SIEMPRE FIRME

 El poeta debe tener siempre firme su cualidad como creador.




Los poetas pertenecemos a la duda, a la búsqueda de la verdad más que a nosotros mismos. La  poesía es una salvación a la realidad que nos persigue. El prodigio del asombro permite al poeta colocar un dique sobre correr del tiempo, para crear un sitio donde revienten los olvidos como la marea.
El poeta busca la fertilidad de la palabra, el germen del misterio para hacerlo madurar, un arsenal de símbolos con qué enmarañar el silencio y crear su propio mundo. Un mundo infinitamente profundo que pueda tocar la raíces de su alma y el cual sea más perdurable que el que ya habita. Porque cabe decir que parte de los indultos de ser poeta es el traducir el presentimiento de los sentidos, apoderarse de la nada, mirar el trasfondo de los objetos. Privilegios o no de poseer una intuición que permite que el discernimiento vaya más allá de las imágenes, más allá del juicio, tal vez como una metamorfosis de lo invisible a la palabra.
Porque la poesía como cualquier obra de arte es buena siempre que se haya creado desde el más puro estado de necesidad, como un golpe de energía íntima.
Ese impulso de creación nace a partir de una conciencia noble y sincera para sí mismos. El poeta debe tener siempre firme su cualidad como creador. Y ante todo no perder el asombro, ya que la poesía se encuentra a la vista de todos, mas no ante la intuición de cualquiera.

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