LA GUERRA SUCIA Y
LOS DESAPARECIDO
Desde la década de 1960 y principios de 1970 se
había generalizado el sentimiento de oposición al
gobierno, y las protestas callejeras solían acabar en
verdaderos disturbios. Las organizaciones de guerrillas
armadas, como e
l Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) y los Montoneros, emergieron como oponentes
radicales ante los militares, las oligarquías y la influencia
de los Estados Unidos en Latinoamérica. Ante esta
situación, Isabelita, la viuda de Perón, y su consejero J
osé
López Rega, crearon la Triple A (Alianza Argentina
Anticomunista), un escuadrón de la muerte ideado para
eliminar a los grupos revolucionarios. Paralelamente la
corrupción gubernamental era cada vez mayor, al mismo
tiempo que la incompetencia de Isabel
ita generaba un
ascendente descontento, sumiendo el país en el caos. El
24 de marzo de 1976, el general del ejército Jorge Rafael
Videla llevó a cabo un cruento golpe de estado y se hizo
con el gobierno de Argentina, iniciando un largo período
de terror y
brutalidad.
El objetivo que perseguía Videla era aplastar los
movimientos subversivos y restablecer el orden social;
gran parte del público y la prensa argentinos le dieron su
apoyo. De este modo, durante lo que el régimen etiquetó
con el eufemístico nomb
re de Proceso de Reorganización
Nacional (conocido como
el Proceso
), las fuerzas de
seguridad recorrieron el país arrestando, torturando,
violando y matando a cualquiera que constara en su lista
de sospechosos izquierdistas. Los grupos defensores de
los de
rechos humanos calculan que durante el período
entre 1976 y 1983, al que con frecuencia se alude como
guerra sucia
, “desaparecieron” unas 30.000 personas. Y
desaparecer significaba ser secuestrado, detenido,
torturado y probablemente asesinado sin ninguna
esperanza de tener un juicio legal. Irónicamente, la
guerra
sucia
terminó cuando el ejército trató de llevar a cab
o una
verdadera operación militar

Los vampiros del Sabbat habían vigilado los
movimientos de los militares argentinos desde hacía
mucho tiempo, y pronto comenzaron a desarrollar un
plan a largo plazo. Varios Cainitas establecieron sus
peones o directamen
te Abrazaron chiquillos en el
ejército, creando varios manadas que prepararon la que
se llamó la Cruzada de la Plata, una serie de ataques
coordinados sobre los principales dominios de la
Camarilla. El gobierno de Perón y su posterior
derrocamiento les per
mitió extender su influencia en la
estructura gubernamental.
En 1976 el general Jorge Rafael Videla dio su
golpe de estado, y aunque en parte resultaron
sorprendidos, el Sabbat decidió lanzar la Cruzada de la
Plata, con la bendición del Cardenal Carlos VI
, del clan
Lasombra. En principio resultó un éxito, pues pronto las
ciudades de Córdoba y Mendoza quedaron bajo el
dominio de la Espada de Caín. Sin embargo, su empuje
fue contenido en otros lugares, gracias a la vigilancia
ejercida por los arcontes de la
Camarilla. En Buenos
Aires la Príncipe Alexandria resultó ilesa de un intento de
asesinato contra su persona, no así algunos de los
antiguos y Primogénitos porteños.
La guerra se prolongó durante varios años,
camuflada bajo la fachada de los excesos y rep
resión del
gobierno dictatorial de los militares, y ambas facciones
no se dieron tregua. Sin embargo, a medida que
transcurría el tiempo, la Príncipe Alexandria recibió la
ayuda de la Justicar Toreador Madame Guil, y los
vampiros del Sabbat fueron obligado
s a ceder terreno.
Los Cainitas abandonaron su presencia abierta en
Buenos Aires en 1983 y la diócesis de Córdoba fue
recuperada por la Camarilla. No obstante, a pesar de las
grandes pérdidas, la Espada de Caín había conseguido
extender sus territorios e i
nfluencia
LA CAÍDA DE LOS MILITARES Y LAS SECUELAS
A pesar de que el golpe de estado iba destinado a
restablecer la estabilidad en el país, lo cierto es que la
crisis de la economía argentina continuó durante este
período, tambaleando los cimientos del gobierno militar.
