EL ARQUERO Y SU MADRE ÁGUILA



A veces tengo la impresión de que me paso más tiempo remendando agujeros que escribiendo poemas. Aunque hace ya bastante tiempo me prometí que cada día me daría la oportunidad de escribir un nuevo poema, entretanto sé que cada día me traerá un nuevo agujero en los pantalones de arquero de mi hijo. Y esos pantalones son especiales, nada de baratos, ellos los necesitan con un acolchado para amortiguar las caídas y aterrizadas. Yo no sé cómo él lo logra pero no pasa una semana sin que me saluden sarcásticos los agujeros desde su forada sonrisa. Será que comparto la misma ocupación con otras mamás de arqueros? Como sea, ya soy una experta, mi remiendo queda mejor que el original, dura al menos otra semana. 
Mientras le daba a la aguja ayer pensaba qué cosa sería lo que tendría que aprender para mi vida realizando esta sísifa tarea cotidiana. Miré el agujero, mi remiendo, no me lo van a creer, pero me vi reflejada en el agujero. Sí, la misma pasión y obsesión que me ha obligado a llenar miles de papeles con mis versos, esa misma pasión causó los agujeros. 
Se necesita ser bien gallo para volar por los aires y atajar un penal, si el arquero se pone a pensar en las consecuencias no ataja nada. Así mismo pasa con los poemas, con los libros. Si se piensa en las consecuencias que traerá mostrar lo escrito, se queda uno mejor callado, no se abre la boca para salir intacto de la experiencia. 
Es que un hijo es un espejo, pero un espejo que no devuelve la imagen idéntica, sino transformada, sí, superada. Ese reflejo es una actividad santa, hay que llegar a ella con el corazón abierto para no causar abuso. Mucho más allá del sacrificio, de la soledad, de la fortaleza multitasting que requiere criar a otro ser humano, mucho más allá hay una verdad que le habla a uno sólo, una verdad que surge en el pulso del intercambio.
Un hijo es un espejo, pero también el de papel o el de cualquier materia que nos hemos propuesto parir y criar. Si te entregas al proceso sin temor al agujero- la consecuencia- si estás consciente que no en la jerarquía sino en el desarrollo respetuoso del otro está la ciencia, llega un momento en el que te experimentas a ti mismo, una parte de ti, lo que fuiste.

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