¿Cuántas veces hemos juzgado a aquellos que se inmolan y matan en el nombre de Alá? ¿Cuántas víctimas hemos creado con ese juicio? Pero ¿Cuántas veces nosotros, los seres humanos, hacemos lo mismo en el nombre del Amor?
Para los islamistas su Alá, su Dios, es su amor. Partiendo de la base de que nosotros, nuestro yo interior es parte del todo (o sea del Dios, Universo, Alá…; como lo quieras llamar) nuestro yo interior es Amor. Cuando hagas algo, hazlo por tí por encima de todo y eso sí será Amor.
Entonces, nuestro Ego pregunta: ¿El hacer algo por alguien, aunque sea contrario a nuestros valores o simplemente no nos de la gana hacerlo no está justificado, por ser en nombre del Amor…?: “No, es que si le quiero, tengo que hacer esto” o mejor aún “es que si le quisiera, no haría esto”. La causa de este generalizado gesto de hipocresía solidaria es la creación de víctimas y la muerte en vida de uno mismo. (Recuerda que tú, no eres tu Ego)
Que quede claro que esto tampoco da derecho a hacer daño a la gente gratuitamente, porque cuándo uno hace daño a alguien, al final se lo está haciendo a uno mismo. La idea es hacer las cosas que uno quiera (o dejar de hacerlas), desde lo más profundo de su corazón, sin esperar nada a cambio. Sin victimizar a nadie, porque si no, terminaríamos siendo víctimas de nosotros mismos.
Habla tu Ego:
“Te hago la comida, porque te quiero”, mientras que tu yo interior no tiene ni hambre ni ganas.
“Que sepas que no me he ido por no hacerte daño, porque si no te quisiera… me hubiera ido”. Tu yo interior se muere de pena porque está otra vez castigado.
Imagínate la confusión que se crea!!! Tus pensamientos envían un mensaje y tus sentimientos lo contrario. Y luego querrás vivir en Paz cuando eres tú quien está originando la guerra.
Se congruente contigo mismo.
Cuando las cosas no salen del corazón, cuesta y esos esfuerzos extraordinarios al final se pagan. Observa los momentos en tu vida en los que se crean estos conflictos, si no puedes dar amor incondicionalmente hablando, da las gracias por la oportunidad ofrecida y elige ser honesto con tus sentimientos y las circunstancias.
Cada emoción enterrada se convierte en un cartucho de dinamita que cargas alrededor del pecho. ¿Serás tú mismo quien termine apretando el detonador? Está en tu mano.