Satanael, el “ángel caído”

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En esta experiencia tuve fuertes visiones, donde vi emplear armas terribles y mortíferas, sumándose a ello el esfuerzo por ambos líderes opuestos de la guerra - Orión y Escorpio - en concentrar su avance tecnológico para la creación de nuevas armas y, por si todo ello fuera poco, “ejércitos de clones”.

En Orión se creó genéticamente una raza a servicio de esta verdadera “Guerra de Galaxias”. Aunque de cuerpo frágil y pequeña estatura, aquellos hombrecillos grises serían dotados de una gran capacidad de aprendizaje, constituyéndose en poderosos científicos y operadores de tecnología. Eran los principales aliados de los oriones. Su apariencia me recordaba a la descripción de los “grises”.

En medio de todo este panorama un ser Orión resaltaba por su papel en la Guerra. Se trataba de una entidad de rasgos humanoides, alta y esbelta, de tez blanca y largos cabellos negros. Era un varón de ojos claros, profundos, penetrantes. Aquel Vigilante de la estrella Rigel era el propio Satanael. Me sorprendió verle con esa apariencia y no como un humanoide reptil.

Supe entonces que “ellos” no siempre guardaron el mismo aspecto, y que podían “mudar” de cuerpo.

Debido al avance evolutivo que lograron, al morir y encarnar nuevamente, los extraterrestres de Orión no pierden el recuerdo de la experiencia adquirida en la vida anterior. Poseen una “conciencia lineal”. Por ello, en un procedimiento que no podemos comprender aun en la Tierra, decidieron construir sus propios cuerpos o réplicas adultas, para ser ocupadas si su vehí*** material era destruido o se detectaba ya inservible. Era como cambiar de ropa.


Satanael, conmovido por el peligroso desarrollo de la guerra - y esto sonará desconcertante - llevó a cabo una intensa campaña por conseguir una tregua en medio del enfrentamiento cósmico, lo cual logró, entrevistándose inclusive con el mismísimo Consejo de Antares. Fue el inicio de la paz.

Sin duda, capítulos ignorados de nuestra historia cósmica como la Guerra Antigua, nos enseña que ascender en la escala evolutiva no nos libra de cometer errores. Mientras más alto se asciende, la caída puede ser más fuerte. Y ello fue lo que ocurrió con aquellas milenarias civilizaciones extraterrestres.

Olvidaron “algo”.

En aquella Gran Guerra estuvieron involucradas 33 civilizaciones extraterrestres. Y fruto de la paz y el intercambio mutuo en armonía, se creó el “Consejo de los 33”, con un representante por cada civilización. Satanael, por sus denodados esfuerzos en pos de la paz, fue elegido por unanimidad para ser el representante de Orión...

El número 33, no está demás decirlo, tiene su secreto en este acontecimiento.

El lugar elegido para cobijar esta iniciativa cósmica sería aquel planeta azul que viese al inicio de la experiencia. Lo llamaban Ahelón, en aquel tiempo la sede de tres importantes Consejos: El de los 14 de Orión, el de los 24 Ancianos de la Galaxia, y el recién establecido Consejo de los 33, la base de operaciones de los “Emisarios de la Paz Galáctica” (no confundir con la llamada Hermandad Blanca de la Gran Estrella o Gobierno del Universo Local, constituido por 33 miembros: los 24 Ancianos y los 9 de Andrómeda).

Entonces se construyó una gran nave, blanca como la nieve, y de forma triangular como las siluetas de las pirámides de Egipto. Esta gran nave llevaría a los 33 a visitar diferentes mundos para sembrar aquel llamado a formar parte de Confederación Galáctica.

Hicieron esto en nueve ocasiones, antes que llegara un insólito emisario al Consejo de los 14 de Orión.

LA INSURRECCIÓN DE SATANAEL

Y he aquí que se me mostró la sede del Consejo de los 14 de Orión, recibiendo la visita de un extraño. Venía de muy lejos.

Aquel visitante, que irrumpía sin previo aviso en el Consejo de Orión, disfrazaba hábilmente su secreto origen. No era un ser extraterrestre. Se trataba en realidad de una entidad llamada Luzbel, uno de los “resplandecientes” del Universo Mental, que había logrado “auto-otorgarse” en Orión - empleando para ello un cuerpo extraterrestre - con la intención de influir directamente en el Consejo, y llevar nuevamente a los oriones a una guerra. Una guerra que buscaba destruir a “los hijos de Orión”, o más bien, sus hermanos: la humanidad de la Tierra.

El Consejo de Orión supo mantenerse ajeno a las oscuras intenciones del visitante. Sin embargo, las ideas de Luzbel - eje de la saga del Plan Cósmico - iban ganando terreno y simpatizantes.

Entonces aquella entidad puso sus ojos en Satanael, el antiguo General de los Vigilantes de Orión.

Satanael caería en las tinieblas, transformándose en el principal seguidor de la causa de Luzbel: evitar que el denominado Plan Cósmico fluyera con los seres humanos como esperanza de cambio en el Universo.

