De la poesía se suele decir que es un género minoritario por muchos motivos. Quizá porque para entrar en ella hay que forzar la puerta, porque a pesar de su habitual brevedad requiere más atención, tiempo y serenidad que la narrativa ‒bienes de los que solemos carecer‒, porque tanto el poder como los medios de comunicación la han menospreciado, dejándola arrinconada como si fuera un objeto de lujo, porque parece no aportar nada palpable o inmediato a corto plazo, o porque, no faltará quien piense, los poetas suelen ser bichos raros a los que les cuesta conectar con el público.
ORDEN DE RECLUTAMIENTO
Cuando parta
solo llevaré conmigo
una maleta de recuerdos
algunos lamentos
por el amor no dado y no tenido
un poco de nostalgia
por una época de oro fabulosa
siempre imaginada.
Dejaré
un trozo de alma
y un pedazo de corazón
que tendrán vida de palabras.
Cuando parta
querré tener el rostro sereno
y dejar una sonrisa
para aquellos que conmigo
compartieron sueños luminosos
y etéreas esperanzas.
He aquí: el equipaje está preparado.
No espero
pero no estaré demasiado sorprendido
cuando llegue
la orden de reclutamiento.
Sin embargo, esa es la percepción que tenemos de la poesía en el presente occidental. En la cultura árabe, en cambio, este género se considera como una manifestación real de la belleza o de la verdad a través de la palabra. En Emiratos Árabes, por ejemplo, existe un programa de televisión llamado El poeta millonario que se transmite desde Abu Dhabi y que se ha convertido en un auténtico éxito de audiencias, con participantes que llegan a alcanzar la categoría de estrellas mediáticas al nivel de ídolos del pop occidentales y que optan a premios de más de un millón de dólares.
De hecho, tanto poder puede llegar a tener que ha llegado a convertirse en una poderosa herramienta para reclutar yihadistas, como demuestra un reciente estudio realizado por Elisabeth Kendall, una investigadora de la Universidad de Oxford, y del que se ha hecho eco el diario The Guardian. Kendall explica este poder basándose en el aura de autenticidad, legitimidad y tradición que hay en torno a la poesía, lo que permite la manipulación tanto racional como emocional de sus oyentes y lectores. Una tendencia que es todavía más fuerte en zonas donde la tradición oral se mantiene viva y apenas hay Internet ni electricidad, como ocurre en el este de Yemen, donde solo un 3% de la población tiene acceso a la red.
La investigación de Kendall tuvo lugar en la región de Mahra, una zona geográficamente enorme pero muy poco poblada. En el estudio se le pidió a 2.000 personas de ambos sexos con escasa o nula formación que hablaran sobre la importancia que tenía la poesía en sus vidas. Un 74% de los encuestados afirmaba que la poesía era «importante» o «muy importante» en su cultura. Sorprendentemente, la poesía se consideraba mucho más importante en las tribus del desierto que en las ciudades grandes o los asentamientos cercanos a la costa, y especialmente en los individuos pertenecientes a los grupos económicos más deprimidos y con acceso a armas. El estudio incidía en que la presencia de un televisor en la familia o el nivel de educación eran elementos que no tenían ningún impacto en la percepción que se tenía de la poesía. En cambio se descubrió que esta era mucho más importante entre los hombres que entre las mujeres, lo que se explica por el papel que tienen los primeros como recitadores en toda clase de reuniones.
La poesía, más fácil de memorizar y transmitir verbalmente, aparece como contenido habitual de las revistas de ideología yihadista, imitando en muchas ocasiones el estilo clásico del Corán para acentuar el aura de tradición oral y causar más impresión en los lectores. También está presente en Youtube, con vídeos de poemas recitados que acumulan infinidad de visitas y donde el impacto de las palabras se ve reforzado por el uso de imágenes o de música tenue. Estos poemas, que predican el odio, la violencia, el radicalismo y el terrorismo suicida, son una forma de decir lo que no se puede decir con palabras ordinarias. Un discurso de profundas raíces históricas que cala en sociedades poco formadas y deprimidas económicamente.