SUICIDIO EN SAN VALENTIN

Llovía a raudales cuando decidí
darme una ducha, la noche hacia
cóncava cada espacio de la casa,
mientras el silencio ávido flotaba
en la alcoba y el viento se enrollaba
en los esqueletos nocturnos.

Me dirigí al baño precedida
por mis pensamientos que susurraban
al otro extremo de mi mente,
deje caer mi bata, abrí el grifo
y emanó el agua tibia y deliciosa.

De soslayo miré mi cuerpo
a través del espejo, me percaté
de los surcos que el tiempo había
comenzado arar en mi piel
amarillenta y flácida.

Llevada por un impulso inusitado,
tomé una hojilla, me senté justo
al lado del tocador e inicie un ritual
dantesco con mis muñecas, hacia
cortes precisos y profundos,
la sangre se derramaba
entre mis manos.




No conforme con las heridas
que me infringía y ayudada
por mis dedos, extraje una a una
mis venas, que eran de un fino hilo
Azul ensangrentadas.



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Sin detenerme continúe sacando
cantidades de venas, mis ojos
en un morbo que rayaba
en la enajenación, disfrutaba
de aquella escena terrorífica
que paralizaba hasta la respiración.

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Al mirar mis piernas extendidas,
observé rollos de venas sobre ellas,
cuando finalmente creí haber
concluido , quedaba una vena
suspendida de mi muñeca a la cual
le di un alón con fuerza,
de inmediato sentí un dolor
punzante en el pecho y acto seguido
traté, infructuosamente,
levantarme.


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Mis piernas no respondieron,
cayendo de bruces sobre el tocador
casi sin vida y en un último hálito
mire el espejo para encontrarme
con los ojos de la muerte
en encendidas llamas
infernales.



Al caer al piso desperté en un mar
de sudores helados, bajo un sol
brillante



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