Se cree que los indicios más antiguos de
presencia humana en Argentina se remontan en torno al
10.000 a.C., dando lugar a una serie de pueblos nómadas
que vivían de la caza del guanaco y del ñandú, para lo
cual empleaban arcos y flechas, o bien b
oleadoras. El
ejemplo más típico de estas culturas nómadas eran los
querandíes, que vivían en el territorio de la actual Pampa.
En aquellos tiempos, el noroeste de Argentina
era la zona más desarrollada del país. Allí varios grupos
indígenas, entre los cu
ales destacaban los diaguitas,
practicaban la agricultura de regadío cultivando los valles
de las colinas andinas del este. Los habitantes de esta
zona recibieron una importante influencia del imperio
Tiahuanaco de la actual Bolivia, así como del gran
Impe
rio Inca del actual Perú, que se extendió hasta el sur
desde principios de la década de 1480.
En la Región de los Lagos y en Patagonia
habitaban los pehuenches y los puelches, cazadores
-
recolectores, que se alimentaban básicamente de los frutos
de la arau
caria. Sus vecinos mapuches se dirigieron hacia
el oeste con la llegada de los europeos
En las zonas meridionales de Argentina, hasta
Tierra de Fuego, habitaban muchas tribus indígenas que
serían aniquiladas en sus guerras contra los español
es y
posteriormente contra los argentinos tras la
independencia. En dicha zona habitaban los selk ́nam
(onas), los haush (o manneken), los yaganes (o yámanas)
y los alacalufos (o kawesar), cuya economía se basaba en
la caza y la recolección.
La historia de los vampiros precolombinos está
llena de numerosas lagunas, enigmas y misterios, y los
escasos indicios que se tienen sobre ellos proceden de los
relatos de los antiguos europeos que se enfrentaron a
ellos, muchos de los cuales han sido des
truidos o se
encuentran en letargo actualmente. Por distintas
referencias y a partir de las teorías de los eruditos, se
cree que los Cainitas que habitaban entre los indígenas
argentinos eran muy escasos, prefiriendo habitar en las
sombras de las grandes c
ivilizaciones que se habían
desarrollado más al norte: mayas, aztecas, incas, etc. No
obstante parece que el actual territorio de Argentina
sirvió como dominio para varios linajes indígenas de los
clanes Gangrel y Nosferatu, y asimismo, a medida que los
im
perios del norte eran arrasados por la guerra y las
enfermedades que trajeron los europeos, atrajo a varios
refugiados vampíricos, que se ocultarían en los rincones
más remotos del sur, una zona que no sería
completamente controlada por los europeos hasta
los
siglos XIX y XX. Es de suponer que debido a las agrestes
y desérticas condiciones de esos territorios no habitaban
muchos vampiros en la zona.
Unos años después de la llegada de Cristóbal
Colón a América (1492), otros expl
oradores al servicio de
España y Portugal se aventuraron por las costas de
Sudamérica. Las primeras exploraciones de la zona se
debieron a los rumores sobre la presencia de ricos y
enormes imperios rebosantes de oro y plata, y de estos
rumores procede el n
ombre optimista que Sebastiano
Caboto, de origen italiano y al servicio de España, dio al
estuario del Río de la Plata. Directamente derivado de este
nombre, el territorio circundante fue denominado
Argentum
, es decir, plata. Pero a pesar de las expectativ
as,
esta tierra de nombre equivocado jamás proporcionó las
cantidades de minerales preciosos que los españoles
habían encontrado en los imperios azteca e inca.
En 1536 Don Pedro de Mendoza realizó el
primer intento real de establecer un asentamiento
perma
nente en el estuario del Río de la Plata,
concretamente en la actual ciudad de Buenos Aires. Y de
hecho, bautizó este primer asentamiento como Puerto de
Nuestra Señora Santa María del Buen Aire. Sin embargo,
pronto comenzaron las disputas con los indígenas
querandíes, y al cabo de cuatro años, ante las presiones de
los belicosos nativos, Don Pedro de Mendoza huyó de
regreso a España, y el destacamento de soldados a los que
abandonó se desplazó río arriba para fundar un
asentamiento en tierras menos hostiles
, que se convertiría
en Asunción, la actual capital de Paraguay.
La llegada de los primeros vampiros europeos a
Argentina es otro período lleno de incógnitas. Aunque el
Sabbat conserva testimonios bastante detallados sobre la
presencia de la secta en Méx
ico, en otros lugares de
Sudamérica la secta tardó en establecerse. Hay quien
dice que con la expedición de Don Pedro Mendoza
viajaba un explorador de la Espada de Caín, con órdenes
del mismísimo Arzobispo Moncada de buscar lugares
aptos para los Cainitas.
Sin embargo, parece que la
escasez de población y riqueza, en contraste con las ricas
civilizaciones del norte, no atrajeron demasiado la
atención del Sabbat.
La secta enemiga, la Camarilla, tampoco perdió
el tiempo. En la primera mitad del siglo XVI se
tienen
noticias de los viajes de varios Vástagos al Nuevo
Mundo, principalmente Gangrel, pero también algunos
Toreador y Ventrue, fascinados por el exótico encanto de
las civilizaciones y tesoros precolombinos.
Por otra parte, parece que la resistencia
i
ndígena también estuvo acompañada de feroces
guardianes vampíricos, que inquietos por los rumores
que sin duda les habían llegado sobre la conquista de los
aztecas e incas, temían que los españoles se asentaran en
sus dominios, por lo que hicieron todo lo
posible para
desanimar la colonización europea, aunque a largo plazo
sus esfuerzos resultarían baldíos. Poco a poco estos
vampiros precolombinos, que en algunas crónicas
vampíricas de la época son conocidos como Araucanos
unque los conquistadores españoles refundaron
Buenos Aires hacia 1580, en principio se trataba de un
asentamiento menor en comparación con las ciudades
a
ndinas que fundaron los españoles que se desplazaron
hacia el Sur desde el Alto Perú (hoy Bolivia). Sin
embargo, la segunda mitad del siglo XVI fue un período
de gran intensidad colonizadora, pues fueron erigidas al
menos dos docenas de ciudades al sur de
Perú en lugares
tan meridionales como Mendoza (1561), todas ellas
vinculadas a la fortaleza de Lima, capital del Virreinato
del Perú, y financiadas con los ingresos de las ricas minas
de plata del Potosí. En el territorio argentino, la ciudad de
Santiago d
el Estero (1551) es el asentamiento más
antiguo del que se tiene noticia. El gobierno del
Virreinato de la Plata en principio se asentó en la ciudad
de Asunción, desde donde dirigió la colonización del sur,
pero a finales del siglo XVI fue desplazada por
San
Miguel de Tucumán (1565) y Santa Fe (1573).
