SUSURRAN MI NOMBRE


Tras varias noches percibiendo los lamentos, algo me dijo que me encontraba más cerca de lo que podría imaginar. Las noches eran una combinación de humedad y calor. Era fácil sudar en un clima de ese tipo. Me adentré en varias ciudades, observando siempre desde el atardecer hasta la última hora de la puesta de sol. Los olores de las flores exóticas, el colorido natural era una droga para mi vista agudizada, las gentes vivían en su ignorancia absortos en sus vidas tranquilas. Una noche, después de varias semanas, a punto de desistir por no saber si mis sentidos me estaban traicionando, divisé una antigua ciudad caminando por las montañas selváticas. Una extraña sensación, una especie de motivo por el cual te hace avanzar,… Seguí un sendero difícil de entrever, las ramas del suelo habían sido apartadas no hace mucho tiempo. Una gran villa era lo que había tras la selva un pequeño conjunto de casas abandonadas, de apariencia isleña. En el centro, una plaza central de piedra, donde la naturaleza había hecho posesión, abrazando cada roca, ocultándolo todo en su manto verde. Un pequeño estanque se situaba hacia un lado, con flores flotantes, agua turquesa alumbrada por la luna creciente de esta noche.
Los susurros pronunciaban mi nombre, eran desconcertantes, sabía que se encontraba cerca de mí, me asomé al estanque y vi mi rostro pálido reflejado. La eternidad no ha dejado ni rastro del paso del tiempo, sólo la palidez, es lo único que distingo después de vivir tanto tiempo. Parece que fue ayer cuando la encontré, cuando sucumbió a mis deseos más oscuros. Me levanté y al girarme pude escuchar en las profundidades del estanque, bajo las aguas un sonido lejano, unas burbujas brillantes emergiendo de la oscuridad acuática. Para mi sorpresa vi salir su rostro de las aguas, su belleza mojada, acompasada por los reflejos lunares. Sus delicados pies salieron a la tierra, sus pechos pequeños tersos; las gotas de agua haciendo pequeños canales en la piel, introduciéndose por cada rincón, el conjunto era irresistible en la frontera de lo prohibido y en un abrazo de intensa fatiga noté el aroma de su cuerpo. Siempre ese olor que nunca olvidé desde que el destino nos cruzó. Sentí su rostro apoyado en mi pecho, y sus manos apretándome con fuerza. Sus ojos con las largas pestañas mojadas clavados en mí, nos besamos. El contacto de sus labios fue la sensación que el tiempo no borra y olvidé las ansias de la sangre. Yacimos juntos en el interior de una casa hasta el amanecer, entre besos y abrazos. Sentí una plenitud nunca antes experimentada… Antes de que el sol apareciese me marché con las últimas sombras…

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