Un día, tuvo una discusión con Satomi Mitarai, su compañera de clase y mejor amiga. Satomi le dijo que ella era mucho más popular y, luego, publicó en el sitio de Natsumi un mensaje donde la llamó “gorda” y “pretenciosa”. Natsumi se enojó mucho y le exigió que se disculpara. Satomi no prestó atención a la rabia de su amiga y, sin darse cuenta, se convirtió en el foco de su creciente ira.
Natsumi, que había retomado el básquet, volvió a abandonarlo. Esta vez fue por su propia voluntad. Sus notas escolares nuevamente comenzaron a bajar. En su diario escribió: “No me gusta realmente jugar con mis amigos”. Se volvió agresiva con sus compañeros y con su familia. Pateaba a los chicos de su edad y los empujaba con fuerza contra las paredes.
Mientras eso sucedía en el colegio, en casa seguía con su blog dedicado al terror. Se había consolidado como una referente en la red. Estaba obsesionada con la serie de tevé Monday Mystery Theater, donde mucha gente era asesinada con cúters o pequeños cuchillos.
Fue por esas semanas que protagonizó un violento episodio donde amenazó con un cúter a un compañero de clase.
Menos de un mes después del epíteto de “gorda” por parte de Satomi, vendría la venganza real. Sería en un aula y sin testigos directos.
El primero de junio de 2004 la clase entera de Natsumi se reunió en el patio del colegio para hacerse la típica fotografía escolar anual. En esa foto, Natsumi está parada a un par de metros de Satomi, mientras las dos forman la “V” de la Victoria con sus dedos.
Es la última foto de Satomi con vida.
Un cúter para subsanar heridas del alma
Cuando llegó la policía, Natsumi confesó y dijo que lo tenía planeado desde hacía cuatro días. En las dependencias policiales mostró algo de arrepentimiento: “He hecho algo malo, ¿cierto? Lo siento, lo siento mucho”, vocalizó mientras lloraba.
Pasó la noche en la comisaría. Lloriqueaba y se negaba a comer. Al final, aceptó un poco de pan y un jugo. Cuando los detectives de homicidios le preguntaron los motivos por los que había matado a su amiga reveló que se habían peleado por unos mensajes que Satomi le había escrito en Internet.
Como la ley japonesa prohíbe la publicación de los nombres de los menores implicados en delitos, el verdadero nombre de la niña no apareció, al principio, en la prensa y la llamaban la Chica A. Luego, los medios de comunicación la rebautizaron Nevada, por la inscripción que se leía en su buzo en la última foto escolar. A Nevada, los japoneses le agregaron dos sufijos Tan o Chan (Tan significa “pequeña” y Chan, también, pero es más afectuoso). Así fue que empezaron a referirse a ella como Nevada Tan o Nevada Chan.
Su nombre real trascendió por error, cuando un conductor de noticias de la televisión japonesa TV Fuji, que mostraba sus dibujos escolares, se descuidó y lo mencionó al aire… Natsumi Tsuji.
El 15 de septiembre de 2004, una corte de familia, decidió institucionalizar a la pequeña por la severidad de su crimen. Fue enviada a un reformatorio ubicado en la prefectura de Tochigi y sentenciada, primero, a dos años de reclusión. Estando allí fue entrevistada por varios psicólogos y psiquiatras infantiles, quienes le practicaron todo tipo de exámenes. Trascendió que Natsumi padecía el Síndrome Hikikomori: los que lo sufren se aíslan y no quieren salir de sus casas, ni tener trato con gente. Luego se dijo que, por sus problemas de comunicación y por sus intereses tan obsesivos, Natsumi podría sufrir el Síndrome de Asperger. Pero ninguno de estos síndromes, decían los especialistas, explicaban la conducta tan agresiva de la niña.
El 18 de marzo de 2005, su división escolar se graduó de la primaria. Los alumnos recibieron el clásico álbum de regalo con una hoja extra en blanco: allí podrían poner fotos de Satomi Mitarai, de la asesina o de las dos. El padre de Satomi, Kyoji Mitarai, de 46 años, aceptó el certificado en nombre de su hija menor. Kyoji, que era el director del diario Mainichi Shinbun, en Sasebo, había perdido a su mujer un par de años antes debido a un cáncer; su hijo mayor ya vivía solo y a su cargo quedaban su hija, de 14, y Satomi, de 12. Durante la ceremonia, un maestro puso en una silla vacía entre las alumnas sentadas, un enorme retrato de Satomi.