Durante el siglo XVI las dos ciudades argentinas
más importantes eran Tucumán y Córdoba (1573). La
primera se alzaba en el corazón de una rica región
agrícola y suministraba grano, algodón y ganado al Alto
P
erú. Córdoba se convirtió en un destacado centro
educativo, y los misioneros jesuitas establecieron sus
estancias
en las sierras circundantes para proveer al Alto
Perú de mulas, alimentos y vino. Se realizaron varias
expediciones al sur a Patagonia (1604)
y a Uruguay y
Brasil para contener el avance de los portugueses.
La primera Diócesis del Sabbat de la que se
tiene noticia fue creada en Córdoba, aunque gran parte
de la documentación más antigua ha desaparecido y se
tienen pocas noticias sobre la primera
época de la
colonia vampírica. Según varios fragmentos aislados, una
Cofradía de vampiros Lasombra, llegados con los
misioneros jesuitas, fueron los primeros vampiros
europeos conocidos en establecer su presencia en
Argentina. Este primer grupo, conocidos
como la
Cofradía de Santiago de la Espada, realizaron varias
incursiones contra los vampiros indígenas, que afirman
pertenecían a linajes de los clanes Gangrel y Nosferatu.
Los vampiros de la Espada de Caín a menudo utilizaban
a los mortales para arrasar
las tierras de sus enemigos
mediante incursiones militares y plagas antes de lanzar
su ataque. Los vampiros precolombinos huyeron hacia el
sur tras sufrir varias pérdidas.
A finales del siglo XVI parece que en total se
habían establecido al menos tres Cof
radías fuertes en
Argentina: Santiago de la Espada, la Tormenta Roja, y la
Estrella de Plata, asentadas en las ciudades de Córdoba,
Tucumán y Salta, respectivamente. La Estrella de Plata
fue misteriosamente destruida hacia 1604, se cree que en
una represal
ia de los vampiros indígenas Araucanos.
El noroeste de Argentina, junto con las tierras
altas de los ríos Paraguay y Uruguay, sufrieron una
colonización más tardía por parte de los misioneros
jesuitas, que concentraron a los i
ndígenas guaraníes en
asentamientos. Más o menos a partir de 1607, los jesuitas
fundaron al menos 30 misiones, entre la que destacan las
de San Ignacio Miní y Santa Catalina. En estos
asentamientos misioneros se calcula que debieron vivir
hasta 100.000 nat
ivos. En esencia funcionaban como los
municipios coloniales, pero tenían una gran autonomía
política y económica desconocida por el resto de los
colonos europeos. De hecho, en 1611, el visitador
Francisco de Alfaro declaró libres de encomiendas a los
indi
os convertidos por los jesuitas, creando una serie de
Ordenanzas, estableciendo el trabajo comunitario e
individual regido por las directrices de los religiosos. Sin
embargo, la prosperidad de las misiones atrajo a los
bandeirantes y colonos portugueses de
Sao Paulo, que las
atacaron para capturar indios como esclavos. En 1629
cayeron sobre la misión de San Antonio y en 1631
destruyeron 11 asentamientos. Ante estas hostilidades los
jesuitas compraron armas y entrenaron militarmente a los
indios, consiguiend
o rechazar a los esclavistas
portugueses en 1641 en la batalla de Mbororé. Los
portugueses reaccionaron creando en 1680 la colonia de
Sacramento, de la que fueron expulsados al año siguiente,
pero finalmente la Corona española ordenó devolverla.
En 1696 s
e trasladó el obispado de Santiago del
Estero a Córdoba, capital indiscutible de la región, y
también el principal centro de los jesuitas, que habían
instalado allí su Colegio Máximo, el Seminario y la
Universidad. Durante el siglo XVIII consolidaron su
pr
esencia como la orden religiosa más numerosa e
influyente.
Hacia 1767, el rey Carlos III, descontento con la
riqueza, la influencia y el poder que habían adquirido los
jesuitas, ordenó su expulsión de los territorios de la
Corona española, y las comunidade
s misioneras,
abandonadas, se desintegraron con rapidez.
La Cofradía de Santiago de la Espada sufrió una
escisión hacia 1653, cuando el Arzobispo Hernando
Lanuza, del Clan Lasombra, fue desafiado por su
chiquillo Diego Miranda, quien con sus seguidores se
exilió a Santiago del Estero, pero regresaría a Córdoba,
casi veinte años después, destruyendo a su sire y sus
partidarios y ocupando su lugar, proclamándose
Arzobispo del Reino de la Plata y creando la Cofradía de
los Corazones Oscuros.
Sin embargo, el pr
ecario orden que el Arzobispo
Hernando Lanuza había instaurado durante buena parte
del siglo XVII se debilitó y vampiros del Sabbat y la
Camarilla intentaron minar la autoridad de su sucesor,
aprovechando los ataques indígenas y desde Brasil. Los
Corazones
Oscuros no pudieron evitar que otras
Cofradías enemigas se asentaran en Argentina, aunque
consiguieron mantenerse como la facción más fuerte de
la Espada de Caín.
Por lo que respecta a la estructura del Sabbat
durante esta época los Lasombra constituían e
l clan más
numeroso, pero a medida que llegaban nuevos vampiros
del Viejo Mundo, y la influencia de la secta se expandía,
el dominio de los Guardianes fue discutido. Los
Lasombra centraron su poder entre los eclesiásticos y la
elite colonial, mientras que
el resto de linajes depredaban
entre la creciente población criolla e indígena, que
pronto se convirtieron en el grueso de la población.
Aparte de los Guardianes los linajes más numerosos eran
los Brujah, Gangrel y Toreador.
Durante el siglo XVII la Camari
lla mantuvo su
influencia en Argentina al mínimo, aunque comenzó a
enviar sus espías y exploradores buscando explotar las
debilidades del Sabbat, infiltrando a sus agentes
principalmente en los asentamientos de Buenos Aires y
Sacramento. Sin embargo, la se
cta enemiga todavía no
contaba con una fuerza suficiente para desafiar a la
Espada de Caín, por el momento, por lo que los Vástagos
de la Camarilla se conformaron con consolidar sus
posiciones y aguardar su momento para golpear. La
oportunidad surgió en 17
67.
La expulsión de los jesuitas de las colonias
españolas asestó un duro golpe a la influencia de los
Lasombra, que culparon a otras facciones del Sabbat de
lo ocurrido. En los enfrentamientos que siguieron se
produjo el estallido de la Primera Guerra Civ
il, que
terminaría debilitando las posiciones de la secta y
permitiendo el ascenso de la Camarilla. En Argentina el
Arzobispo Diego Miranda de Córdoba fue asesinado
apenas unos años después de que estallara la guerra y el
conflicto por su sucesión se conf
undió con los combates
entre las distintas facciones.
