despótica, explotando a las capas más bajas de la sociedad. En este marco histórico no es de extrañar que surgieran multitud de sectas y grupos heréticos contrarios a las leyes establecidas por la Iglesia, y que pregonaran un nuevo cristianismo, más igualitario, en el que curiosamente el factor femenino, quizás por ese reflejo de laMagdalena, tuvo una marcada importancia. Por ejemplo entre los cátaros estaba permitido que la mujer evangelizara, al igual que siglos atrás hiciera María Magdalena.
Como si se tratara de un puzzle histórico gigantesco, hay algunas pruebas que parecen señalar que la vida de la Magdalena en el sur de Francia y todas sus consecuencias, están más cerca de la realidad que de la leyenda. Varias tradiciones medievales, por supuesto heréticas, afirman que tras la muerte de Jesús en la cruz, María Magdalena y José de Arimatea huyeron hasta Egipto para instalarse en la ciudad de Alejandría.
Tras pasar allí unos años, la Magdalena acompañada de nuevo por José de Arimatea, tomó un nuevo barco que la llevaría aún más lejos de las costas de Palestina, el sur de Francia. Margaret Starbird señala varios estudios realizados por arqueólogos y lingüistas sobre topónimos y algunas leyendas de diferentes partes del sur de Francia.
Quizás el más sorprendente descubrimiento de todos sea la fiesta que se realiza cada año entre el 23 y el 25 de mayo en la pequeña ciudad de Saint-Maries-de-la-Mer. Allí se venera en una de las capillas de la iglesia la imagen de santa Sara la egipcia, denominada también Sara Kali, la reina “negra”, color que viene de la policromía de la figura.
El origen de tan curiosa celebración se encuentra más allá de la imagen de Sara la egipcia. Indagando en el trasfondo de la tradición se comprobó que realmente a quien se adoraba era un niño “egipcio”, que acompañaba a María Magdalena, a Marta y a Lázaro cuando llegaron en el año 42 a las costas de Francia. La interpretación que han formulado los especialistas se presenta a todas luces estremecedora.
Al parecer, la razón de la huida de la Magdalena hacia Egipto era su estado de buena esperanza, fruto de su relación con Jesús. Doce años después de nacer en Alejandría, la criatura se trasladó hasta Francia acompañada de su familia.
Más tarde la tradición identificó la imagen de un niño egipcio con el color negro, color que fue empleado en la decoración de la imagen de Sara la egipcia.