
y la “herradura quemada”. El espejo conjurado consiste en un pequeño espejo de mano que debe llevarse escondido a misa entre las ropas, si es posible, pegado con cinta adhesiva sobre el corazón, durante doce domingos. Así consagrado, los gitanos lo llevan siempre consigo y lo tienen cerca de la cabecera de su cama, en caso de temer que los maldigan por la noche.
Con la herradura se procede igual: hay que llevarla en el zapato izquierdo durante doce domingos. Pero, cumplido este plazo, se la pone sobre carbones encendidos durante doce minutos repitiendo:
“Gana, Gana, Gana, haced que todo mal proveniente de los infiernosse aleje de mí y recaiga sobre aquél que lo produjo. Protégeme y concédeme la eterna armonía. Destierra la desventura y defiéndeme siempre.”
Cada vez que precise del refugio y la ayuda contra el daño y la envidia, pronuncie esta oración y ella le brindará el resguardo solicitado, incluso, si no lleva consigo su amuleto.