En contraste con la creciente prosperidad del
noroeste de Argentina, el asentamiento de Buenos Aires
se vio sometido a duras restricciones comerciales
impuestas por la
Corona de España a lo largo de casi dos
siglos. Pero como su situación estratégica era ideal para el
comercio, los frustrados mercaderes argentinos se
dedicaron al contrabando con otros países, y de este modo
floreció el comercio ilegal con la colonia port
uguesa de
Brasil y con potencias europeas como Inglaterra, Francia
y Holanda. La abundancia de riquezas de las que disfrutó
la ciudad fomentó gran parte de su desarrollo inicial. Con
la mengua de actividad de las minas de plata del Potosí a
finales del sig
lo XVIII, los reyes de España se vieron
obligados a reconocer la importancia de Buenos Aires en
el comercio trasatlántico.
De modo que, cuando en 1776, la Corona de
España se vio nuevamente forzada a levantar sus
restricciones, España nombró a Buenos Aire
s capital del
nuevo Virreinato de Río de la Plata, que incluía a
Paraguay, Uruguay y las minas de Potosí. Y aunque con
su nueva posición la ciudad sufrió disputas internas sobre
el comercio y diversos asuntos de poder, cuando los
británicos la asaltaron en
1806 y de nuevo en 1807, los
ciudadanos de la ciudad se unieron para rechazar a los
invasores sin la ayuda de España y consiguieron
expulsarlos de sus territorios.
El final del siglo XVIII fue asimismo testigo de
la emergencia de los gauchos de la Pampa,
la figura de un
legendario e indomable ganadero, el vaquero
sudamericano por excelencia. Los gauchos capturaban
ganado salvaje y domaban los caballos cimarrones que se
habían criado en libertad y multiplicado tras su abandono
por parte de las antiguas exp
ediciones coloniales del Río
de la Plata.
La presencia de la Camarilla en Argentina fue
tardía, ya que los antiguos de la secta erróneamente
consideraron que el Nuevo Mundo era un lugar salvaje e
incivilizado, pero a medida que llegaban noticias de las
riquezas en metales preciosos y mercancías exóticas,
quedó claro que no podían dejar aquella zona bajo el
mando de renegados y simpatizantes del Sabbat.
Desgraciadamente la secta enemiga les había
tomado la delantera, afianzándose en las colonias
española
s y portuguesas, por lo que la Camarilla susurró
en los oídos de otras cortes europeas para que buscaran
nuevos territorios que colonizar.
Hacia el siglo XVIII se tienen noticias de la
presencia de un aventurero anarquista conocido como
Don Fernando Díaz
, quien junto con un grupo de
seguidores y chiquillos recorría los territorios del
Virreinato de la Plata, actuando como mercenario al
mejor postor. El asentamiento de contrabandistas de
Buenos Aires, donde el Sabbat había descuidado su base
de operaciones
se convirtió en una base perfecta para
estos anarquistas.
Se cree que en algún momento de mediados de
siglo, Don Fernando fue contactado por agentes de la
Camarilla, quienes le ofrecieron su ayuda y el
reconocimiento de su autoridad en Buenos Aires si les
ayudaba a infiltrar la influencia de la secta en Argentina.
Tras varias décadas terminó aceptando, aunque con ello
provocó la división de sus seguidores, algunos de los
cuales acabarían uniéndose al Sabbat.
Ya fuera por casualidad o coincidencia poco
después de la alianza entre Don Fernando Díaz y la
Camarilla estalló la Primera Guerra Civil del Sabbat en
1767. El debilitamiento de sus enemigos motivó a la
Camarilla a actuar, enviando a numerosos agentes y
arcontes que convirtieron Buenos Aires en el centro de
poder de la secta, expulsando a los Cainitas que se
habían instalado en los alrededores. Así Don Fernando
se convirtió en el primer príncipe reconocido de la
ciudad. Al mismo tiempo, varios agentes de la secta
ayudaron a los políticos mortales a trasladar la capital
del Virreinato de la Plata a Buenos Aires
El camino hacia la independencia de Argentina
estuvo motivado por el descontento de los criollos
(colonos nacidos en el país), disgustados con la actitud
elitista y restrictiva de las autoridades españolas. Al
mismo tiempo las ideas intelectuales de la Ilustración, y
sobre todo el ejemplo motivado por la independencia de
los Estados Unidos de América en 1776, extendieron un
sentimiento de necesidad de reformas políticas, sociales y
económicas.
Cuando los ejércitos británicos fueron
rechazados de Buenos Aires en 1807, finalmente los
criollos argentinos decidieron reclamar la autoridad para
dirigir su propio destino. El 25 de mayo de 1810, dos años
después de que Napoleón Bonaparte invadiera España,
Buenos Aires inició el movimiento hacia su
independencia, y para conmemorar la ocasión, su plaza
principal se rebautizó como plaza de Mayo.
A partir de 1810, y en consonancia con otros
movimientos independentistas exten
didos por toda
Sudamérica, los colonos argentinos se movilizaron para
expulsar a las autoridades españolas, una vez que muchas
de sus demandas fueron rechazadas por las Juntas
reunidas en Cádiz y posteriormente por el gobierno
absolutista del rey Fernando
VII, que regresó a España en
1814 y trató de devolver el país y sus colonias a la
situación anterior.
Bajo las órdenes del general José de San Martín,
entre otros, el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del
Río de la Plata declararon la independencia
completa y
oficial en Tucumán. Sin embargo, una vez conseguido su
objetivo, el nuevo estado sólo se encontraba unido
prácticamente por el nombre. Ante la ausencia de una
autoridad central eficaz, las discrepancias regionales
dentro del país
–
sometidas dur
ante el dominio español
-
se
intensificaron, lo que dio lugar a la aparición de
poderosos caudillos locales, que ofrecieron tanta
resistencia al gobierno nacional de Buenos Aires como
anteriormente lo habían hecho contra España.
Ante esta situación pronto
se produjo una
división entre dos facciones: a grandes rasgos, los
federalistas, con gran fuerza en el interior del país, que
abogaban por una autonomía provincial, y los unitarios de
Buenos Aires, defensores de una autoridad central que
gobernase el nuevo
país. Durante casi dos décadas los
sangrientos e intensos conflictos entre estas dos facciones
dejaron al país extenuado.