A finales de 1981 el general Leopold
o Galtieri asumió el
cargo de presidente. Para mantener el poder en medio de
la inestable economía y la inquietud de las masas, Galtieri
trató de atraerse a la opinión pública fomentando el
patriotismo nacional y en abril de 1982 lanzó una
invasión militar
para expulsar a los británicos de las islas
Malvinas, que Argentina llevaba casi siglo y medio
reclamando para sí. De la noche a la mañana esta
maniobra desató una oleada de euforia nacionalista, que
enseguida se apagó con la misma velocidad. Galtieri
hab
ía infravalorado la decidida respuesta de la primera
ministra británica Margaret Thatcher, y tras sólo 74 días,
las fuerzas argentinas, mal adiestradas, poco motivadas y
en su mayoría adolescentes, se rindieron para vergüenza
de sus compatriotas. La impop
ularidad producida por el
fiasco militar terminó por derrumbar la sangrienta
dictadura. En 1983 los argentinos eligieron a Raúl
Alfonsín como presidente.
En su exitosa campaña presidencial de 1983,
Alfonsín se comprometió a perseguir a los militares
respo
nsables de las violaciones de los derechos humanos
durante la
guerra sucia
. Por ello, condenó a la Junta
Suprema por secuestro, tortura y homicidio. Pero cuando
el nuevo gobierno trató de juzgar a los oficiales de rangos
inferiores, éstos se sublevaron en
diversas partes de
Argentina. La administración sucumbió a las exigencias
militares y elaboró la Ley de Obediencia Debida, que
permitía a los oficiales de menor rango defenderse
alegando que habían cumplido órdenes, así como una Ley
de Punto Final, más all
á de la cual no podía celebrarse
ningún proceso judicial, ya fuera criminal o civil.
Tales medidas evitaron los juicios de varios altos
cargos de dudosa reputación, como el capitán de la
Marina argentina Alfredo Astiz (el
Ángel de la Muerte).
Aunque la mayoría de los vampiros lo
desconocen, la Camarilla y el Sabbat acordaron una
inestable tregua en 1984. Ambas facciones habían sufrido
graves pérdidas y se encontraban debilitadas. La
presencia de varios vampiros de los Seguidores de Set y
los Giovanni les
hacía temer que una facción
independiente aprovechara la ocasión para tomar el
poder.
En la guerra habían perecido varios antiguos de
uno y otro bando, produciéndose cierta renovación en la
jerarquía vampírica. Dentro del Sabbat varias manadas
nómadas que
habían llevado el peso de la campaña de la
Camarilla se sintieron engañadas por la firma de la paz,
y en los años siguientes se produjeron algunas purgas
dentro de la Espada de Caín. El dominio de los Lasombra
sobre la secta en Argentina se tambaleó, y aun
que
continuaron siendo la principal facción tuvieron que
ceder terreno ante el empuje de los Tzimisce y los
Antitribu Brujah. Sin embargo, el recuerdo de las guerras
civiles y una amonestación del Cardenal Carlos VI desde
México consiguieron mantener la ca
lma y acallar las
disputas, al menos las más importantes.
Dentro de la Camarilla la Príncipe Alexandria
reforzó su poder dentro de la secta, manteniéndose firme
frente a las pretensiones de poder del Consejo de Buenos
Aires. Por su parte dentro del Consejo
había quienes
abogaban por un reparto del poder más equilibrado y
descentralizado. El líder de la facción contraria a
Alexandria era el Primogénito Nosferatu, Don Jonás,
cuya enemistad con la Príncipe Toreador no era un
secreto para nadie. Sin embargo, tras el regreso de la
democracia, parecía que la estabilidad y una tensa calma
habían regresado a la política vampírica de Argentina, al
menos durante un tiempo..

