Al explorar las fronteras de la física, es imposible evitar los errores. La realidad representa una opción entre muchas y no necesariamente nuestra opción preferida. Asumir riesgos forma parte de la experiencia del aprendizaje científico. Los experimentos que demuestran que nuestras conjeturas son erróneas aportan nuevos conocimientos.
La ventaja de la mensajería en ondas gravitacionales es que el mensaje no puede ser disipado o bloqueado por ningún sistema astrofísico intermedio
En la cima de su carrera, Albert Einstein cometió tres errores en cuatro años, sólo un par de años después de llegar al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. En un artículo de 1935, sostenía que la mecánica cuántica no permitía el entrelazamiento de partículas a grandes distancias o, en sus palabras: "acción fantasmagórica a distancia". En un artículo de 1936 sostenía que las ondas gravitacionales no existen. Y en un artículo de 1939 sostenía que los agujeros negros no existen.
Ocho décadas después, se concedieron tres premios Nobel en un lapso de cinco años a quienes corrigieron los errores de Einstein. En 2017, el Nobel de Física se concedió por la detección de las ondas gravitacionales. En 2020, el Nobel de Física se concedió por el descubrimiento del agujero negro supermasivo Sagitario A* en el centro de la Vía Láctea. Y en 2022, se concedió el Premio Nobel de Física por la demostración experimental del entrelazamiento cuántico.
A pesar de esta lección histórica, estos días se ha puesto de moda que los físicos teóricos eviten la guillotina de los experimentos promoviendo conjeturas no comprobables. No se puede demostrar que estas ideas sean erróneas. Por ello, no merecerán el Premio Nobel de Física.
El descubrimiento de las ondas electromagnéticas, primero teóricamente por James Clerk Maxwell y más tarde experimentalmente por Heinrich Hertz, mejoró la capacidad de comunicación de la humanidad. ¿Podría ocurrir lo mismo con las ondas gravitacionales?
Hasta ahora se han detectado casi un centenar de fuentes de ondas gravitacionales a distancias cosmológicas. Se trata de un triunfo notable, ya que todas ellas pueden describirse bien mediante las formas de onda esperadas de las fusiones de agujeros negros o estrellas de neutrones, tal y como predice la teoría de la Relatividad General de Einstein. Sin embargo, también es una decepción ya que no hemos detectado fuentes inesperadas.