Fernando Díaz y la Camarilla aprovecharon las
divisiones internas del Sabbat para establecer con fuerza
su influencia en Buenos Aires. Sin embargo, el plan de la
secta para enviar arcontes entre los invasores ingleses
que atacaron el país durante las guerras napoleónicas
fracasó estrepitosamente. Hacia 1810 el Sabbat argentino
había conseguido restablecer su unidad, en gran parte
debid
o a la frenética actividad de varios agentes enviados
desde México por el Regente Gorchist. La Espada de
Caín decidió contraatacar y dejar las rencillas internas
frente al enemigo común.
La lucha entre la Camarilla y el Sabbat fue
feroz, y fue camuflada entre los conflictos que llevaron a
la independencia de Argentina y los enfrentamientos
políticos por el poder. Aunque las sectas se aprovecharon
de mortales de distinta ideología, a grandes rasgos puede
decirse que la Camarilla favorecía el centralismo de
Buenos Aires, mientras que el Sabbat fomentaba el
federalismo de los terratenientes locales.
El liderazgo del Sabbat argentino era ostentado
por el nuevo Arzobispo de Córdoba, Roberto Formoso,
un antitribu Brujah, mientras que la Camarilla era
liderada po
r Fernando Díaz, reconocido como Príncipe
de Buenos Aires. Ambos vampiros no dudaron en atraerse
a vampiros extranjeros, realizando numerosas
concesiones. En el caos de la guerra entre ambas sectas,
hubo incluso algunos Vástagos que cambiaron de bando
en varias ocasiones.
Hacia 1848 Córdoba fue ocupada tras una dura
lucha por arcontes de la Camarilla, y Roberto Formoso
fue destruido. Fernando Díaz había resultado vencedor,
aunque su poder había quedado enormemente mermado y
se encontraba en manos de vari
os de los antiguos de
Buenos Aires con los que se había endeudado para
mantenerse en el poder. Desde mediados del siglo XIX
estos antiguos comenzaron a aumentar cada vez más su
influencia sobre los vampiros de la Camarilla local, y a
largo plazo conformarían el Consejo de Buenos Aires.
Dentro de este consejo destacaba la figura de Alexandria,
la Primogénita Toreador
Juan Manuel de Rosas adquirió importancia
como caudillo en la provincia de Buenos Aires, donde
representó los intereses de las élites rurales y los
terratenientes. Mientras lideraba la causa federalista,
ayudó a centralizar el poder político de Buenos Aires y
exigió que todo el comercio internacional se realizara a
través de la capital.
Su gobierno duró más de veinte años,
durante los
cuales sentó importantes precedentes en la vida política
del país, al crear la llamada
“mazorca”
(su despiadada
fuerza policial política) e institucionalizar la tortura.
Finalmente, en 1852, el caudillo rival Justo José de
Urquiza (antiguo defe
nsor acérrimo de Rosas) organizó
un poderoso ejército y expulsó a Rosas del poder. Lo
primero que hizo Urquiza fue esbozar una constitución
que se formalizó el 1 de mayo de 1853 mediante una
convención en Santa Fe. Posteriormente se convertiría en
el prime
r presidente de Argentina. La Constitución (que
todavía sigue vigente a pesar de sus frecuentes
suspensiones), se decantó por el triunfo del unitarismo, y
el desarrollo económico de las décadas siguientes
confirmó el poderío de Buenos Aires. En 1862, la ciudad
fue institucionalizada capital de la República de
Argentina
A pesar de la conquista de Córdoba y la
expulsión del Sabbat, la Espada de Caín todavía
mantenía bastante influencia en el conjunto de Argentina,
y la guerra entre vampiros estaba lejos de
haber
terminado. Sin embargo, los antiguos argentinos de la
Camarilla fueron imponiéndose poco a poco, recibiendo
refuerzos desde Europa que llegaron camuflados entre la
incipiente emigración.
De este modo a mediados del siglo XIX el Sabbat
comenzó a reti
rarse hacia el este y el sur del país, pero el
coste en bajas resultaba tremendo. Algunos de los nuevos
Príncipes que ocupaban los territorios arrebatados al
Sabbat, de hecho llegaban a acuerdos clandestinos al
margen de la Camarilla, compartiendo zonas de
interés
común con algunos de sus enemigos. Aunque
“oficialmente” en guerra o como mucho en tregua, la
realidad es que puntualmente en algunas zonas se
alcanzaban pactos para repartirse zonas de influencia y
evitar conflictos que no hacían sino perjudicar
a ambas
partes.
La prueba evidente de la precariedad de las
conquistas de la Camarilla llegó en 1861, cuando
repentinamente, el Sabbat lanzó una incursión sobre
Buenos Aires, y el Príncipe Fernando Díaz fue destruido.
El Consejo de los antiguos porteños tomó las riendas
temporalmente para destruir a los asesinos y expulsar a
la Espada de Caín, pero enseguida comenzaron las
disputas por ocupar la posición de Príncipe. Finalmente,
y ante la necesidad de alcanzar el consenso, fue
Alexandria, la Primogénita Toreador, quien terminó
imponiéndose. La nueva Príncipe consiguió una serie de
victorias en el norte de Argentina que reforzaron la
presencia de la Camarilla en la zona, al mismo tiempo
que instalaba a sus aliados en posiciones de autoridad
por todo el país,
reforzando así su influencia en el
conjunto de la secta a nivel local.
LA EFÍMERA EDAD DE
ORO
El segundo presidente de Argentina, Bartolomé
Mitre, se concentró en la creación de la nación argentina y
de su infraestructura, pero sus objetivos se
frustraron ante
la guerra con el vecino Paraguay, que se prolongó entre
1865 y 1870. De modo que hasta la llegada a la
presidencia del pedagogo y periodista de San Juan,
Domingo Faustino Sarmiento, el progreso y la revolución
industrial y empresarial no ec
haron raíces en Argentina.
En aquella época la economía de Buenos Aires
floreció y la ciudad comenzó a recibir inmigrantes de
España, Italia, Alemania y de Europa Oriental. Entre 1869
y 1895, la población del país se multiplicó prácticamente
por siete. Lo
s nuevos residentes trabajaban en el puerto de
la capital, vivían apretujados en bloques de pisos y dieron
origen al famoso tango, nacido en los burdeles y cabarés.
Sin embargo, la mayor parte de la población
argentina y de origen europeo se hacinaba en el norte.
Desde la época de la colonización española gran parte de
las llanuras de la Pampa y Patagonia no habían sido
conquistadas debido a su escaso interés económico y a la
fuerte resistencia de los indígenas mapuches y tehuelches.