LOS DESAPARECIDO
Desde la década de 1960 y principios de 1970 se
había generalizado el sentimiento de oposición al
gobierno, y las protestas callejeras solían acabar en
verdaderos disturbios. Las organizaciones de guerrillas
armadas, como e
l Ejército Revolucionario del Pueblo
(ERP) y los Montoneros, emergieron como oponentes
radicales ante los militares, las oligarquías y la influencia
de los Estados Unidos en Latinoamérica. Ante esta
situación, Isabelita, la viuda de Perón, y su consejero J
osé
López Rega, crearon la Triple A (Alianza Argentina
Anticomunista), un escuadrón de la muerte ideado para
eliminar a los grupos revolucionarios. Paralelamente la
corrupción gubernamental era cada vez mayor, al mismo
tiempo que la incompetencia de Isabel
ita generaba un
ascendente descontento, sumiendo el país en el caos. El
24 de marzo de 1976, el general del ejército Jorge Rafael
Videla llevó a cabo un cruento golpe de estado y se hizo
con el gobierno de Argentina, iniciando un largo período
de terror y
brutalidad.
El objetivo que perseguía Videla era aplastar los
movimientos subversivos y restablecer el orden social;
gran parte del público y la prensa argentinos le dieron su
apoyo. De este modo, durante lo que el régimen etiquetó
con el eufemístico nomb
re de Proceso de Reorganización
Nacional (conocido como
el Proceso
), las fuerzas de
seguridad recorrieron el país arrestando, torturando,
violando y matando a cualquiera que constara en su lista
de sospechosos izquierdistas. Los grupos defensores de
los de
rechos humanos calculan que durante el período
entre 1976 y 1983, al que con frecuencia se alude como
guerra sucia
, “desaparecieron” unas 30.000 personas. Y
desaparecer significaba ser secuestrado, detenido,
torturado y probablemente asesinado sin ninguna
esperanza de tener un juicio legal. Irónicamente, la
guerra
sucia
terminó cuando el ejército trató de llevar a cab
o una
verdadera operación militar
Los vampiros del Sabbat habían vigilado los
movimientos de los militares argentinos desde hacía
mucho tiempo, y pronto comenzaron a desarrollar un
plan a largo plazo. Varios Cainitas establecieron sus
peones o directamen
te Abrazaron chiquillos en el
ejército, creando varios manadas que prepararon la que
se llamó la Cruzada de la Plata, una serie de ataques
coordinados sobre los principales dominios de la
Camarilla. El gobierno de Perón y su posterior
derrocamiento les per
mitió extender su influencia en la
estructura gubernamental.
En 1976 el general Jorge Rafael Videla dio su
golpe de estado, y aunque en parte resultaron
sorprendidos, el Sabbat decidió lanzar la Cruzada de la
Plata, con la bendición del Cardenal Carlos VI
, del clan
Lasombra. En principio resultó un éxito, pues pronto las
ciudades de Córdoba y Mendoza quedaron bajo el
dominio de la Espada de Caín. Sin embargo, su empuje
fue contenido en otros lugares, gracias a la vigilancia
ejercida por los arcontes de la
Camarilla. En Buenos
Aires la Príncipe Alexandria resultó ilesa de un intento de
asesinato contra su persona, no así algunos de los
antiguos y Primogénitos porteños.
La guerra se prolongó durante varios años,
camuflada bajo la fachada de los excesos y rep
resión del
gobierno dictatorial de los militares, y ambas facciones
no se dieron tregua. Sin embargo, a medida que
transcurría el tiempo, la Príncipe Alexandria recibió la
ayuda de la Justicar Toreador Madame Guil, y los
vampiros del Sabbat fueron obligado
s a ceder terreno.
Los Cainitas abandonaron su presencia abierta en
Buenos Aires en 1983 y la diócesis de Córdoba fue
recuperada por la Camarilla. No obstante, a pesar de las
grandes pérdidas, la Espada de Caín había conseguido
extender sus territorios e i
nfluencia
LA CAÍDA DE LOS MILITARES Y LAS SECUELAS
A pesar de que el golpe de estado iba destinado a
restablecer la estabilidad en el país, lo cierto es que la
crisis de la economía argentina continuó durante este
período, tambaleando los cimientos del gobierno militar.
