Si bien, por estructura, hay cerebros con más capacidades que otros, mentir es un aprendizaje que se inicia a muy temprana edad. Todo padre siempre amenazó con castigar a su hijo en caso de descubrirlo en una mentira. Sin embargo, por historia, los padres son, para sus hijos, los primeros "maestros de la mentira". Ellos nos enseñaron a fingir y atentar contra la verdad por temor a ser castigados.
Cuando en cada cumpleaños las tías vienen con un regalo horrendo e inútil para los ojos de un niño, todo sobrino, ya desde los tres años, está prolijamente entrenado y capacitado para poner la sonrisa más falsa y el "gracias" que no se lo creía ni Dios.
Partamos de una idea esencial: las mentiras tienen relación directa con la autoestima. Mentimos cuando nuestro ego se ve amenazado o cuando, a toda costa, queremos sacar provecho de una situación. En este contexto, no es difícil entender que la mentira es un mecanismo de defensa, un arma más para la supervivencia. Pero como en todo, hay un límite.
Aquí, una primera diferencia esencial. Están quienes en este laberinto de espejos sienten culpa, remordimiento o, al menos, incomodidad. Así como están quienes no padecen ni el más mínimo estrés en el intento. Aunque cueste creerlo, hay muchos hombres y mujeres entrenados para el engaño, sin siquiera sentir que están mintiendo. En mayor o menor escala, se convierten en fanáticos de sus capacidades mitómanas y se enorgullecen de hacer negocios o manipular al otro.
La mentira no discrimina escenarios. Mienten jefes y empleados, maridos y esposas, alumnos y maestros. Todos mentimos varias veces a lo largo del día. En verdad, segunda diferencia esencial, hay tantos mentirosos como tipo de mentiras podamos identificar.
¿Cuántos tipos de mentiras podemos suponer?: La mentira inocente , muy común en la vida social, la nos evita herir emocionalmente a los demás. La mentira beneficiosa o solidaria , la que se usa para tratar de ayudar a los demás. La mentira maliciosa , las que se dicen por venganza, para obtener algún beneficio o ganar en situaciones competitivas. La mentira engañosa , la más perversa, porque pretende hacer daño o aprovecharse de la situación sin escrúpulos. También está el autoengaño , que permite que uno abuse del alcohol, el tabaco o la comida sin sentirse adicto o desconociendo el daño capaz de ocasionarse a sí mismo.
Cuando hubo que aprender a mentirle a las tías por temor al castigo, cuando hubo que gritar "yo no fui" (con las manos en alto, por supuesto, para ser más creíbles) por temor a la condena, lo que hubo en esa experiencia, como en tantas otras similares, fue una primera lección de lo que, año a año, serviría para "zafar" de los peor. Sin saberlo, desde chicos nos entrenamos para la mentira y, con más o menos pudores o culpas, es durante la adolescencia cuando se suele sacar mayor provecho del "bonus" . Eso sí, llega un momento en la vida en el que, naturalmente, se opta entre dos caminos: uno, el de ser parte de las estadísticas que sostienen que a partir de los 30 se empieza a mentir menos; o el otro, en el que de tanto practicar se han conseguido las herramientas necesarias para desatar "ciertas pasiones profesionales inescrupulosas".
Sin ánimo de generalizar y mucho menos con intenciones de dar nombres (valga la ironía), muchos de los llamados "mentirosos naturales" – quienes han aprendido a mentir desde muy chicos para evitar castigos- se han convertido en brillantes abogados, políticos, comerciantes y actores.
CEREBROS MENTIROSOS
Todos mentimos a diario, pero no todos tenemos la capacidad de ser "buenos mentirosos". El cerebro está compuesto por sustancia blanca y sustancia gris. La materia blanca está constituida por fibras, que serían "los cables de nuestra computadora". La sustancia gris, formada por neuronas, "sería nuestro disco duro", y conforma la corteza cerebral.
En 2005, un estudio científico descubrió que los mentirosos o farsantes tienen entre un 22 y un 25 por ciento más de materia blanca que las personas honestas. Los autores principales de este estudio, los psicólogos Yaling Yang y Adrian Raine, creen que "cuanto más cableado tenga un sujeto el lóbulo prefrontal mayor facilidad posee para mentir".
"Pensamos que la materia blanca extra en los cerebros mitómanos provee a la persona con la capacidad cognitiva para mentir", explicó entonces el doctor Yaling Yang. Regla de tres. Cuanto más grande sea tu cerebro (¡cerebro, no cabeza!), más capacidad para mentir. Cuan más capacidad de razonamiento, más complejas y elaboradas podrán ser las mentiras.
