El terremoto que devastó la nación caribeña en 2010 originó un éxodo que sigue en movimiento, con decenas de miles de migrantes atascados en Colombia o México que provienen de Brasil y Chile

La migración haitiana deambula desde hace una década por América Latina y ha vuelto a hacerse visible en un lugar inhóspito: la selvática frontera entre Colombia y Panamá. Miles de migrantes atascados han convertido el municipio colombiano de Necoclí en un embudo antes de adentrarse en el istmo por el Tapón del Darién y seguir su trayecto por Centroamérica hacia el norte, con Estados Unidos como el destino anhelado y México como nuevo territorio de acogida para el éxodo de esa nación caribeña. Esta crisis con números inéditos ha puesto en evidencia la peregrinación de una población que atraviesa el continente, mientras Haití se mantiene sumido en otro pico de inestabilidad, uno más, luego del magnicidio del presidente Jovenel Moïse.
Tanto Colombia como Panamá son solo países de tránsito, coinciden las autoridades. Aunque el número de haitianos en esa frontera palidece frente a la diáspora venezolana, que se cuenta por millones, constituye un flujo constante de decenas de miles de migrantes irregulares que llegan no desde el Caribe sino desde el sur del continente, principalmente de Brasil y de Chile, adonde huyeron después del terremoto de 2010. En esa ruta riesgosa a través del Darién, una de las selvas más peligrosas del mundo, son acompañados en menor medida por cubanos, asiáticos y africanos, la llamada “migración extracontinental”.
IN ENGLISH
Llegan desde la porosa frontera con Ecuador, y Migración Colombia insiste en que no es un fenómeno nuevo sino un flujo histórico que ha tenido picos de más de 35.000 personas en un año. Sin embargo, la dependencia reconoce como “alarmantes” los números actuales, que superan por mucho esos antecedentes. En lo que va del año, las autoridades panameñas registraron a 46.000 personas por esa frontera, 18.000 solo en julio. Más de 20.000 aparecen como haitianos, de lejos en primer lugar, seguidos por 8.000 cubanos. Pero la proporción en realidad es mayor: en los registros figuran 1.500 ciudadanos brasileños y cerca de 3.000 chilenos que en realidad corresponden a hijos de haitianos nacidos en esos países, que acogieron las primeras oleadas del éxodo posterremoto, presumiblemente menores de 11 años.