Esta tensión fue tan intensa que se estaba convirtiendo en una disputa interna entre los Deportados.
Entonces, los Vigilantes de las Pléyades recibieron la orden de destruirlos a todos. El foco de tensión era tal, que no se podía esperar más… Los lugares donde se intervino bélicamente las pequeñas instalaciones y Laboratorios Subterráneos, incluían enclaves como Paititi, Monte Shasta, Sakkara, el Monte Sinaí, y Talampaya.
A los Rebeldes Deportados a la Tierra, y que deseaban ayudar a la Humanidad —pero que fueron alcanzados por esta intervención bélica de los Vigilantes Pleyadianos— se les dio la oportunidad de encarnar en el futuro como seres humanos, y así participar en las diferentes Misiones de Ayuda que procurarían la concreción del Plan Cósmico. Pero siempre, luego de cumplir con cada existencia en la Tierra, sus Esencias volverían a Orión.
Este misterio, desde luego, no tiene explicación alguna en nuestro Plano Físico, sino en una determinación de los Guardianes del Destino, Seres Ultraterrestres que desde el Universo Mental, siguen los pormenores del Plan Cósmico.
No obstante a ello, y viéndose atrapados en el Plano Astral o Cuarta Dimensión de la Tierra, los disidentes declararon una Guerra Psíquica a la Humanidad. Y se constituyeron en un Gobierno Interno Negativo Planetario, que procura manipular a aquellas personas débiles de voluntad y de carácter, encendiendo sus carismas, para ejercer a través de ellas, una fascinación sobre el resto de la Humanidad que conduzca a la colectividad hacia la Autodestrucción.
EL ARRIBO DE LOS 32 MENSAJEROS
Para contrarrestar el Gobierno Interno Negativo de Satanel, los 32 Mensajeros de la Paz restantes, llegaron a la Tierra para establecer un Gobierno Interno Positivo. Es decir, plasmar en nuestro Planeta un orden que ya existía en el Universo, y que se veía reflejado en la Confederación de Mundos de la Galaxia. Era el inicio de la Hermandad Blanca de la Tierra.
La Gran Nave Campana, de aspecto triangular y de un color blanco tan puro como la nieve, se instaló en lo que hoy es el Desierto de Gobi, en Mongolia. La ubicación había sido estudiada previamente, pues en esa área del mundo, en el pasado, diversas expediciones extraterrestres se habían asentado construyendo inmensos túneles para la explotación mineral.
Los 32 Enviados aprovecharon la existencia de esas galerías abandonadas para adaptarlas a su misión de preservar y proteger la Verdadera Historia de la Tierra, que fueron «leyendo» del Registro Akáshico o Memoria Matriz del Planeta, y archivándola en una impresionante colección de planchas metálicas de ingeniosas aleaciones, semejantes al legendario «Oricalco» Atlante.
Este procedimiento era más que importante, ya que cada cierto tiempo, poderosas energías provenientes del Espacio afectan el Campo Magnético de la Tierra alterando la información contenida en su «Registro». En términos sencillos, los 32 Enviados procuraron una «copia de respaldo» de toda esa información para que ningún fenómeno externo la perdiese para siempre.
También fue allí, en los «Salones de Amenti», donde se construyó el Gran Disco Solar Ilumana, un Plan Maestro que procuraba «unir» los otros 12 Discos creados para conectarse con el Universo y comprender su naturaleza. El Disco representa al Sol Central de la Galaxia.
«ALUMBRAMIENTO» DEL GRIAL
Pero la misión de los 32 poseía un ingrediente secreto: habían traído con ellos el Gran Cristal que fue hallado en la Nebulosa de Orión. Lo depositaron en una galería subterránea especialmente acondicionada para su protección, bajo el suelo del silencioso Gobi.
Y cuando el Gran Cristal fue colocado, se «activó», iluminándose con un brillo esmeralda que parecía provenir de otro plano más allá de la materia. Entonces se produjo el «alumbramiento» del Gran Cristal: un pequeño objeto, de similar naturaleza, se desprendió de su madre.
Aquella nueva piedra cósmica, con forma de copa, lucía de primera impresión como un cuenco por su boca ancha. Sin embargo, al observarla de cerca, se apreciaba el aspecto pentagonal de su circunferencia.
Era el nacimiento del Grial.
Ese objeto, al igual que el Gran Cristal que lo engendró, era indestructible. Pero ambos eran intensamente custodiados para que no cayeran en manos equivocadas.
EL CUMPLIMIENTO DEL PLAN
El Gran Cristal se había enlazado mágicamente con la Red Nodal del Planeta, conectando incluso túneles y espacios subterráneos, inundando todo con su brillo verde brillante de creación.
Durante varios miles de años, los habitantes de esta Humanidad Subterránea, vigilante y protectora de los Secretos del Gobi y las montañas, permaneció activa físicamente. Hoy en día, la mayoría de aquellos Maestros ha emigrado a otros planos, en donde continúan su magna labor.
Esto está sucediendo porque se aguarda otro cambio de postas, tal como ocurriera con el deseo de los 32 Enviados de perpetuar la cadena, quedando por voluntad propia a vanguardia de que todo lo anunciado se cumpla.
Los Mensajeros Extraterrestres conocían bien su Misión, pues en anteriores oportunidades, su Consejo había enviado diferentes Misiones a lejanos mundos para sembrar la Semilla de la Paz. La visita de estos seres a la Tierra suponía la Décima Cruzada. Y quizá la última y definitiva.
De allí en adelante, el Grial estaría al cuidado de los Guardianes del Mundo Subterráneo, quienes en determinadas épocas, permitían que la piedra salga a la superficie a través de sus Emisarios y sea infiltrada en gravitantes momentos de nuestra historia. Aquella suerte de Esmeralda Espacial, en su estado natural, lucía similar a un cuenco, por ello no resultó difícil moldearla para darle una apariencia de copa humana y hacerla pasar desapercibida. Luego sería cubierta de metal, oro o piedra para ocultar su procedencia, poderes y misión.
No hay que olvidar que la piedra era algo más que un elemento de poder. Se trataba de un poderoso Oráculo que sintetizaba el Misterio de la Creación, y que seguía almacenando gran cantidad de información donde estuviese. Por esta razón los Maestros la exponían en ciertos momentos claves a la superficie, sin perder de vista su cuidado y protección.
De hecho aquel pequeño cristal ha vuelto una y otra vez a los diferentes Retiros Interiores de Asia y de todo el mundo, pero sin integrarse nuevamente al gran objeto viviente que lo desprendió. Ello ocurrirá cuando la magna obra de la Hermandad Blanca termine.
Los 32 «Hijos de la Luz», como los describe Toth el Atlante en «Las Tablas Esmeralda», están aguardando ese momento, cuando llegue el Anrrom, el «Día de la Gran Luz», y el Universo sea redimido.