Todo esto sucedió hace mucho tiempo y, desde entonces, la tierra es inhabitable,
los humanos, si así puede llamárseles, olfatean por todos lados y reptan.
Y acaso yo hubiere ido, hubiese viajado teletransportado a otro planeta,
y explorado lejos otras lunas y conocido lugares entre los asteroides
menos hostiles y hubiese olvidado las victorias de unos pocos
que sólo fueron las derrotas para la mayoría.
Pero no, ahora que me descongelaron después de ciento cincuenta años,
no puedo acostumbrarme aún a vivir en esta insatisfacción que tal vez
irá suavizándose con las décadas siguientes entre los monitores
macromoleculares y las vibraciones antigravitatorias espirales.
Sí, y esto es posible, aún lo creo, bueno, más bien quiero que así sea,
y ser apenas un malestar en el recuerdo, no demasiado insoportable
que me impida trabajar, al menos en la fantasia creativa del coloide
psicocibernético de las analogías humanoides... Y hasta desplazarme
por las líneas de tiempo concentrado en las fibras neuronales artificiales
que me han colocado cuidadosamente los diligentes nanorobots de las
ondas ultrasónicas transgénicas.
Afuera de la cápsula, el polvo radioactivo estaba empañando el fuego
carmesí del tercer sol y el inmenso lago flotante era absolutamente
estéril, ocultaba la perversidad cibernética del último siglo en el
castaño opaco de la superficie áspera y viscosa.
Tú no eres tú, ni humano ni androide, tú eres sólo nadie y tu ira
una simple chispa sin precedentes, olvidado, malherido en el alma,
del golpe fiero del carbón podrido y oxidado, del infame nitrógeno caduco
entre el hidrógeno tóxico de la naturaleza humana incapaz de cambiarse
por la voluntad razonable del menor sentimiento de humanidad auténtica.
¡Eso me decía!... Vaya pensamiento ingenuo en la cándida esperanza del
mañana puede ser mejor, si así lo queremos de corazón...
Pero ¿Cuál?... Ningun corazón pensaba racionalmente, estaba atrapado
en palpitar sólo ante la sexualidad vulgar, la muerte hecha negocio, la violencia
gratuita y barata... Y los híbridos sólo metaloides de teorética desteñida.
Si tan sólo una vez se hubiese querido de verdad, ahora se tendría un cierto
consuelo con sólo apreciar qué algo se puede cambiar de la naturaleza
humana destructiva, de la cobardía sin paredes, de la piedra hecha pensamiento,
en lugar de tantas cruces y hombres muertos en el fondo del pecho y dónde
las lágrimas no alcanzan...
No, uno no puede menos que darse pena cuando ve su interior expresado
en otros hambrientos de sentimientos genuinos de comprensión y hermandad.
Pero después del gran conflicto estaba en las peores condiciones posibles.
Mis circuitos fueron inútiles... Si bien al principio creí que teniamos la oportunidad,
y como híbridos no podiamos negarnos a cruzar las barreras impuesta por la cruel
manipulación de las masas inermes. Con el espíritu indefenso, con la consciencia
amorfa, sólo el lodo de las ancestrales leyendas de muchos planetas y lunas...
Pues bien, uno tiene la mirada fija en los siete pares de ojos laterales y el analizador
emotivo regulador de conductas implícitas, como el ámbar que florece en un vergel.
Y por eso no se da cuenta de lo que pasa a su derredor. La misma historia de abusos
y atrocidad inhumana indiscriminada del grande sobre el pequeño, del lagarto con
el cuerpo de hombre, de los gusanos habitantes en el fondo de la más mínima consciencia.
Así sucedió que las más grandes y populosas urbes del mundo conocido, se hallaron
al fin, sumidas en un silencio profundísimo, inusitado y paralizadas en el íntimo juicio.
Pues la información masiva se hizo a tal grado psicotóxica que prácticamente nadie
quedaba al márgen, ésta sólo era una masa dañina de sexo excesivo, armas y privación
de la vida, la violencia como negocio, y las leyes, sólo ruido de herramientas gastadas
oxidadas en las mismas esquinas del aire.
Ese es hoy mi problema. ¿Qué voy a hacer?...
Hace varios años que no puedo distender las fibras del espectro electromagnético
y clonar el sueño ancestral del reposo espiritual prolongado. Me siento culpable.
Y la cortina electrónica es incapaz de filtrar las microvibraciones negativas del pasado
solidificado en la mancha macilenta de las nubes diluídas de los pocos humanos
que aún se resisten a morir en el fondo diáfano de la brillante geometría del casi
extinto humanismo, por más mínimo que sea.
Sin embargo, mi yo ha quedado reducido a algo, ¨algo indefinible¨, no hay analogías
moleculares en las sensaciones, ni dolor, ni placer, ni frío...ni angustia.
La cápsula se detuvo, pero antes de la desintegración creí pensar que alguna cosa
estaba transformando, era una extraña percepción lumínica, comprensiva, total, una
especie de fusión inefable... Muriendo vivo en universal movimiento.
Y es por esto, que partí al infinito... Y pasar a ser quién soy... ¡El último híbrido!.