El argumento de Luzbel hacía alusión a los primeros seres del Universo Material que vinieron a la Tierra hace unos tres mil millones de años, instalándose en bases submarinas en la Antártica - cuando esta se hallaba en el ecuador - en un escenario planetario donde los mares eran ácidos. Aquellos visitantes provenían de la Constelación del Cisne, a 6.000 años luz de nuestro Sistema Solar.



Como nos enseñaron los Guías, aquellos científicos espaciales sembraron esporas en nuestro mundo, con la intención de cambiar la acidez de los mares y convertirlos en alcalinos, y así modificar las condiciones químicas del planeta para depositar una molécula auto-replicante, que derivaría más tarde en el desarrollo de formas de vida complejas.

La vida llegó del espacio. Fue sembrada por ellos.

Y la molécula “madre” que depositaron, provenía de la Gran Nebulosa de Orión. He allí la clave.

Sin embargo, el ser “hijos” de Orión no era lo más terrible, sino que habíamos sido destinados a superar la crisis del estancamiento evolutivo que afectaba al Universo, y que sólo podía ser vencida por una humanidad que conectara los tres planos (Físico-Mental-Espiritual), afrontando el tránsito hacia esferas superiores a través de una conexión vivencial.

Los extraterrestres la habían “perdido” al volverse demasiado mentales, al punto de no fluir correctamente en la ley de libre albedrío que involucra a todas las formas de vida del Universo Material. Por ello el Plan Cósmico se aplicó a nuevas humanidades como la nuestra, y no con las más antiguas por hallarse condicionadas a la dinámica anterior de comportamiento.

Sin embargo no era así para Luzbel.

De alguna u otra forma logró convencer a Satanael de que la humanidad de la Tierra debía ser destruida. Y por si fuera poco, hasta afirmarle que constituíamos un peligro para los mismísimos oriones, por cuanto en un futuro, tarde o temprano, les destruiríamos al convertirnos en una civilización más poderosa.

Todo esto era un golpe muy estudiado, pues, si el Resplandeciente lograba polarizar a Satanael, sabía que el antiguo General de Vigilantes y hoy maestro representante de todo Orión, contaría con miríadas de seguidores. Y así fue.

En cierta medida, estas escenas - reconozco difíciles de aceptar - guardan similitud con la enseñanza de algunas religiones y filosofías sobre “Guerras en el Cielo” y “ángeles caídos”.

Curiosamente, Satanael recuerda al Satanás bíblico, que dichos sea de paso su nombre hebreo significa “El Adversario”.



En primera instancia, el propio Satanael intentó convencer al mismísimo Consejo de los 14 para enviar una avanzada de aniquilamiento a la Tierra. Y al igual que su mentor, Luzbel, no tuvo éxito.

De hecho, los sabios maestros del Consejo comprendían que la propia existencia de la humanidad era parte de aquel plan superior, una estrategia que buscaba que nuevas formas de vida, pero con los mismos inconvenientes que ellos - como la tendencia guerrera y colonizadora, por ello se habría sembrado la vida en la Tierra con patrones de Orión - pudiese encontrar el “eslabón perdido” que permitiría restituir el orden quebrantado y por consecuencia alcanzar grados superiores de evolución.

Empero Satanael no comprendía. Estaba lleno de odio.

Algunos apartes de esta historia ya los conocía. Pero no todos... Y era muy diferente pasar de conocerlos a “verlos”, “vivirlos”, “sentirlos”. E inclusive - y los más intenso - “recordarlos”.Entonces vi cómo Satanael, frente al Consejo de Orión y poseído de ira - algo extraño para un Vigilante que generalmente controla casi como una máquina sus emociones-, levantó su larga y extraña arma con la cual disparó espantosas energías - como si fuese un fuego eléctrico - hacia los miembros del Consejo. Les destruyó a todos.

Era el inicio de la rebelión.

Con el tiempo entendí que el Consejo “había permitido” que este incidente ocurriese para justificar, como una medida de emergencia, el traslado de los consejos supremos a otras regiones del espacio más seguras. Por ello la sede actual de los “24 Ancianos” se encuentra actualmente en Ganímedes. Fue trasladada a la luna de Júpiter luego de aquel violento episodio.

Y así, luego de ver y asimilar las fuertes sensaciones que produjo en mí esta escena, se me mostró el punto de conexión con la llegada de Luzbel a Orión.

Era una gigantesca puerta estelar, emanada desde la estrella Mintaka.
“Esta puerta, es una grieta de luz que comunica los Universos, un fenómeno que sólo se da en el núcleo de algunas galaxias y estrellas”.

-Esa puerta, ¿adónde conduce? - pregunté a la voz que me guiaba en esta experiencia.

“La energía de esta puerta fue la que te trajo hasta aquí. Es el faro que guía en los viajes estelares que conectan a Orión. Pero es más que eso. También es una ventana que conecta con el Universo Mental...”

-¿Puedo ver el Universo Mental?

“No puedes”. “Pero verás su reflejo, y quienes habitan allí...”
Y lo vi. Y aunque recuerdo todo esto, no puedo describirlo. Cierro mis ojos y lo veo nuevamente, más no sé cómo relatarlo. Si lo hiciese, si al menos lo intentase, ya no sería lo que observé...

Sólo lo puedo “ver” y “recrear” en mi mente.

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