Escalofriante relato de un sobreviviente del sismo en Taiwán

Continúa el rescate de víctimas aún desaparecidas bajo un edificio como consecuencia de un fuerte sismo en Taiwán. EFE
Tras pasar  20 horas apoyado contra una pared para evitar aplastar a su novia, las fuerzas de Ko Ching-chung se agotaron. La joven pareja quedó atrapada en el derrumbe del complejo de departamentos Dragón Dorado Weiguan en la madrugada del sábado, tras un potente terremoto que sacudió la ciudad de Tainan, en el sur de Taiwán. En el exterior, los rescatistas trabajaban sin descanso para encontrar sobrevivientes entre esa mole de cemento destrozado y los hierros retorcidos. 
“Hacia el final, a decir verdad, ya me había rendido'', dijo ayer Ko a la cadena de TV taiwanesa FTV desde la cama de su hospital, un día después de que él y su novia fueran rescatados.
“No me quedaba fuerza para sujetarme más tiempo. Mi cuerpo cayó sobre ella. Pronto, ella no podría respirar. Le dije que tenía que tumbarme encima y me dijo: 'Por mi está bien'''. Poco después, los rescatistas escucharon la voz de la mujer y sacaron a la pareja de entre los escombros. 
La pareja tuvo la dicha de estar entre las más de 300 personas que sobrevivieron a una tragedia que, hasta hoy, se había cobrado 40 vidas. Más de cien personas siguen desaparecidas tres días después del derrumbe.
Ko dijo que su principal deseo tras ser rescatado era reunirse con sus seres queridos, especialmente con su madre, que esperó ansiosa en las inmediaciones del edificio. La mamá dijo que se estremeció cuando los rescatistas le dijeron que solo podían escuchar una voz de mujer. “Fue muy difícil y horrible. Pero siguieron excavando y entonces escucharon su voz'', agregó. “En ese momento, me sentí agradecida a los dioses en el cielo y la tierra y a todas las bendiciones que nos dio la gente”.
Entre los sobrevivientes está Lin Su-chin, una niña de 8 años que fue rescatada ayer junto a su tía de 28, Chen Mei-jih. Hpy, Lin se había recuperado lo suficiente de su dura experiencia, que duró 61 horas, para intercambiar unas cuentas palabras con su padre y sus abuelos, fundamentalmente para pedirles su comida favorita. “Quiero comer gelatina, helado (...) quiero comer muchas cosas'', dijo Lin.

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