Los estudios sobre la mentira son un plato delicioso para los científicos. Hay tantos elementos involucrados en el proceso que siempre hay algo por descubrir. Recientemente, en las universidades de Portsmouth, en Gran Bretaña, y Bergamo, en Italia, investigadores descubrieron que los mentirosos mantienen la calma porque necesitan de una mayor concentración para adulterar la verdad.
Detector de mentiras
Las sucesivas investigaciones afirman que el temperamento mitómano no es tan fácil de reconocer. Cada vez que se miente se libra una lucha interna emocional. Será habilidad del que miente que esos indicadores sean inadvertidos. Aún no existe un sistema perfecto para detectar mentiras, sin embargo, las emociones involucradas a la hora de mentir dejan evidencias y todos podemos ser descubiertos.
La American Psychiatric Association elaboró una guía de referencia de expresiones verbales y no verbales que desnudan la mentira. Para probar la técnica, aprovecharon los videocasetes con las declaraciones del ex presidente Bill Clinton cuando su affaire con Monica Lewinsky tomó estado público. Tras testear las declaraciones falsas de Clinton, los psiquiatras verificaron la efectividad de estos criterios.
Algunas de las acciones que suelen evidenciar cuándo alguien no dice la verdad son:
- El cuerpo se inclina más hacia adelante.
- Bebe y traga más.
- Se toca más la cara.
- Evita cruzar la mirada con otros.
- Disminuye el parpadeo.
- Aumentan la cantidad de negaciones y de errores en el discurso.
- Se incrementa el tartamudeo en el habla
Paul Ekman es uno de los mayores expertos en la mentira y las expresiones faciales. En su libroCómo detectar mentiras. Una guía para utilizar en el trabajo, la política y la pareja (Ediciones Paidós), deja en evidencia las herramientas con las que, desde 1991, permitían detectar al 85% de los mentirosos.
En 1972, Ekman desarrolló una lista de emociones básicas propias del hombre, a partir de investigaciones transculturales en individuos destacados de la tribu de Papúa Nueva Guinea: repugnancia, felicidad, ira, miedo, sorpresa, tristeza. En 1990, las amplió a quince, convencido de que las expresiones faciales de las emociones no son determinadas culturalmente, sino que son más bien universales y tienen, por consiguiente, un origen biológico, tal como planteaba la hipótesis de Charles Darwin.
El psicólogo social Mark Frank, colaborador de Ekman en varias investigaciones, clasificó los micromovimientos involuntarios de los 44 músculos faciales del ser humano, identificando patrones de microexpresiones como los de mentira, engaño, tensión o desconfianza, y, utilizando la numeración de Ekman, ha generado en la Universidad de Buffalo un programa informático capaz de leer tales microexpresiones y valorarlas.
Las microexpresiones son expresiones emocionales que abarcan todo el rostro y duran apenas una fracción de lo que duraría la misma expresión en condiciones normales, como si se la hubiese comprimido en el tiempo; son tan veloces que por lo general no se las ve.
Las mentiras, éxito en TV
Las investigaciones de Ekman, son la clave del éxito de la serie Lie to Me . La trama de cada episodio está basada en la actividad de un equipo formado por especialistas en detectar mentiras y analizar el comportamiento de las personas. Las expresiones y gestos son detectadas por el equipo, quienes prestan sus servicios a diversas entidades como el FBI, la polícia, empresas particulares u otras personas. .
ALGUNAS PISTAS PARA DESCUBRIR MENTIRAS
1. El que miente evita cualquier referencia a su persona en sus mentiras, así como la utilización de palabras como "yo" o "mí".
2. Evitan mencionar el nombre de la persona sobre la que mienten.
3. Ofrecen una "representación" impecable.
4. La voz del que miente sube de volumen debido a la tensión asociada con la mentira.
5. Cuando habla se come las palabras
6. Honestamente, sinceramente, francamente, son algunas de las palabras y frases que comúnmente indican un intento de engaño
7. "Créeme", significa, a menudo, lo contrario.
8. Hay un aumento significativo del movimiento de las manos hacia la cara.
9. La sonrisa se muestra torcida.
10. Aumenta el pestañeo.
11. El mentiroso diestro mira hacia su izquierda mientras miente y el mentiroso zurdo, hacia su derecha.
12. Es muy común la contracción de los músculos faciales.
13. Brazos y/o piernas cruzadas.
14. Dilatación de las pupilas.
15. Gestos que entran en contradicción con las palabras.
16. Muestras de excesiva amistad o carcajadas.
17. Expresiones tipo que se usan más frecuentemente para convencer de que se está diciendo la verdad:
- "Confía en mí"
- "No tengo ninguna razón para mentir"
- "Hablando francamente"
- "Te digo la verdad"
- "¿Por qué tendría que mentirte?"
- "Para ser totalmente sincero contigo"
- "¿Haría yo algo así?"