El día que los extraterrestres invadieron la tierra, nadie lo notó. No hubo platillos voladores, rayos de la muerte, histeria colectiva ni alarma mundial. Sólo algunos ociosos con demasiado tiempo libre que se encontraban mirando al cielo pudieron ver un destello en el cielo, demasiado corto para quedaría en el recuerdo. Y eso fue todo.
La gran flota marciana se había reunido en la cara oculta de la luna. Cientos de naves se preparaban para el asalto y toma del planeta azul. La tierra había cometido crímenes contra el universo y ahora pagaría por ello. Cuando el comandante de la expedición dio el vamos, las naves tomaron sus posiciones de batalla y comenzaron a avanzar. La idea era capturar las grandes capitales, apoderarse del espectro radioeléctrico, destruir sus comunicaciones y barrer con todo.
Afortunadamente todo iba bien. Demasiado bien. No habían sido detectados por las defensas terrestre, no habían naves con desperfectos, el mando era uno sin fisuras, un héroe terrestre vigilante no había descubierto los planes, no ocurrieron fallas en las comunicaciones, ningún virus había infectado a las fuerzas de asalto (ni a sus computadores), no se había subestimado la capacidad de reacción terrestre, los astros estaban bien alineados, habían llenado todos los formularios preinvasión y pagado los impuestos correspondiente.
El día de la invasión el cielo terrestre se oscureció.
Un zumbido atronador inundó la atmósfera, como si cientos de miles de gatos ronronean al mismo tiempo. De grandes naves cilíndricas comenzaron a caer pequeñas cápsulas.
Un zumbido atronador inundó la atmósfera, como si cientos de miles de gatos ronronean al mismo tiempo. De grandes naves cilíndricas comenzaron a caer pequeñas cápsulas.
La federación galáctica habían detectado las naves a medio camino entre la luna y el planeta, y habían preparado rápidamente las defensas. Lanzaron todo el arsenal nuclear disponible cuando estaban en el espacio y habían destruido a la avanzada, pero sin lograr detener la oleada invasora. Cuando las naves soltaron las cápsulas, dispararon hacia ellas, pero los proyectiles no le hacían nada a las pequeñas naves. Era como si las atravesaran. De inmediato los terrestres vigilantes se lanzaron a los cazas tras estas pequeñas cajas de no más de un metro de longitud. La batalla fue titánica, pero inútil. Las cápsulas atravesaban los misiles y aviones, y en determinados momentos entraban a la probabilidad de existencia. Al materializarse dentro de otro elemento, lo hacían explotar, pero no eran dañadas pues de inmediato pasaban a la no existencia. De esta forma las cápsulas hicieron pedazos las defensas aéreas.
y entonce ahí donde empieza la operación por la recuperación de los deportados alienígenas en agujeros de gusano en las proximidades.
y luego la destrucción del planeta tierra o prisión FIN