A finales de 1981 el general Leopold
o Galtieri asumió el
cargo de presidente. Para mantener el poder en medio de
la inestable economía y la inquietud de las masas, Galtieri
trató de atraerse a la opinión pública fomentando el
patriotismo nacional y en abril de 1982 lanzó una
invasión militar
para expulsar a los británicos de las islas
Malvinas, que Argentina llevaba casi siglo y medio
reclamando para sí. De la noche a la mañana esta
maniobra desató una oleada de euforia nacionalista, que
enseguida se apagó con la misma velocidad. Galtieri
hab
ía infravalorado la decidida respuesta de la primera
ministra británica Margaret Thatcher, y tras sólo 74 días,
las fuerzas argentinas, mal adiestradas, poco motivadas y
en su mayoría adolescentes, se rindieron para vergüenza
de sus compatriotas. La impop
ularidad producida por el
fiasco militar terminó por derrumbar la sangrienta
dictadura. En 1983 los argentinos eligieron a Raúl
Alfonsín como presidente.
En su exitosa campaña presidencial de 1983,
Alfonsín se comprometió a perseguir a los militares
respo
nsables de las violaciones de los derechos humanos
durante la
guerra sucia
. Por ello, condenó a la Junta
Suprema por secuestro, tortura y homicidio. Pero cuando
el nuevo gobierno trató de juzgar a los oficiales de rangos
inferiores, éstos se sublevaron en
diversas partes de
Argentina. La administración sucumbió a las exigencias
militares y elaboró la Ley de Obediencia Debida, que
permitía a los oficiales de menor rango defenderse
alegando que habían cumplido órdenes, así como una Ley
de Punto Final, más all
á de la cual no podía celebrarse
ningún proceso judicial, ya fuera criminal o civil.
Tales medidas evitaron los juicios de varios altos
cargos de dudosa reputación, como el capitán de la
Marina argentina Alfredo Astiz (el
Ángel de la Muerte).
Aunque la mayoría de los vampiros lo
desconocen, la Camarilla y el Sabbat acordaron una
inestable tregua en 1984. Ambas facciones habían sufrido
graves pérdidas y se encontraban debilitadas. La
presencia de varios vampiros de los Seguidores de Set y
los Giovanni les
hacía temer que una facción
independiente aprovechara la ocasión para tomar el
poder.
En la guerra habían perecido varios antiguos de
uno y otro bando, produciéndose cierta renovación en la
jerarquía vampírica. Dentro del Sabbat varias manadas
nómadas que
habían llevado el peso de la campaña de la
Camarilla se sintieron engañadas por la firma de la paz,
y en los años siguientes se produjeron algunas purgas
dentro de la Espada de Caín. El dominio de los Lasombra
sobre la secta en Argentina se tambaleó, y aun
que
continuaron siendo la principal facción tuvieron que
ceder terreno ante el empuje de los Tzimisce y los
Antitribu Brujah. Sin embargo, el recuerdo de las guerras
civiles y una amonestación del Cardenal Carlos VI desde
México consiguieron mantener la ca
lma y acallar las
disputas, al menos las más importantes.
Dentro de la Camarilla la Príncipe Alexandria
reforzó su poder dentro de la secta, manteniéndose firme
frente a las pretensiones de poder del Consejo de Buenos
Aires. Por su parte dentro del Consejo
había quienes
abogaban por un reparto del poder más equilibrado y
descentralizado. El líder de la facción contraria a
Alexandria era el Primogénito Nosferatu, Don Jonás,
cuya enemistad con la Príncipe Toreador no era un
secreto para nadie. Sin embargo, tras el regreso de la
democracia, parecía que la estabilidad y una tensa calma
habían regresado a la política vampírica de Argentina, al
menos durante un tiempo..