Soy el tono más oscuro
de cada color que pintan,
en magnánima expresión
de artista torturado,
el lienzo del dolor con
pinceles intangibles.
Soy la bipolaridad de
todas las almas exiliadas
del camino de la luz,
recolectando sus bondades
para cremarlas en hornos
de vicios y banalidades.
Aquella mancha imborrable
en la inmacularidad de ojos
que no son más que testigos
de un trivial decaimiento,
remontándome a infiernos
y fornicándome el cielo.
Un genocidio angelical,
el holocausto espiritual
que colmó los cementerios
de miseria y morbosidad,
soy el necrófilo que abusa
de todos los sueños muertos.
Soy el sádico que perpetua
sus inmorales fantasías
pisoteando tu decencia,
invocando la decadencia;
el juez de mis crímenes,
un sepultador atemporal.
¿Aún no me reconoces?
Soy y por siempre seré
el impulso irresistible,
el álter ego sepultado,
revisa cada tumba interior
y dime qué muerto vivo encuentras.
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