Desayunando
Había una vez, en un reino muy, muy lejano, una princesa que se llamaba Enheduanna. Era hija del poderoso rey acadio de Mesopotamia Sargón I. La princesa vivía en una ciudad muy antigua, al sur de un reino todavía más antiguo donde se inventó la escritura. Una de las cosas que más le gustaba hacer a la princesa era cantar a la diosa Inanna, diosa del amor y la guerra, y al dios Nannar, dios de la luna, su protectora. Pasó el tiempo y se hizo tan importante que la nombraron Suma Sacerdotisa. Así que le escribió un poema a su diosa. Lo llamó Exaltación de Inanna. Lo que hizo nuestra princesa nunca se había visto hacerlo a nadie y su poema se convirtió en el primer texto literario en la historia de la humanidad. Además, Enheduanna era sabia en estrellas e hizo algunas de las primeras anotaciones astronómicas y también musicales de la historia. Su obra fue tan relevante que se hicieron numerosas copias, algunas, incluso, siglos después de la muerte de la princesa. Fin.