El siguiente president
e, Nicolás Avellaneda, llevó a cabo
en 1879 una brutal campaña de exterminio de los
indígenas, un episodio histórico conocido hoy con el
nombre de “La Conquista del Desierto”. Dicha guerra
dupl icó el área bajo el control del estado argentino y abrió
la Pat
agonia a los colonos europeos y a la ganadería. A
principios del siglo XX, Argentina contaba ya con una
extensa red ferroviaria (financiada en su mayor parte con
capital británico), que se expandió desde Buenos Aires y
se desplegó en todas direcciones. No
obstante, todavía
planeaba sobre el país la negra nube de su vulnerable
economía. A causa de las desigualdades en la distribución
de la tierra, eran muy pocos los que verdaderamente
podían disfrutar de su prosperidad. Finalmente, con la
llegada de la Gran
Depresión de 1929, los militares
argentinos se hicieron con el poder bajo una más que
notable inquietud social. Entonces, el desconocido y
extrañamente visionario coronel Juan Domingo Perón se
convirtió en el primer presidente que trató de hacer frente
a la grave crisis económica que afectaba al país.
El final del siglo XIX fue un período de
esplendor para los vampiros argentinos, que siguieron en
silencio a las oleadas de ganado humano que buscaba un
lugar en el Nuevo Mundo donde prosperar. Muchos
expatri
ados de la Camarilla, a menudo recesos de
revoluciones fallidas, acompañaban a los inmigrantes.
Los Toreador en especial eran los más numerosos,
deseosos de convertir Argentina en la meca de las artes
de Sudamérica. Les seguían en número los Brujah, pero
p
rácticamente todos los clanes dejaron su marca en la
inmigración, y sus descendientes infestaron las ciudades
argentinas.
El Sabbat también recibió refuerzos en esta
época aunque en menor medida, procedentes tanto del
resto de Latinoamérica como de Europa
, pero una vez
más las divisiones internas y las guerras entre facciones
ocasionaron una nueva guerra civil, en cuya estela perdió
numerosos territorios ante la Camarilla. Aunque los
Lasombra consiguieron mantenerse como la facción más
numerosa e influyent
e, su poder era un pálido reflejo del
que habían mantenido en las noches coloniales. La
ciudad de Tucumán se convirtió en la principal fortaleza
de la secta, y la Espada de Caín se retiró a sus reductos o
hacia el sur, siguiendo a los ejércitos de la Guerr
a del
Desierto. Sin embargo, los vampiros indígenas, sobre
todo Gangrel, se mostraron especialmente hostiles, y
muchas manadas fueron destruidas o simplemente
desaparecieron sin que se conociera su destino final.
A principios del siglo XX el Consejo de Bu
enos
Aires se había convertido en el principal poder vampírico
de Argentina, y su posición parecía consolidada. Sin
embargo, la principal amenaza para la secta procedía del
interior, de los numerosos jóvenes anarquistas que huían
de Europa y de los jóvenes
vampiros producto del Abrazo
descuidado, que paulatinamente consiguieron suficiente
fuerza como para entorpecer los esfuerzos de los
Príncipes por ejercer su autoridad. Los antiguos de la
Camarilla volvieron la mirada hacia el interior de la
secta, abando
nando la guerra contra el Sabbat,
permitiendo que la secta rival se reorganizara y
sobreviviera, preparándose para lanzar un contraataque
y una eventual toma del poder.
LA ÉPOCA DE PERÓN
El teniente general Juan Domingo Perón llegó a
la escena política e
n la década de 1940 para convertirse en
la figura más querida por unos y rechazada por otros.
Perón destacó en el ámbito nacional por vez primera
como dirigente del Departamento Nacional del Trabajo y
Previsión, después de que en 1943 un golpe de Estado
de
rrocara al gobierno civil. Mientras ocupó este cargo,
organizó importantes medidas para aliviar los daños
causados por el gran terremoto de San Juan, lo que le
valió el reconocimiento de todo el país. Además, durante
este tiempo conoció a Eva (Evita) Duart
e, la actriz
radiofónica que se convertiría en su segunda esposa y que
haría su propia contribución a la historia de Argentina,
debido a su estrecha relación con los sectores más
humildes.
Con Evita a su lado Perón llegó a la presidencia
del país en 1946
. Durante los años anteriores había estado
en la Italia fascista y aprendido la importancia del
espectáculo populista en la vida pública, desarrollando su
propia versión mediática de los discursos de Benito
Mussolini. Pronunció numerosos mítines desde el b
alcón
de la Casa Rosada en compañía de su esposa, y aunque el
matrimonio Perón gobernaba de forma autoritaria,
promulgaron diversas medidas progresistas como la
legitimización sindical, ampliación de los derechos
políticos de los trabajadores, el derecho d
e voto femenino,
e hicieron que los estudios universitarios fueran
asequibles para cualquier individuo.
No obstante, las dificultades económicas y la
creciente inflación socavaron la segunda presidencia de
Juan Domingo Perón a partir de 1952, y la muerte
de
Evita aquel mismo año asestó un duro golpe, tanto al país
como a la popularidad del presidente. A finales de 1955,
un golpe de estado lo derrocó y envió al exilio en España,
y de este modo se inició un período de casi tres décadas
en el que se alternaro
n gobiernos civiles y dictaduras
militares.
Durante el exilio Perón y sus aliados se
dedicaron tenazmente a planear su regreso a Argentina. A
finales de la década de 1960 y principios de 1970, los
crecientes problemas económicos, huelgas, secuestros
polít
icos y la ofensiva de la guerrilla antigubernamental
caracterizaron la vida política del país. En tales
condiciones la oportunidad de Perón llegó en 1973,
cuando los militares dejaron paso al Partido Justicialista
de Perón (popularmente conocido como Parti
do
Peronista) y el leal peronista Héctor Cámpora fue elegido
presidente.
Cámpora dimitió tras el regreso de Perón, y de
esta forma le abrió el camino hacia las nuevas elecciones,
que ganó con facilidad. De esta forma, tras 18 años de
exilio, volvió a simb
olizar la unión de Argentina, si bien
su gobierno carecía de un verdadero peso político sobre el
conjunto del país. Enfermo crónico, Perón murió a
mediados de 1974, dejando un país fragmentado a su
inexperta y poco preparada tercera esposa
–
y
vicepresident
a
-
, Isabelita.