La asesina también obtuvo un certificado, ya que era esperable que fuera reintegrada a la sociedad para hacer el secundario.
Aquellas imágenes de Natsumi ensangrentada en la escalera fueron incautadas por la policía. La Oficina de Asuntos Legales del Distrito de Nagasaki advirtió seriamente a la comunidad internauta sobre el tema: no debían divulgar esas fotos. Aun así no pudieron impedir que se viralizaran por la web algunas otras imágenes que se creen son imitaciones (también llamadas cosplay). Sobre todo hay una, que dio la vuelta al mundo, donde se la ve sonriente, cubierta con la sangre de su amiga, mirando a la cámara desde la escalinata, con una falda de jean, zapatillas blancas y un buzo gris donde se lee la palabra “NEVADA” en el pecho. Dentro del bolsillo, sobresale el cúter sanguinolento. Lo cierto es que no hay certeza alguna sobre el origen de dicha fotografía. Si miramos la foto real sacada ese día de toda la clase, en el colegio, y la comparamos con esta, se pueden observar varias diferencias. La palabra Nevada, en la foto escolar, tiene las letras blancas y el buzo es de manga larga; en la que sería un cosplay, el buzo tiene mangas cortas y las letras se ven grisadas. Además, la chica ensangrentada de la foto parece de más edad y mucho más alta.
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El estricto hermetismo japonés sobre el caso hizo que muy pocas fotos puedan ser consideradas auténticas. De todas formas, el fenómeno fue imparable. Una legión de fans de Natsumi empezó a poblar los foros japoneses y se expandió por todo el planeta. Sus seguidores se dedicaron a rendirle homenaje con dibujos, muñecos, juegos de video, animaciones, memes, canciones, poemas e historietas. Los cosplay emulando su imagen se pusieron de moda. Algunos fanáticos buscaron información sobre ella y llegaron a descubrir donde había vivido. Su casa se convirtió en un sitio de oscuro peregrinaje. Un grupo de rock alemán se rebautizó, en su honor, como Nevada Tan y la banda Fecal Matter Discorporated le dedicó un disco: “A ella y a todas las pequeñas japonesas que asesinan gente”. El grupo australiano Love Outside Andromeda le compuso un tema. Incluso, en Internet, circula una especie de canción-himno. La letra no tiene desperdicio y demuestra que la creatividad a veces se derrocha. Dice así:
Esa chica con tanta rabia,
la chica del aula de estudio.
Mira aquí, Neva.
Hay algo especial en tu cúter
¡NE-VA-DA!
Por favor, por favor, no me hagas daño.
Me vas a apuñalar en el cuello.
¡No, no, no! ¡No me mates!
¡NE-VA-DA!
Esa chica se ha vuelto muy popular.
Esa chica con su rayo especial de “buenos días”.
Mira aquí, Neva.
Hay algo especial en tu cúter
¡NE-VA-DA!
¡Por favor, por favor, no me rajes!
Mi roja sangre se esparcirá por todas partes.¡No, no, no! ¡No me mates!
¡NE-VA-DA!
Natsumi se había convertido en un ícono macabro para adolescentes, y algunos adultos, perturbados.
El negocio online de la Universidad de Nevada, en los Estados Unidos, que vendía el buzo gris con la inscripción que había usado Natsumi el día que mató a su amiga, reconoció que dicha prenda había sido el ítem más vendido en los meses posteriores al homicidio. Luego, por pudor, lo sacaron por un tiempo del catálogo.
El crimen de la menor desató un amplio debate en la sociedad japonesa donde, en el año 2000, se había bajado, la imputabilidad de los menores de 16 a 14 años. Esto había sucedido luego de un horrendo crimen en la ciudad de Kobe, en 1997, donde el asesino resultó ser un menor de 14 años. Ahora, con este nuevo caso... ¿debían bajar la edad a 11 años? La discusión no prosperó.