Vladimir Putin: La resurrección de los Romanov

El actual presidente ruso es ahora el gobernante más poderoso en la historia reciente de su país.


Cuando se abren las enormes puertas doradas para dar paso a Vladimir Putin hacia los majestuosos salones del Kremlin, la ciudadela medieval que ha sido el centro del poder ruso desde hace 1.200 años –con excepción de los dos siglos en que San Petersburgo fue la capital del imperio–, es fácil imaginar que así recorrió esos imponentes claustros Nicolás II, el zar sacrificado con su familia por la revolución bolchevique en Ekaterimburgo, en la fatídica noche del 17 de julio de 1918



El hombre que hoy gobierna desde allí la nación más extensa del mundo, reconocida, además, como la segunda potencia militar y uno de los grandes poderes económicos del planeta, no se parece en su aspecto ni en su atuendo al último de los zares.

Tiene un físico menudo, una estatura inferior a la media de sus compatriotas y un rostro inexpresivo y reservado. Viste por lo general traje y corbata, a la manera de los burócratas. Su presencia no revela la ambiciosa y enérgica personalidad que lo ha llevado a emular, con un siglo de distancia, al último de los monarcas rusos.

Esa presencia dista mucho de la de Nicolás II, que vestía el uniforme del Ejército Imperial como soberano de todas las Rusias, pero era un hombre amable, tolerante y aun ingenuo, hasta el punto de que su incapacidad contribuyó a la caída del imperio y el triunfo de la revolución de 1917.

Pero, a pesar de estas diferencias, lo que Putin está protagonizando parece la repetición de una historia que sigue siendo objeto de estudio y todavía seduce a muchos habitantes de aquella enorme nación: la del Imperio ruso y, sobre todo, la de la legendaria dinastía de los Románov, que rigió durante 300 años e hizo de aquel uno de los más vastos y formidables dominios de los que tiene memoria la humanidad.

Dando marcha atrás en el uso de la mano dura, el zar hizo después varias concesiones, incluyendo entre ellas la instalación de la Duma o primer parlamento ruso, la instauración de la libertad de prensa y una amplia amnistía para los participantes en los desórdenes, pero nada de esto impidió el desgaste del régimen.

A esto se añadieron los reveses de las tropas rusas en la Primera Guerra Mundial, los cuales contribuyeron a crear el ambiente favorable al triunfo de los bolcheviques.

A diferencia de Nicolás II, en el horizonte de Putin no se vislumbra ninguna circunstancia que pueda poner en peligro su poder absoluto sobre Rusia, pero esto no significa que todos los vientos soplen a su favor

Cualquier mejora que logre impulsar en el nivel de vida de una población que ha sufrido la pobreza y la inseguridad desde hace muchos años, y con especial intensidad después del derrumbamiento de la Unión Soviética, le servirá para afianzarse en el poder.

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