¿Qué es una herida sin dolor
o un amor sin sacrificio?
Nada. La falsa apariencia de una rosa
a la que ya no afligen las espinas,
un dolor domesticado, falaz, despojado
de toda poesía, una belleza impostada
que no seduce ni embelesa ni cautiva.
Algo fútil e inocuo, un simulacro,
un engaño bien urdido,
algo que nadie deseará
si aún desea algo en la vida.
Ese dolor domesticado
tan común en nuestros días
al que algunos –pobres ignaros–
llaman amor en su estulticia
es una máscara sin misterio que no da miedo,
sino risa; amistad más que amor;
connivencia, que no riña.
Y es que el amor, iconoclasta, no tolera medias tintas.
El amor es una enfermedad que no se elige; te fusila.
El amor es vitriolo y sosa cáustica y el único
ungüento capaz de bizma
¿Para qué vivir si no es muriendo
por algo que al matarte te da vida?
o un amor sin sacrificio?
Nada. La falsa apariencia de una rosa
a la que ya no afligen las espinas,
un dolor domesticado, falaz, despojado
de toda poesía, una belleza impostada
que no seduce ni embelesa ni cautiva.
Algo fútil e inocuo, un simulacro,
un engaño bien urdido,
algo que nadie deseará
si aún desea algo en la vida.
Ese dolor domesticado
tan común en nuestros días
al que algunos –pobres ignaros–
llaman amor en su estulticia
es una máscara sin misterio que no da miedo,
sino risa; amistad más que amor;
connivencia, que no riña.
Y es que el amor, iconoclasta, no tolera medias tintas.
El amor es una enfermedad que no se elige; te fusila.
El amor es vitriolo y sosa cáustica y el único
ungüento capaz de bizma
¿Para qué vivir si no es muriendo
por algo que al matarte te da vida?