Aunque en ocasiones los vampiros no habían
dudado en utilizar la influencia sobre algunos personajes
de cierta importancia en el gobierno de Argentina, lo
cierto es que sobre todo desde principios del siglo XX, los
bruscos giros de la polít
ica del país, hicieron que muchos
Vástagos, desanimados por lo que consideraban una
dinámica incontrolable, dejaran las riendas del poder en
manos de verdaderos expertos. Muy a menudo, en lugar
de optar por un control directo los vampiros utilizaban
sus re
cursos para sobornar a los políticos locales cuando
lo consideraban necesario, fomentando de este modo la
corrupción, que se convirtió en un elemento inherente del
sistema. Los antiguos de la Camarilla y el Sabbat
chocaban sus espadas de forma sutil, y los
mortales
sufrían las consecuencias. Aunque ningún gobierno o
golpe de estado puede con propiedad vincularse a una u
otra figura o secta vampírica
–
aunque no tengan
escrúpulos en reclamar el mérito en ocasiones
-
es
indudable que de no ser por la influencia
sobrenatural tal
vez la evolución política de Argentina hubiera sido
mucho más estable.
Muchos vampiros vinculan el ascenso de Juan
Domingo Perón al poder a la influencia de la Príncipe
Alexandria, aunque la relación entre ambos nunca ha
sido completamen
te esclarecida. Muchos creen que
Alexandria utilizó a Perón para recortar la creciente
influencia del Sabbat, que desde el siglo XX se estaba
infiltrando dentro de la esfera militar, aunque se
enfrentaba a una fuerte competencia por parte de otros
poderes.
En verdad el primer gobierno de Perón
benefició enormemente a la Camarilla, y en especial a
Alexandria y sus aliados, entre los que se encontraban
algunos Brujah Idealistas que veían en el gobierno
peronista una forma de llevar a cabo sus propios
experime
ntos políticos.
Sin embargo, la relación entre la Príncipe y
Perón no debía ser tan estrecha como algunos pensaron,
pues el derrocamiento del presidente no la arrastró
consigo. Aunque varios antiguos argentinos perdieron su
influencia en el gobierno, lo
cierto es que Alexandria
continuó influyendo en la política argentina como si nada
hubiera pasado.
Pero los disturbios y descontento social
producidos por la caída de Perón fueron aprovechados
por otros poderes, sobre todo jóvenes descontentos de los
clan
es Toreador y Brujah, que querían crear su propio
gobierno utópico, a semejanza de lo que había hecho el
Consejo Brujah de la Unión Soviética. Desde una
perspectiva alejada parece que al menos en parte estos
jóvenes fueron apoyados por el Sabbat, quien sig
uió muy
de cerca sus avances y se preparó para lanzar un golpe
decisivo contra la Camarilla de Argentina, un ataque que
si no conseguía terminar con la hegemonía de la secta
rival, por lo menos debilitara lo suficientemente sus
bases.
Al mismo tiempo los
vampiros de la Camarilla
argentina se enfrentaban entre ellos, no sólo entre
jóvenes y antiguos. Durante parte de la década de 1960,
varios antiguos del Consejo de Buenos Aires conspiraron
para derrocar a la Príncipe Alexandria, pero la poderosa
antigua consiguió derrotarles, coincidiendo con el
regreso de Juan Domingo Perón al poder. Varios
antiguos de distintas ciudades, que habían pertenecido a
la conspiración, desaparecieron, y se cree que al menos
dos de ellos perecieron bajo los cuchillos de asesinos
Assamitas.
Aunque parecía que la Príncipe de Buenos Aires
había consolidado su poder sobre el resto de la
Camarilla de Argentina, justo cuando parecía que la
estabilidad había regresado, el Sabbat lanzó su propio
golpe, preparado durante décadas.
LA G
UERRA SUCIA Y
LOS DESAPARECIDOS
Desde la década de 1960 y principios de 1970 se
había generalizado el sentimiento de oposición al
gobierno, y las protestas callejeras solían acabar en
verdaderos disturbios. Las organizaciones de guerrillas
armadas, como e
l Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) y los Montoneros, emergieron como oponentes
radicales ante los militares, las oligarquías y la influencia
de los Estados Unidos en Latinoamérica. Ante esta
situación, Isabelita, la viuda de Perón, y su consejero J
osé
López Rega, crearon la Triple A (Alianza Argentina
Anticomunista), un escuadrón de la muerte ideado para
eliminar a los grupos revolucionarios. Paralelamente la
corrupción gubernamental era cada vez mayor, al mismo
tiempo que la incompetencia de Isabel
ita generaba un
ascendente descontento, sumiendo el país en el caos. El
24 de marzo de 1976, el general del ejército Jorge Rafael
Videla llevó a cabo un cruento golpe de estado y se hizo
con el gobierno de Argentina, iniciando un largo período
de terror y
brutalidad.
El objetivo que perseguía Videla era aplastar los
movimientos subversivos y restablecer el orden social;
gran parte del público y la prensa argentinos le dieron su
apoyo. De este modo, durante lo que el régimen etiquetó
con el eufemístico nomb
re de Proceso de Reorganización
Nacional (conocido como
el Proceso
), las fuerzas de
seguridad recorrieron el país arrestando, torturando,
violando y matando a cualquiera que constara en su lista
de sospechosos izquierdistas. Los grupos defensores de
los de
rechos humanos calculan que durante el período
entre 1976 y 1983, al que con frecuencia se alude como
guerra sucia
, “desaparecieron” unas 30.000 personas. Y
desaparecer significaba ser secuestrado, detenido,
torturado y probablemente asesinado sin ninguna
esperanza de tener un juicio legal. Irónicamente, la
guerra
sucia
terminó cuando el ejército trató de llevar a cab
o una
verdadera operación militar.
25
Argentina Nocturno
La Biblioteca de Cartago
Por Alexander Weiss (
magus
@
bibliotecadecartago.es
)
Los vampiros del Sabbat habían vigilado los
movimientos de los militares argentinos desde hacía
mucho tiempo, y pronto comenzaron a desarrollar un
plan a largo plazo. Varios Cainitas establecieron sus
peones o directamen
te Abrazaron chiquillos en el
ejército, creando varios manadas que prepararon la que
se llamó la Cruzada de la Plata, una serie de ataques
coordinados sobre los principales dominios de la
Camarilla. El gobierno de Perón y su posterior
derrocamiento les per
mitió extender su influencia en la
estructura gubernamental.
En 1976 el general Jorge Rafael Videla dio su
golpe de estado, y aunque en parte resultaron
sorprendidos, el Sabbat decidió lanzar la Cruzada de la
Plata, con la bendición del Cardenal Carlos VI
, del clan
Lasombra. En principio resultó un éxito, pues pronto las
ciudades de Córdoba y Mendoza quedaron bajo el
dominio de la Espada de Caín. Sin embargo, su empuje
fue contenido en otros lugares, gracias a la vigilancia
ejercida por los arcontes de la
Camarilla. En Buenos
Aires la Príncipe Alexandria resultó ilesa de un intento de
asesinato contra su persona, no así algunos de los
antiguos y Primogénitos porteños.
