Saliendo del concierto, los gritos de la multitud aún retumban en mis oídos. La música se ha detenido, pero en mi mente sigue sonando, como un eco lejano que nunca se desvanece del todo.
Las personas se agolpan en la salida, empujándose y gritando, pero yo me mantengo apartada, observándolas con una mezcla de curiosidad y desprecio. Ellas no saben lo que es la verdadera música, la música de la noche que late en mi corazón inmortal.
Mientras camino por la calle, la ciudad se extiende ante mí como un vasto territorio de sombras y luces, un lugar lleno de vida y de muerte al mismo tiempo. Me siento viva, pero también muerta, atrapada en una existencia eterna que nunca terminará.
El viento sopla frío y húmedo, y yo cierro los ojos para sentirlo mejor en mi piel inmortal. La noche me llama, y yo la sigo, como una vampira sedienta de sangre y de vida.
Y así, entre las sombras y la música de la noche, me pierdo en un mundo que ya no me pertenece, pero que aún siento como mío. Soy una vampira, un ser de luz y de sombra, que camina entre los vivos y los muertos, buscando siempre algo que nunca encontrará.
Soy una mujer vampiro, con siglos de existencia a mis espaldas. He visto el nacimiento y la caída de imperios, he conocido a los grandes genios y artistas de la historia, he vivido tanto que a veces me siento ajena a este mundo.
Pero hay algo que nunca ha cambiado, algo que sigue latiendo en mi interior como un fuego sagrado: mi amor por la música. Desde que era humana, siempre he sentido una pasión irresistible por los sonidos y las melodías, por el poder de la música para sanar o para destruir.
Y esa noche, en el concierto de rock, sentí esa pasión arder en mi interior como nunca antes. Las luces, el sonido atronador, la multitud entregada al ritmo de la música... todo ello me transportó a un estado de éxtasis que sólo los vampiros podemos entender.
Pero ahora, mientras camino por las calles desiertas de la ciudad, esa emoción se ha desvanecido, y me siento sola y vacía una vez más. Los humanos tienen sus hogares, sus familias, sus vidas, pero yo no tengo nada de eso. Soy una vampira solitaria, atrapada en una existencia eterna, siempre en busca de algo que nunca podré alcanzar.
Pero al menos tengo la música. En ella encuentro consuelo y compañía, una forma de conectar con el mundo y de sentirme viva por un instante. Y así, entre las sombras y la música de la noche, sigo caminando, buscando mi lugar en el mundo, aunque sé que nunca lo encontraré.