Dibujo referencial de soldado español
Este es uno de los casos más extraños además de llamativos correspondientes a los temas de las "teletrasportaciones" o "viajes en el espacio". Es decir, aquellas historias en las que se aseguran que un personaje se encontraba en un lugar determinado y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en otro lugar, por lo general, demasiado distante como para que aquel movimiento tuviera una explicación lógica.
El caso del soldado Gil Pérez
Este extraño caso ocurrió la mañana del 24 de octubre de 1593 en la Plaza Mayor de la ciudad de México. Ese día, apareció como si viniera de la nada, en medio de la plaza, un soldado español identificado como Gil Pérez. Estaba vestido con un uniforme militar que no era el que vestían los militares en esa tierra y llevaba como arma un arcabuz. Se le veía desorientado, pero a la vez, pedía a quien lo viera que se identificase y que le dijera en qué lugar se encontraba.
En medio de la confusión, el soldado comenzó a contar su extraña historia a quién le escuchara. Según él, antes de aparecer en la ciudad de México, estaba haciendo la guardia nocturna en una fortaleza militar española ubicado en Manila, la capital de la isla de Filipinas pero que de pronto, sin saber cómo, apareció en esa plaza, es decir, a más de 15 mil kilómetros del lugar en donde minutos antes se encontraba.
Tomando en cuenta que un viaje en barco podría tardar más de tres meses a través del Océano Pacífico, el soldado se encontraba contrariado y sumamente extrañado de aquel hecho insólito, de aquel viaje inmediato.
La prueba: la muerte del gobernador
Evidentemente, un hombre desorientado, que aparece de pronto en la plaza gritando a las personas y que dice que hace unos minutos se encontraba patrullando en el muro de una fortaleza a miles de kilómetros de distancia, fácilmente pudo ser tratado como un loco, sin embargo, el soldado, en medio de sus explicaciones dio un detalle que dejó a muchos perplejos.
Mientras contaba su historia, el soldado señaló que lo último que recuerda de su guardia nocturna en la fortaleza de Manila, fue que le dieron la noticia de la muerte del gobernador de Filipinas Gómez Pérez Dasmariñas, durante una expedición de conquista.
Esta información luego se comprobó con la llegada de un Galeón de Manila a México, muchos meses después. Se supo por las noticias que traían los marineros que el gobernador había muerto asesinado por un hachazo en la cabeza a manos de rebeldes chinos.
La muerte del gobernador ha sido confirmada por muchos historiadores y dan como fecha de su fallecimiento el día 25 de octubre de 1593.
Perdonado por la Inquisición
Sin embargo, hasta que llegó el Galeón a México, no se sabía si el hombre decía o no la verdad. Pero tal historia ya era motivo suficiente para llamar la atención de la Santa Inquisición. Tomado más por loco y desertor que como un ser de prodigios divinos o demoníacos, la Inquisición apresó al soldado y lo envió a prisión.
No obstante, fue disculpado tiempo después (quizá si se hubiera confimado que lo que decía del gobernador era verdad, le hubiera ido peor) y se le envió de regreso a Filipinas. Se dice que llegó a comprobarse que el soldado sí pertenecía a la guarnición de Manila. Pérez regresó a Filipinas y se quedó allí hasta el día de su muerte.
Así lo cuenta el tradicionista mexicano Artemio del Valle Arizpe, en su libro Historia, tradiciones y leyendas de las calles de México, publicado en 1957.
"Los señores inquisidores contra la herética pravedad y apostasía, no estuvieron nada bien en el desempeño de su delicado oficio, pues sólo echaron al soldado en un calabozo húmedo, estrecho, oscuro, hediondo, mas no le dieron ningún tormento, ninguno, ¡Señor! Ni una sola vez lo descoyuntaron, ni le retorcieron el cuerpo, ni le pegaron en los hierros candentes, ni le aplastaron los pies entre los torniquetes, ni le quebraron un solo hueso, ni el más pequeño, ¡caramba!, ni le desgarraron las carnes a azotes ni siquiera le hicieron tragar unos cuantos cuartillos de agua; nada, nada, sino que lo sentenciaron a que volviera a Manila, no ya con la violenta rapidez con que se trasladó a la Nueva España, en solo una noche, sino en el galeón que iba a zarpar en esos días del puerto de Acapulco. ¡Vaya una sentencia! ¡Para eso más valía que ni lo hubiesen aprehendido! ¡Lástima!"
Testimonio de un cronista español
Uno de los registros históricos y de importancia de este hecho, lo proporciona el cronista español, afincado en Filipinas, fray Gaspar de San Agustín (1650-1724), quien asegura que en su viaje a la isla, muchos le confirmaron la extraña desaparición de este soldado español.
De este hecho, el fray Gaspar resume esta historia en un texto de 1698, de la manera siguiente:
“Es digno de ponderación que el mismo día que sucedió la tragedia de Gómez Pérez, se supo en México por arte de Satanás; de quien valiéndose algunas mujeres inclinadas a semejantes agilidades, transplantaron a la plaza de México a un soldado que estaba haciendo posta una noche en una Garita de la Muralla de Manila, y fue ejecutado tan sin sentirlo el soldado, que por la mañana lo hallaron paseándose con sus armas en la plaza de México, preguntando el nombre de cuantos pasaban. Pero el Santo Oficio de la Inquisición de aquella ciudad le mando volver a estas islas, donde lo conocieron muchos, que me aseguraron la certeza de este suceso…”. (Conquista de las Islas Filipinas, Madrid, 1698. Parte primera)
Evidentemente, para muchos es solo una leyenda urbana, para otros, un caso extraordinario, registrado por cronistas de la época y que algo de cierto tuvo que tener para causar tanta conmoción tanto en Filipinas como en México y para quedar tan recordado y registrado en la memoria de las gentes. ¿Ustedes qué opinan?