La guerra se prolongó durante varios años,
camuflada bajo la fachada de los excesos y rep
resión del
gobierno dictatorial de los militares, y ambas facciones
no se dieron tregua. Sin embargo, a medida que
transcurría el tiempo, la Príncipe Alexandria recibió la
ayuda de la Justicar Toreador Madame Guil, y los
vampiros del Sabbat fueron obligado
s a ceder terreno.
Los Cainitas abandonaron su presencia abierta en
Buenos Aires en 1983 y la diócesis de Córdoba fue
recuperada por la Camarilla. No obstante, a pesar de las
grandes pérdidas, la Espada de Caín había conseguido
extender sus territorios e i
nfluencia.
LA CAÍDA DE LOS
MILITARES Y LAS
SECUELAS
A pesar de que el golpe de estado iba destinado a
restablecer la estabilidad en el país, lo cierto es que la
crisis de la economía argentina continuó durante este
período, tambaleando los cimientos del gobierno militar.
A finales de 1981 el general Leopold
o Galtieri asumió el
cargo de presidente. Para mantener el poder en medio de
la inestable economía y la inquietud de las masas, Galtieri
trató de atraerse a la opinión pública fomentando el
patriotismo nacional y en abril de 1982 lanzó una
invasión militar
para expulsar a los británicos de las islas
Malvinas, que Argentina llevaba casi siglo y medio
reclamando para sí. De la noche a la mañana esta
maniobra desató una oleada de euforia nacionalista, que
enseguida se apagó con la misma velocidad. Galtieri
hab
ía infravalorado la decidida respuesta de la primera
ministra británica Margaret Thatcher, y tras sólo 74 días,
las fuerzas argentinas, mal adiestradas, poco motivadas y
en su mayoría adolescentes, se rindieron para vergüenza
de sus compatriotas. La impop
ularidad producida por el
fiasco militar terminó por derrumbar la sangrienta
dictadura. En 1983 los argentinos eligieron a Raúl
Alfonsín como presidente.
En su exitosa campaña presidencial de 1983,
Alfonsín se comprometió a perseguir a los militares
respo
nsables de las violaciones de los derechos humanos
durante la
guerra sucia
. Por ello, condenó a la Junta
Supr ema por secuestro, tortura y homicidio. Pero cuando
el nuevo gobierno trató de juzgar a los oficiales de rangos
inferiores, éstos se sublevaron en
diversas partes de
Argentina. La administración sucumbió a las exigencias
militares y elaboró la Ley de Obediencia Debida, que
permitía a los oficiales de menor rango defenderse
alegando que habían cumplido órdenes, así como una Ley
de Punto Final, más all
á de la cual no podía celebrarse
ningún proceso judicial, ya fuera criminal o civil.
Tales medidas evitaron los juicios de varios altos
cargos de dudosa reputación, como el capitán de la
Marina argentina Alfredo Astiz (el
Ángel de la Muerte
).
Aunque la m
ayoría de los vampiros lo
desconocen, la Camarilla y el Sabbat acordaron una
inestable tregua en 1984. Ambas facciones habían sufrido
graves pérdidas y se encontraban debilitadas. La
presencia de varios vampiros de los Seguidores de Set y
los Giovanni les
hacía temer que una facción
independiente aprovechara la ocasión para tomar el
poder.
En la guerra habían perecido varios antiguos de
uno y otro bando, produciéndose cierta renovación en la
jerarquía vampírica. Dentro del Sabbat varias manadas
nómadas que
habían llevado el peso de la campaña de la
Camarilla se sintieron engañadas por la firma de la paz,
y en los años siguientes se produjeron algunas purgas
dentro de la Espada de Caín. El dominio de los Lasombra
sobre la secta en Argentina se tambaleó, y aun
que
continuaron siendo la principal facción tuvieron que
ceder terreno ante el empuje de los Tzimisce y los
Antitribu Brujah. Sin embargo, el recuerdo de las guerras
civiles y una amonestación del Cardenal Carlos VI desde
México consiguieron mantener la ca
lma y acallar las
disputas, al menos las más importantes.
Dentro de la Camarilla la Príncipe Alexandria
reforzó su poder dentro de la secta, manteniéndose firme
frente a las pretensiones de poder del Consejo de Buenos
Aires. Por su parte dentro del Consejo
había quienes
abogaban por un reparto del poder más equilibrado y
descentralizado. El líder de la facción contraria a
Alexandria era el Primogénito Nosferatu, Don Jonás,
cuya enemistad con la Príncipe Toreador no era un
secreto para nadie. Sin embargo, tr
as el regreso de la
democracia, parecía que la estabilidad y una tensa calma
habían regresado a la política vampírica de Argentina, al
menos durante un tiempo.
LA DEMOCRACIA
La presidencia de Carlos Menem (1989
-
1999)
originó un período de falsa estabilid
ad económica gracias
a la combinación de reformas radicales de libre mercado y
la paridad del peso argentino con el dólar. Fue una etapa
de crecimiento para la clase media, así como para la
incontrolada corrupción gubernamental, durante la cual
Menem vendi
ó a precio de saldo empresas públicas. En
diciembre de 1990, y contra una fuerte oposición de la
opinión pública, el presidente Carlos Menem indultó al
general Videla y sus secuaces. El fantasma de la
guerra
sucia
siguió planeando con fuerza durante la sig
uiente
década en la vida política argentina.
El presidente consiguió cambiar la Constitución
para poder gobernar durante un segundo período (1994
-
1999), y en 1999 volvió a intentarlo una tercera vez,
aunque ya sin éxito. Finalmente, ante las acusaciones d
e
corrupción, terminó por dimitir. En las elecciones de 1999
le sucedió en el cargo Fernando de la Rúa.
Ocurrió en 1999 y fue conocida como la Noche
de los Aullidos. Al parecer la Príncipe y el Consejo de
Buenos Aires habían recibido noticias de la desapa
rición
de numerosos vampiros en el norte del país, tanto de la
Camarilla, como del Sabbat, como algunos
independientes. Ante las inquietantes noticias de los
supervivientes fue convocada una reunión de emergencia
del Consejo, para tomar medidas para prepar
arse ante la
inminente llegada de...”algo”. Los más informados
murmuraban en susurros que una legendaria Matusalén
precolombina había despertado y estaba hambrienta...
Aunque el Consejo procuró evitar que las
noticias de las desapariciones se extendieran, los
rumores y murmuraciones comenzaron a sembrar el
pánico entre los Vástagos de Buenos Aires, y algunos
comenzaron a abandonar la ciudad. La Príncipe y el
Consejo, en una muestra de unidad raramente vista,
permanecieron en sus puestos, y se dice que incluso
llegaron a contactar con el Sabbat y las facciones
independientes para establecer un frente común frente a
la amenaza que se aproximaba noche tras noche.
