Una bomba desactivada en Leptis Magna, Libia, deja en claro cuál es el objetivo de los yihadistas tanto en Medio Oriente como en los territorios que aspiran a conquistar para extender su califato
La ciudad está a 120 kilómetros de Trípoli, capital de Libia, y a 330 de Sirte, uno de los reductos que la filial del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) ha logrado conquistar en el país norafricano. Leptis Magna es una de sus antigüedades más preciadas, pero su origen romano la convirtió en objeto de odio hoy, a casi dos milenios de su momento de gloria.
El diario francés Liberation indica que el alerta por la suerte que pueden correr las reliquias libias si continúa el avance de los yihadistas ya ha sido enviado a Unesco. Paul Bennett, jefe de la sociedad de estudios libios son sede en Reino Unido, y el italiano Darío Franceschini, ministro de Cultura, alertaron sobre la "extrema preocupación acerca de la antigüedades de Libia".
Se ha propuesto también la creación de "fuerzas de paz de la cultura" para proteger a los sitios designados patrimonios de la humanidad. Leptis Magna lo es desde 1982. Hace pocos días, una bomba de 40 kilogramos fue desactivada allí. Tenía el objetivo de volar uno de los símbolos más fuertes de la era preislámica en la región. Nadie cree que sea el último intento de ISIS por destruir la ciudad.
"La ciudad vivió su época dorada con la llegada al poder del emperador Septimio Severo en 193", explica el guía turístico Abdulkarim Nabata a Liberation: "Oriundo de Leptis Magna, hizo de su casa la capital de África".
En el año 203 se erigió un arco de triunfo en su honor, en la intersección de los dos caminos principales: Cardo y Decumanus. Era en realidad un obstáculo que obligaba a detener a los transportes, ya que estaba elevado sobre el terreno. ¿Por qué construir semejante estructura y complicar la circulación?
HAY UN GIGANTESCO ARCO DE TRIUNFO CONSTRUIDO EN EL AÑO 203
"Para pasar por debajo de una de las cuatro entradas de arco, hay que subir tres pequeños pasos. Los constructores querían obligar a las caravanas que venían de dentro de África a desmontar para admirar el arco", explica Nabata.
La representación de Septimio Severo -primer emperador africano conocido- tiene una toga en la cabeza, está rodeado de los divinos Minerva y Hércules y se erige sobre la construcción de unos 20 metros de altura en su punto máximo. Sin dudas, en su época debió haber impresionado a quienes la veían.
Un desfile de ISIS por Benghazi, al este de Libia. La amenaza yihadista es cada vez más grande
Patrullaje permanente
Las 46 hectáreas de Leptis Magna tienen custodia permanente. Algunos de los milicianos que la recorren para protegerla con sus fusiles kalashnikov han estado allí desde que no se la explotaba para el turismo: "¿Ve el anfiteatro? Antes era el campo de trigo de mi padre", relata Ali Arabesh, uno de los jefes de los voluntarios.
"Debemos aprender las lecciones de lo ocurrido en Irak y Egipto. Después de la revolución (se refiere a la que derrocó a Muammar Khadafi en 2011) hemos creado equipos de voluntarios, unos 50. Algunos han abandonado sus trabajos para cuidar de este sitio", asegura Arabesh.
"¿VE EL ANFITEATRO? ANTES ERA EL CAMPO DE TRIGO DE MI PADRE"
"Alí nos ayuda a reconocer las antiguas piedras, que son insustituibles, para protegerlas. Los países que no conocen su pasado no tienen futuro", agrega Aschraf, uno de los subordinados de Arabesh. Estos personajes se comportan como verdaderos policías de un Patrimonio de la Humanidad que estaría totalmente abandonado a su suerte si no fuera por su interés.
La cantidad de voluntarios, sin embargo, es variable. "Hay más cuando hay buen tiempo. Patrullar es un paseo agradable en esos casos, mucho más que cuando llueve", admite el representante del Departamento de Arqueología de Leptis Magna.
De todos modos, las medidas de seguridad no lucen invulnerables. Ni mucho menos. Al puñado de milicianos hay que agregarle una precaria alambrada perimetral. Y eso es todo. Poco para tanto territorio, repleto de lugares accesibles y hasta con una salida al mar.
En el templo hay granito de Asuán, Egipto, y mármol importado desde Grecia, un clásico en los baños de los libios de la clase alta. Las columnas tienen capiteles de hojas de acanto, también al estilo griego, pero en su base se filtra un detalle propio de Siria y Palestina: flores de loto.