También es insuficiente y limitado para comprender cómo el dominio menta se defiende, y sobre todo cómo reproducimos formas de pensar en quienes dicen combatirlo.
Es en este proceso de continuo aprendizaje y enfrentamiento que la crítica ha sido nuestra mejor arma para ir superando lugares comunes y formas de pensamiento estériles e inofensivas. En este sentido desde hace tiempo y en distintos lugares se ha buscado contribuir a cuestionar el concepto de “montaje como defensa política, lejos de reflexionar sobre la puesta de pruebas para inculpar a un sujeto, se ha buscado ahondar en su significado, consecuencia y finalmente en el rol abiertamente victimista que suele acarrear.
Es en este ejercicio de profundizar las reflexiones, de agudizar nuestra mirada y de despojarnos de formas de pensar que terminan siendo funcionales para el sistema que nos parece necesario ampliar la crítica a otros usos que se han dado al concepto, ya no desde el plano jurídico sino como herramienta a la hora de analizar el contexto de guerra social.
Esta vez nos parece importante profundizar las acusaciones de montaje sobre ataques o acciones. Desde hace años ha existido cierta postura, cierto razonamiento que en algunas ocasiones aflora, en otras permanece en silencio, a veces se murmulla, mientras que otras tantas se esgrime como argumento de defensa: observar la mano estatal ya sea teledirigiendo, permitiendo, direccionando o derechamente realizando ataques contra el dominio. Esta acusación, más que algunos casos puntuales, la comprendemos como una forma de pensar, racionar y ver la realidad, en particular de ver las distintas formas de confrontar al dominio, desde atentados o disturbios.
Si bien las teorías y prácticas destinadas a confundir, generar falsos ataques o falsos responsables son bastante antiguas.