LA CUEVA DE LOS TAYOS HECHAS POR REPTILIANOS

La Cueva de los Tayos está ubicada en la selva alta virgen a 2 kilómetros al sur del Río Santiago y 800 metros al oriente del Río Coangos (Kuankus). Según la última medición en 2012 con altímetro GPS, está a 539 metros sobre el nivel del mar. 

La cueva está situada en las tierras que pertenecen en la actualidad a los Indígenas Nativos del Centro sindical Kuankus (Coangos) y forma parte del territorio independiente de los Shuar Arutam.

El arqueólogo Pedro Porras, Juan Moricz y otros exploradores han encontrado signos de hábitat en la Cueva de los Tayos. Pero fue gracias a Moricz que la existencia de esos misteriosos túneles se dio a conocer a escala internacional, con todo el escándalo que traería más tarde. Corría el año 1969.

Juan Moricz era un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo aficionado y experto en leyendas ancestrales. Su investigación del mundo subterráneo le condujo a Sudamérica y, más tarde, a las selvas del Ecuador a mediados de los años 60, llegando a la zona de los túneles que custodian los indios shuaras en Coangos.  Se afirma que gracias a su conocimiento del antiguo dialecto húngaro, el magiar pudo entablar amistad con los guardianes de estos túneles, que suelen frecuentar debido a la presencia de los Tayos, unas aves nocturnas que son codiciadas en la comunidad indígena por sus huevos.

Morizc, supuestamente, con ayuda inicial de los indios hizo sus primeras exploraciones entre 1964 y 1969, este último año el decisivo para dar a conocer su inquietante hallazgo.

Leyendo tan sólo el acta notarial de su descubrimiento, fechada el 21 de julio de 1969 en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le encrespan los cabellos frente a sus detonantes afirmaciones: "... He descubierto valiosos objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos hasta la fecha el menor indicio..." 

Esta afirmación extraordinaria ponía en segundo plano la propia existencia de los túneles que, de acuerdo a la opinión de Moricz, eran artificiales: supuestas construcciones de una civilización ignorada que vivía en las entrañas de la Tierra. 



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