Es mi rostro un llanto amordazado,
cuyo ejército de lágrimas tardías
transitan mi silencio enlutado,
declarando las horas malheridas.
¡Cómo añoro unos que reciban
este inmenso lamento contenido!
¡Cómo ansío un ocaso que recoja
este aliento enfermo y sometido!
Tengo ganas de desgarrarme la ,
de expulsar este veneno que me inunda;
de forzar severa y pronta una ,
sin este preludio hiriente que me abunda.
Son mis dedos barranco a esta agonía,
que pretenden arrojar este tormento,
con agria declamar las letanías
que acaben este mísero sentimiento.