El frío de mayo se apoderó de la ciudad, haciendo que las calles parecieran desoladas. Una niebla densa se extendía por todas partes, envolviendo los edificios y ocultando a los seres que acechaban en la oscuridad.
La gente había aprendido a temer la niebla de mayo, pues sabían que en ella habitaban criaturas que no pertenecían a este mundo. Bestias sin rostro se deslizaban por las sombras, arrastrando sus garras afiladas por el pavimento. Aullidos inhumanos resonaban en el aire, y la gente sabía que era mejor no aventurarse en la niebla por la noche.
Pero un hombre no tenía miedo. Era un escritor de renombre, conocido por sus historias sobre el horror y lo macabro. La niebla de mayo era su musa, su fuente de inspiración. Caminaba por las calles vacías, dejándose envolver por la niebla mientras buscaba la inspiración para su próximo cuento.
Pero esta noche fue diferente. En medio de la niebla, el hombre vio una figura oscura que se acercaba lentamente. Era una sombra informe, sin rostro ni rasgos definidos. El hombre retrocedió, pero la figura no se detuvo. Se acercó cada vez más, hasta que el hombre pudo sentir su aliento frío en su rostro.
La figura susurró algo incomprensible, y el hombre se desmayó. Cuando despertó, estaba en su habitación, temblando y sudando profusamente. No había nadie más allí, pero sabía que no estaba solo. La niebla de mayo seguía afuera, ocultando a los seres que no pertenecían a este mundo.
Desde entonces, el hombre nunca más se aventuró en la niebla de mayo. Pero escribió una historia sobre ella, una historia que hizo temblar a todos los que la leyeron. La niebla de mayo seguía siendo un misterio para la gente, pero el hombre sabía la verdad. Sabía que la niebla de mayo ocultaba algo mucho más aterrador que cualquier cosa que pudiera imaginarse.
El hombre se encerró en su casa y nunca más salió durante la noche. Pero eso no significaba que había dejado de ser una obsesión para él. Cada noche se asomaba por la ventana para observar la niebla, intentando encontrar alguna señal de vida en ella.
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Las semanas pasaron y el hombre comenzó a obsesionarse con su escritura. Todos los días se encerraba en su estudio, escribiendo sobre la niebla de mayo y las criaturas que se escondían en ella. Pero por más que lo intentara, no podía sacudirse la sensación de que algo lo estaba observando, esperando en la niebla para llevarlo consigo.
Una noche, mientras escribía en su estudio, el hombre escuchó un ruido en la puerta. Se levantó para ver quién era, pero no había nadie allí. Sin embargo, cuando volvió a su escritorio, se dio cuenta de que su manuscrito había desaparecido.
El hombre salió de su casa y se aventuró en la niebla, buscando su manuscrito. Pero en lugar de encontrarlo, encontró algo mucho más aterrador. Una criatura se asomó desde la niebla, con garras afiladas y una sonrisa burlona en su rostro sin rasgos.
El hombre intentó huir, pero la criatura lo alcanzó rápidamente. Se burló de él mientras lo arrastraba hacia la niebla, y el hombre supo que nunca volvería a ver la luz del día.
Desde entonces, la niebla de mayo ha sido un recordatorio para la gente de que hay cosas en este mundo que nunca podrán comprender. La gente se encierra en sus hogares durante la noche, temiendo lo que puede esconderse en la niebla. Pero la verdad es que no importa cuánto intenten escapar de la niebla, siempre estarán ahí, acechando en las sombras y esperando a que los humanos bajen la guardia.