Casi como un recuerdo
las gotas de lluvia caen,
golpeando en el tejado
de tu pelo nocturno.
Mojados tus cabellos
son cual caballos mansos,
que no galopan lejos
y quietos embelesan.
El viento desafía
los alfileres negros,
que reposan en marco
de tus ojos paganos.
Que incendian las angustias
con las brasas que viven,
que perforan y queman
que encienden y que matan.
Como un disparo ciego
de pólvora cautiva,
con un tropel de chispas
y hierro liberado.
Así es que tu subyugas
como negra hechicera,
reina del aquelarre
y dueña de la hoguera.
Déjame liberarme
de ese canto de miedo,
que vuela entre la noche
como un búho sagrado.
Déjame liberarme
de tu hechizo de trueno,
que irrumpe por mi pecho
casi como un tirano.
Envuélveme en lo oscuro
y sacrifícame lejos,
tan lejos como puedan
arrastrarme tus manos.
Une mi desventura
al amor que yo siento,
que se ahoga de angustia
que vive desgraciado.
Al que no le das tregua
ni siquiera un momento,
y que vive la pena
de cualquier desterrado.
Regálame la muerte
lo único que me queda,
para sentir la paz
que aún yo no he alcanzado.
La paz que ahora se esfuma
la que nunca regresa,
tan solo por el hecho
de haberme enamorado.