Todos los derechos de „El último híbrido“ pertenecen a su autor (Joel Fortunato Reyes Pérez).
los humanos, si así puede llamárseles, olfatean por todos lados y reptan.
Y acaso yo hubiere ido, hubiese viajado teletransportado a otro planeta,
y explorado lejos otras lunas y conocido lugares entre los asteroides
menos hostiles y hubiese olvidado las victorias de unos pocos
que sólo fueron las derrotas para la mayoría.
Pero no, ahora que me descongelaron después de ciento cincuenta años,
no puedo acostumbrarme aún a vivir en esta insatisfacción que tal vez
irá suavizándose con las décadas siguientes entre los monitores
macromoleculares y las vibraciones antigravitatorias espirales.
Sí, y esto es posible, aún lo creo, bueno, más bien quiero que así sea,
y ser apenas un malestar en el recuerdo, no demasiado insoportable
que me impida trabajar, al menos en la fantasia creativa del coloide
psicocibernético de las analogías humanoides... Y hasta desplazarme
por las líneas de tiempo concentrado en las fibras neuronales artificiales
que me han colocado cuidadosamente los diligentes nanorobots de las
ondas ultrasónicas transgénicas.
Afuera de la cápsula, el polvo radioactivo estaba empañando el fuego
carmesí del tercer sol y el inmenso lago flotante era absolutamente
estéril, ocultaba la perversidad cibernética del último siglo en el
castaño opaco de la superficie áspera y viscosa.
Tú no eres tú, ni humano ni androide, tú eres sólo nadie y tu ira
una simple chispa sin precedentes, olvidado, malherido en el alma,
del golpe fiero del carbón podrido y oxidado, del infame nitrógeno caduco
entre el hidrógeno tóxico de la naturaleza humana incapaz de cambiarse
por la voluntad razonable del menor sentimiento de humanidad auténtica.
¡Eso me decía!... Vaya pensamiento ingenuo en la cándida esperanza del
mañana puede ser mejor, si así lo queremos de corazón...
Pero ¿Cuál?... Ningun corazón pensaba racionalmente, estaba atrapado
en palpitar sólo ante la sexualidad vulgar, la muerte hecha negocio, la violencia
gratuita y barata... Y los híbridos sólo metaloides de teorética desteñida.
Si tan sólo una vez se hubiese querido de verdad, ahora se tendría un cierto
consuelo con sólo apreciar qué algo se puede cambiar de la naturaleza
humana destructiva, de la cobardía sin paredes, de la piedra hecha pensamiento,
en lugar de tantas cruces y hombres muertos en el fondo del pecho y dónde
las lágrimas no alcanzan...
No, uno no puede menos que darse pena cuando ve su interior expresado
en otros hambrientos de sentimientos genuinos de comprensión y hermandad.
Pero después del gran conflicto estaba en las peores condiciones posibles.
Mis circuitos fueron inútiles... Si bien al principio creí que teniamos la oportunidad,
y como híbridos no podiamos negarnos a cruzar las barreras impuesta por la cruel
manipulación de las masas inermes. Con el espíritu indefenso, con la consciencia
amorfa, sólo el lodo de las ancestrales leyendas de muchos planetas y lunas...
Pues bien, uno tiene la mirada fija en los siete pares de ojos laterales y el analizador
emotivo regulador de conductas implícitas, como el ámbar que florece en un vergel.
Y por eso no se da cuenta de lo que pasa a su derredor. La misma historia de abusos
y atrocidad inhumana indiscriminada del grande sobre el pequeño, del lagarto con
el cuerpo de hombre, de los gusanos habitantes en el fondo de la más mínima consciencia.
Así sucedió que las más grandes y populosas urbes del mundo conocido, se hallaron
al fin, sumidas en un silencio profundísimo, inusitado y paralizadas en el íntimo juicio.
Pues la información masiva se hizo a tal grado psicotóxica que prácticamente nadie
quedaba al márgen, ésta sólo era una masa dañina de sexo excesivo, armas y privación
de la vida, la violencia como negocio, y las leyes, sólo ruido de herramientas gastadas
oxidadas en las mismas esquinas del aire.
Ese es hoy mi problema. ¿Qué voy a hacer?...
Hace varios años que no puedo distender las fibras del espectro electromagnético
y clonar el sueño ancestral del reposo espiritual prolongado. Me siento culpable.
Y la cortina electrónica es incapaz de filtrar las microvibraciones negativas del pasado
solidificado en la mancha macilenta de las nubes diluídas de los pocos humanos
que aún se resisten a morir en el fondo diáfano de la brillante geometría del casi
extinto humanismo, por más mínimo que sea.
Sin embargo, mi yo ha quedado reducido a algo, ¨algo indefinible¨, no hay analogías
moleculares en las sensaciones, ni dolor, ni placer, ni frío...ni angustia.
La cápsula se detuvo, pero antes de la desintegración creí pensar que alguna cosa
estaba transformando, era una extraña percepción lumínica, comprensiva, total, una
especie de fusión inefable... Muriendo vivo en universal movimiento.
Y es por esto, que partí al infinito... Y pasar a ser quién soy... ¡El último híbrido!.
Todos los derechos de „El último híbrido“ pertenecen a su autor (Joel Fortunato Reyes Pérez).