DAGA FILOSA

Un circo de carne fresca rueda en el pantanal.
Sangre que pinta mis paredes…
que explota en las capas calcáreas como un trueno gutural.
Ya los fenómenos del cielo están marinados en leche fresca
y la luna escondida tras los ecos perdidos de la desesperación.

Un sueño, la luz primordial, el día de la resurrección perpetua.
Quienes sino los aires de otoño descompondrán la alegría.
Los huesos de mármol sostienen la ciudadela.
Cofradía masónica, piltrafa de concurrencia, platillo de vísceras.
Roca caucásica, sepulcro antiguo, miseria nombrada.

Un cuerpo mutante, abstracto y dócil…surge de la pasta blanda;
pus de edificios rococó, victoria barroca y sangre del medioevo.
Mi inmenso artefacto, un cuchillo filoso, vanidoso.
Entre mis manos brilla con la sombra de la mutilación en su espalda.
Con su moneda de viuda alegre, enfilando el llanto.

Euterpe, que con el aura de Júpiter baña su pureza lunar,
brinda las pesadas migajas histriónicas de un sonido efervescente
que evoca la forma humana monstruosa.
El hombre elefante fornicó en el valle reptil con las cañerías.

Una bella mujer, invadida de terror, es abierta a la mitad.
Su corazón salta y explota…y la sangre que emana
baña mis preciados instrumentos, y el músculo circulatorio
en trozos mina los suelos ebrios del pantanal.
Pintura de páncreas desgranado y pulmones derretidos.

¡Griten! ¡Griten más! Parásitos infectos del emporio natural.
Griten mientras vierto el aceite caliente en sus ojos.
Timbran las campanas de cristal humedecido…
envueltas en papiros impresionistas, de negra luminosidad.
Un culto de piel sangrante que se cuaja en melodías.


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