Enlil y la Liquidacion Humana

LA PRIMERA CUARENTENA DE LA HISTORIA:
En estos días de confinamiento, cuando el mundo natural nos parece tan lejano y el mundo virtual tan cercano, merece la pena reflexionar unos momentos rodeados de un silencio elocuente y viajar a los albores de la civilización para que esos primeros hombres y mujeres que comenzaron a cultivar campos, de ahí el término cultura, a deslindar el espacio profano del sagrado construyendo templos, ziggurats o pirámides, y a organizarse políticamente en ciudadesestado aprendiendo a vivir en sociedad, nos insuflen su valor y su confianza en que la humanidad será siempre una, y no está frente a nada, sino en íntima relación con el medio en que vive.

La primera obra épica de la historia universal escrita hace unos cinco mil años, es la llamada “Epopeya de Gilgamesh”, y constituye la primera reflexión del hombre sobre su frágil condición en un mundo transitorio. Consta de siete relatos iniciáticos, y uno de ellos, se refiere al diluvio universal. Fue el dios sumerio Enki, o Ea en las fuentes acadias, benevolente con los mortales, quien susurró al gran sacerdote Utnapishtim “Derriba tu casa, te ordeno, y construye un bote. Estas son las medidas de la barca y como deberás construirla: deje que la viga hexagonal sea igual a su longitud, deje que su cubierta sea cubierta como la bóveda que cubre el abismo; luego tomar en el bote la semilla de todas las criaturas vivientes " Es significativo que el motivo por el que Enlil, el consejero de los dioses, recomendó la destrucción de la tierra fue debido al constante ruido y tumulto de los hombres que llegaba incluso al firmamento. Sobre ese ruido ensordecedor de un aprovechamiento descontrolado de los recursos naturales provocado por un crecimiento industrial y tecnológico basado en un materialismo sordo merece la pena detenerse e incluso confinarse. El organismo más simple de la naturaleza, un virus, infinitamente más pequeño que una hormiga, como apuntaba el novelista italiano Paolo Giordano en un ensayo publicado este año “Contagio”, ha obligado a toda la humanidad a reflexionar sobre su modo de estar en el mundo. La organización política sumeria recogida en numerosas tablillas de arcilla que han llegado hasta nuestros días, nos muestra como era el mundo en sus comienzos, con ciudades-estado tales como Ur, Uruk, Lagash, Larsa, cada una de ellas encomendada a una divinidad tutelar y con un gobernador denominado Ensi. Desde el punto de vista religioso, la ciudad de Nippur tenía una especial ascendencia por encontrarse allí el templo del dios supremo del panteón sumerio, Enlil. Las relaciones entre las ciudades era de franca competencia, cuando no de guerra, provocando el declive de unas y la supremacía de otras. A la segunda dinastía pertenece el mítico rey Gilgamesh cuyas proezas fueron recogidas en la primera obra épica de la humanidad. Las crónicas históricas acadias sí recogen numerosos datos sobre el caudillo Lugal Zagesi (2371-2334 a. J.C.), quien, tras derrotar en coalición con la ciudad de Uruk al soberano de Lagash, se hizo con el poder reivindicando un territorio que se extendía desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterráneo convirtiendo a la ciudad de Uruk en un gran centro político y cultural. La ambición de poder y la rivalidad entre estas pequeñas ciudades estado llevaría eventualmente a su destrucción por el primer gran señor de la guerra de la historia, Sargón, señor de Acad, que derrotaría a LugalZagesi en combate y lo ató desnudo en las columnas del templo de Enlil, dando paso al periodo de esplendor de la dinastía acadia. Sic transit gloria mundi. Los primeros textos de la humanidad, dotados de una gran frescura, son una magnífica oportunidad para reflexionar sobre los errores y aciertos de la condición humana. Si hemos llegado hasta aquí, lo hemos hecho en gran parte porque más allá de las diferentes étnicas, religiosas, políticas, sociales o culturales, todos los seres humanos compartimos una narración común que es la historia de la humanidad, en la que no existe realmente Oriente ni Occidente, sino una interacción constante de personas que se descubren a través de sus narrativas. La propia etimología de narrativa que procede una de las ráices más antiguas de la lengua proto-indoeuropea “gneh”, del que deriva “gnarus” en griego clásico, lo sabido o conocido. Toda narrativa comparte un saber, y ese saber es lo que nos permite en los llamados momentos de “crisis”, descubrir que la solidaridad global no hay que invocarla para solucionar solamente la pandemia, sino que tiene que estar presente como parte de esa sabiduría peremne cuyo legado nos permite conocer para ser más libres.




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