Es el indio estadounidense más famoso y uno de los más influyentes de la Historia. La figura de Toro Sentado está en libros escolares como de aventuras. Guerra, traición, hambre, frío, aguardiente y muerte. 120 años después, aún no se ha aclarado por completo cómo fue su final.
Redacción Mundo,
DPA
Tatanka Iyotake nació en Dakota del Sur, probablemente en 1831. Ni siquiera él lo sabía exactamente. Era el hijo del jefe de la tribu de los lakota, que con los dakota y los nakota formaban el grupo de los sioux.
A los diez años cazó su primer bisón y a los 14 venció a la tribu crow. Su valor le hizo merecedor del nombre honorífico de su padre: Toro Sentado. Unos diez años más tarde mató a un crow y se convirtió en el jefe de los combatientes. Pero cuando su padre murió en 1859, Toro Sentado no fue nombrado nuevo jefe de la tribu, ya que había mucha división.
A lo largo de un siglo, los indios de las grandes llanuras vivieron su mayor florecimiento y su decadencia. En 1860, una parte de los lakota quiso resignarse y trasladarse a las inhóspitas reservas, pero otra parte no.
Toro Sentado fue uno de los que se negó y batalló junto a Nube Roja. “Toro Sentado rechazó la renuncia a la tierra y la libertad. Otros líderes ya se habían ido a las reservas”, escribe el historiador Rudolf Oeser .
Toro Sentado no estuvo presente en el que fue su mayor éxito. Ejercía también como líder espiritual de sus combatientes y se entregó tanto a la danza del Sol que faltó a la batalla de Little Big Horn, de 1876.
Una semana antes del centenario de EE.UU., sus guerreros vencieron a las tropas del Séptimo de Caballería a las órdenes de George Custer. Esa fue la última victoria de los indios.
Toro Sentado huyó con sus hombres a Canadá y después acabó en una reserva. Los blancos lo trataron con respeto y lo llevaron a giras. Su fama mundial llegó con Buffalo Bill.
En la reserva, las autoridades oyeron hablar de danzas de espíritus, y sospecharon que subyacía el germen de un levantamiento.
En diciembre de 1890, policías indios rodearon su cabaña. Se generó un tiroteo. Minutos después habían 15 muertos, entre ellos Toro Sentado y su hijo. El guerrero estaba muerto.
Más tarde, los correos estadounidenses le honraron con una estampilla propia. Para entonces, Toro Sentado ya llevaba 99 años muerto.