goteando ligera y dolida
en líneas que no terminan
de descubrir el sentido por el
que muchos sucumben para abrir
la puerta de un laberinto.

Con sangre del alma
nos hemos abandonado a
depurar nuestra carne
reviviendo la flama de un misterio.
Con signo de luz
hemos postrado nuestra
sequía para acceder al santuario,
ese santuario que pocos saben limpiar
y conciben visitar para ofrendar
lo más querido.
Existe una avecilla peregrina
y mensajera; todos la escuchan,
pocos interpretan su visita en
las noches meditabundas y
perfumadas con la devoción
de las flores que marchitan.
Con sangre del alma
se cierra estas páginas
delatoras que hacen parte del todo en la nada.