Finalmente la crisis estalló en la noche del 26 de
Agosto. Las autoridades mundanas comunicaron que u
na
tormenta tropical se había abatido sobre Buenos Aires y
sus alrededores y en verdad durante horas se produjeron
vientos huracanados que rompieron cristales y
destruyeron algunos edificios. Algunos creyeron oír un
profundo lamento cabalgando sobre el hur
acán, que se
prolongaría durante otras dos noches, y parecía amainar
durante el día. El gobierno ordenó que nadie saliera de
sus casas mientras durase el mal tiempo. En la tercera
noche la tormenta estalló con mayor virulencia, y hacia
el final se escuchó
un prolongado quejido, el suelo tembló
durante cinco minutos y el cielo cubierto de nubes se tiño
repentinamente de rojo, hasta que la luz del amanecer
comenzó a abrirse paso.
Cuando la “tormenta” terminó, los vampiros
comprobaron temerosos que muchos hab
ían
desaparecido, entre ellos la Príncipe y los miembros del
Consejo, así como los arcontes y la guardia personal de
Alexandria. Las alcantarillas de Buenos Aires habían
recibido los peores daños, como si hubieran sufrido los
efectos de un terremoto, y nin
gún Nosferatu parecía
haber sobrevivido. Entre los supervivientes algunos no
tardaron en conectar indicios, y muchos creen que
durante la Noche de los Aullidos se produjo un
enfrentamiento con un poderoso Matusalén.
De las ciudades colindantes comenzaron
a llegar
los refugiados que habían abandonado Buenos Aires por
su seguridad. Varios antiguos, a iniciativa del Pontífice
Tremere de la Plata, formaron un nuevo Consejo, que se
encargaría de las labores de reconstrucción. Un mes
después se comprobó que más
de la mitad de los
vampiros que se encontraban en la capital argentina
durante la Noche de los Aullidos habían desaparecido sin
dejar rastro...o pequeños montones de ceniza que no
aportaban nada, aunque en realidad eran menos de lo
que se creyó en un princip
io, ya que muchos habían huido
en las noches previas a la crisis.
El regreso de los Vástagos fue paulatino, ya que
muchos temían que la misteriosa Matusalén reapareciera
y terminara con los vampiros supervivientes. Sin
embargo, a medida que pasaba el tiem
po la calma se
mantenía, y poco a poco los Vástagos comenzaron a
reaparecer y regresar a los refugios que habían
abandonado, en parte apremiados por los antiguos del
nuevo Consejo de Buenos Aires, que se están
apresurando a reclutar partidarios para apunta
lar sus
posiciones y quizás optar al título de Príncipe. Por otro
lado, el temor ante un posible ataque del Sabbat
aprovechando el debilitado estado de la Camarilla ha
apremiado a la Justicar Toreador a enviar a varios de
sus arcontes para que mantengan vi
gilada la zona.
Sin embargo, el Sabbat se enfrenta a sus propios
problemas. Aunque en principio la secta fue afectada por
las desapariciones de vampiros, pronto quedó claro que
se enfrentaban a un nuevo enemigo...o quizás no tan
nuevo. Se creía que las zona
s del sur mantenían una
escasa población vampírica, compuesta sobre todo por
vampiros Gangrel e independientes que deseaban que les
dejaran en paz, al margen de la guerra de sectas. Sin
embargo, desde el comienzo de las desapariciones, varias
manadas del S
abbat comenzaron a ser atacadas por
extraños vampiros con poderes desconocidos hasta
entonces. Los escasos espías de la Espada de Caín que
han regresado de sus exploraciones hablan de la
formación de una nueva facción de vampiros conocidos
como “Los Arauca
nos”, formada sobre todo por
vampiros del clan Gangrel. Muchos creen que tras su
separación de la Camarilla los Gangrel están intentando
crear sus propios dominios independientes, y es posible
que estén comenzando por Argentina..
LÉXICO VAMPÍRICO ARGENTINO
Barra Brava:
Terreno de caza en un lugar
marginado o potencialmente peligroso. “Irse de Barra
Brava” significa cazar en ese lugar.
Boliche:
Discoteca o club nocturno de contacto
entre los vampiros.
Boludo:
Imbécil, estúpido, idiota; suele
utilizarse
de modo amistoso, pero es un gran insulto si se
dirige a un extraño. Generalmente es utilizado por los
Príncipes y Antiguos para referirse a los anarquistas.
Cabildo:
Refugio del Príncipe o de un antiguo
vampiro con gran poder.
Chacra:
Refugio, en
sentido genérico.
Criollo:
En la época colonial, un español nacido
en América. Entre los vampiros se refiere a un Vástago
Abrazado fuera del país, especialmente a los antiguos.
Guardaganado:
Equivalente argentino del
Sheriff. En ocasiones también se util
iza con los arcontes o
matones a sueldo del Príncipe.
Jejenes:
Anarquistas o vampiros que se rebelan
contra la autoridad del Príncipe.
Pendejo:
Chiquillo inexperto.
Pibe/Piba:
Chiquillo
Porteño/Porteña:
Habitante de Buenos Aires.
Los vampiros del Sabbat
lo utilizan para designar a los de
la Camarilla, independientemente de su procedencia
LÉXICO VAMPÍRICO
ARGENTI
NO
Barra Brava:
Terreno de caza en un lugar
marginado o potencialmente peligroso. “Irse de Barra
Brava” significa cazar en ese lugar.
Boliche:
Discoteca o club nocturno de contacto
entre los vampiros.
Boludo:
Imbécil, estúpido, idiota; suele
utilizarse
de modo amistoso, pero es un gran insulto si se
dirige a un extraño. Generalmente es utilizado por los
Príncipes y Antiguos para referirse a los anarquistas.
Cabildo:
Refugio del Príncipe o de un antiguo
vampiro con gran poder.
Chacra:
Refugio, en
sentido genérico.
Criollo:
En la época colonial, un español nacido
en América. Entre los vampiros se refiere a un Vástago
Abrazado fuera del país, especialmente a los antiguos.
Guardaganado:
Equivalente argentino del
Sheriff. En ocasiones también se util
iza con los arcontes o
matones a sueldo del Príncipe.
Jejenes:
Anarquistas o vampiros que se rebelan
contra la autoridad del Príncipe.
Pendejo:
Chiquillo inexperto.
Pibe/Piba:
Chiquillo
Porteño/Porteña:
Habitante de Buenos Aires.
Los vampiros del Sabbat
lo utilizan para designar a los de
la Camarilla, independientemente de su procedencia