Estepas de nostalgia, ruin latidos de corazones sufridos,
lapidas desterradas de epitafios sin un pasado vivido,
purgatorio de almas errantes sin ninguna expiación,
espinas desgarrando los cielos frente a los inmutados ojos de Dios.
Meollo estrepitoso que no soporta más tensión,
heridas desangrantes frente al reflejo de la aversión;
la vida terrenal convive con el sufrimiento de
los seres que deambulan por el margen del error,
pletórica danza de la muerte sobre nuestra acongojada razón.
Dolor del armagedón, de vidas disipadas sin consuelo,
sin índices siquiera de una resurrección; sin esperanza,
ni despojos de una última e impía salvación.
Fábula y axioma de un dictamen,
esculpido por las manos de la concupiscencia
del mundo, naturaleza de los entornos despreciables,
de los más profundos rencores de la mente,
fosa de lamentos pueril que eyaculan iracunda
y lúgubremente la animadversión de la existencia…
Molar en la cúspide del mundo,
tambaleando en las ruinas de una civilización,
esperando volar a algún lugar distante en el cosmos,
así proliferar su semilla en el latifundio
que Dios otorgó su perdón…
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