Enlil el violador de tratados

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"Enlil, cuyas órdenes llegan muy lejos,
el de la palabra santa; 
El Señor de la decisión inmutable,
que decreta para siempre los destinos; 
Aquel cuyos ojos abiertos recorren el país. 
Cuya elevada luz escruta el corazón de todos los países; 
Enlil, sentado cómodamente bajo el blanco Palio,
bajo el Palio sublime;
Aquel que cumple los decretos de poderío, de señorío, de realeza. 
Aquel ante quien los dioses de la tierra se inclinan aterrorizados, 
Ante quien se humillan los dioses del cielo...,

De la Ciudad el aspecto impone temor y reverencia...
El impío, el malvado, el opresor,
El..., el delator,
El arrogante, el violador de tratados,
Enlil no tolera sus fechorías dentro de la Ciudad.
La Gran Red...,
No deja que los perversos y malhechores escapen de sus mallas.

Nippur—Santuario donde habita el Padre, el "Gran Monte",
Estrado de abundancia, Ekur que se eleva...,
Alta montaña, noble Localidad...,
Su Príncipe, el "Gran Monte", el Padre Enlil,
Ha establecido su morada en el Estrado del Ekur, sublime santuario.
¡Oh, Templo, cuyas leyes divinas, como el cielo,
no pueden ser derogadas, 
Cuyos ritos sagrados, como la tierra,
no pueden ser sacudidos,
Cuyas leyes divinas son semejantes a las leyes divinas del Abismo:
nadie puede mirarlas, 
Cuyo «corazón» parece un santuario inaccesible,
desconocido como el cénit... 
Cuyas palabras son plegarias. 
Cuya conversación es la súplica..., 
Cuyo ritual es precioso, 
Cuyas fiestas chorrean grasa y leche,
son ricas en abundancia, 
Cuyos almacenes traen el gozo y la dicha...! 
Mansión de Enlil, montaña de fertilidad...

Ekur, mansión de lapislázuli, alta Morada, que hace temblar, 
Cuyo respeto y cuyo terror tocan al cielo, 
Cuya sombra se extiende por todo el país, 
Cuya altura alcanza al mismo corazón del cielo. 
Donde los señores y los príncipes
aportan sus donativos sagrados, sus ofrendas, 
Van a recitar sus plegarias, sus súplicas, sus peticiones.

Oh, Enlil, el pastor sobre quien Tú echas una mirada favorable,
A quien tú has llamado y exaltado en el país...,
Quien aplasta los países extranjeros, por allí donde va:
Libaciones calmantes vendidas de doquier,
Sacrificios extraídos de copioso botín,
He aquí lo que él ha traído; en los almacenes
Y en los vastos patios, ha repartido sus ofrendas.
Es Enlil, el digno Pastor, siempre en movimiento,
Quien del pastor, jefe de todos los que respiran.
Ha hecho nacer la realeza,
Y puesto la corona sagrada sobre la cabeza del rey...

El Cielo, de donde Enlil es el Príncipe;
la Tierra, de donde él es el Grande; 
Los anunnakis, de quienes él es el dios sublime. 
Cuando en su majestad decreta los destinos, 
Ningún dios se atreve a mirarle.
Es únicamente a su glorioso visir, el chambelán Nusku. 
A quien los mandatos y la palabra de su corazón 
El descubre: de ellos le informa, 
Le encarga de ejecutar sus órdenes universales, 
Le confía todas las reglas santas,
todas las leyes divinas.

Sin Enlil, el "Gran Monte",
Ninguna ciudad sería construida, ningún establecimiento fundado: 
Ningún establo sería construido, ningún aprisco instalado; 
Ningún rey sería exaltado, no nacería ni un solo gran sacerdote; 
Ningún sacerdote mah, ninguna gran sacerdotisa
podrían ser escogidos por la aruspicina; 
Los trabajadores no tendrían ni inspector ni capataz...; 
A los ríos, sus aguas de la crecida no los harían desbordar; 
Los peces del mar
no depondrían huevas en el juncal;
Las aves del cielo
no construirían sus nidos en la ancha tierra; 
En el cielo,
las nubes erráticas no darían su humedad; 
Las plantas y las hierbas, gloria de la campiña,
no podrían crecer, 
En el campo y en la pradera,
los ricos cereales no podrían granar; 
Los árboles plantados en el bosque montañoso
no podrían dar sus frutos...".


Mito sumerio, probablemente más antiguo que 3000 años a.c.
Historia Antigua

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